HISTORIA
Clemente
Vázquez Bello, la ley del Karma y Cuba
Lázaro García
LA HABANA, noviembre (www.cubanet.org) - La ley
del Karma constituye uno de los principales componentes
de la filosofía indo-tibetana. De acuerdo
con ella, cada acontecimiento está predeterminado
por un antecedente, todo hecho está sujeto
a un encadenamiento de causas. Esta concepción
mística plantea la existencia de un Karma
individual y otro colectivo. Si aplicáramos
este último a nuestra historia, comprenderíamos
el por qué de nuestra actual tragedia.
Para interpretarla tendríamos que analizar
la sucesión de acontecimientos que desembocaron
en el triunfo marxista de enero de 1959.
Elemento primario en esta cadena de eventos fue
Clemente Vázquez Bello, taimado y sagaz
político de las primeras décadas
del pasado siglo, cuya astucia e inescrupulosidad
marcaron el inicio de una etapa de ochenta años
de nuestra historia.
Corría el año 1924. El país
se aprestaba a celebrar elecciones presidenciales
con el fin de encontrar un sucesor para Alfredo
Zayas. El Partido Conservador presentaría
como candidato a Mario García Menocal,
con el antecedente de haber dirigido los destinos
de la república por dos períodos
consecutivos con muy pobres resultados. Esto lo
convertía en un contrincante con muy escasas
posibilidades ante el candidato del Partido Liberal.
La opinión pública y los liberales
daban como seguro ganador de la convención
de su Partido a Carlos Mendieta, médico,
coronel del ejército libertador, hombre
de inmaculada trayectoria. Su contrincante, Gerardo
Machado y Morales, tenía pocas posibilidades
de éxito ante la simpatía que generaba
el viejo caudillo mambí.
Pero aquí entró a jugar su nefasto
papel en nuestra historia Clemente Vázquez
Bello. El mañoso político prohijaba
a Gerardo Machado, pero conocedor de las escasas
posibilidades de éste, recurrió
a toda su influencia y no reparó en métodos
para aplazar una y otra vez la celebración
de la asamblea liberal. Mientras tanto, de manera
solapada, fue ganando votos para la causa machadista.
Así las cosas, cuando tuvo lugar el cónclave,
para sorpresa de Mendieta y los adeptos que aún
le quedaban, Machado fue elegido como candidato
presidencial del Partido Liberal.
Lo que no sabía Vázquez Bello era
que, como decimos los cubanos, había comprado
"soga para su pescuezo". En setiembre
de 1932 moriría victima de un atentado
perpetrado por la oposición anti-machadista.
Machado prometió convertir a Cuba en la
Suiza de América. En su lugar sumió
a nuestra patria en una tenebrosa dictadura que
cubrió de luto y miseria a la sociedad
cubana.
La Revolución del 33 terminaría
con la pesadilla machadista. Poco antes de abordar
el avión que lo llevaría a Bahamas,
el dictador, remedando a Luis XIV, lanzó
una tétrica profecía: "Después
de mí, el caos". Y de aquel caos que
se desató, emergería un advenedizo
de ambición desmedida, el cual apenas en
unas horas saltaría del anonimato a los
primeros planos del acontecer nacional: Fulgencio
Batista Zaldívar.
Después de 1940 Cuba de nuevo orientaba
su destino por los senderos de la democracia y
el progreso. Parecía que al fin llegábamos
a la meta soñada, cuando en la madrugada
del 10 de marzo de 1952 Batista perpetró
un artero e injustificado golpe de estado, creando
el caldo de cultivo del cual se alimentaría
la revolución que propició la llegada
al poder del marxismo-leninismo.
Muchos podrán argumentar con sobrada razón
que si el archiduque Rodolfo, heredero de la corona
del imperio austro-húngaro no se hubiera
suicidado por amor en Mayerling, la humanidad
habría evitado la cadena de acontecimientos
que terminaría incidiendo en nuestra historia:
el atentado de Sarajevo, la Primera Guerra Mundial
y la Revolución de Octubre. Sin esta última
no tendríamos un gobierno comunista en
nuestro país.
Pero lo que nadie podrá negar, sea o no
creyente de la doctrina indo-tibetana, es que
si Clemente Vázquez Bello no hubiera aupado
al llamado "Mussolini tropical", otra
sería nuestra historia. Batista habría
muerto como teniente o quizás capitán
retirado del ejército nacional, y Castro
estaría en estos momentos disfrutando de
su jubilación como abogado, rodeado de
su numerosa prole. Pero como decía mi ya
fallecido padre: "Lo que pudo ser y no fue,
es como si nunca hubiera sido".
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