PRENSA INDEPENDIENTE
Diciembre 1 , 2004
 

HISTORIA
Clemente Vázquez Bello, la ley del Karma y Cuba

Lázaro García

LA HABANA, noviembre (www.cubanet.org) - La ley del Karma constituye uno de los principales componentes de la filosofía indo-tibetana. De acuerdo con ella, cada acontecimiento está predeterminado por un antecedente, todo hecho está sujeto a un encadenamiento de causas. Esta concepción mística plantea la existencia de un Karma individual y otro colectivo. Si aplicáramos este último a nuestra historia, comprenderíamos el por qué de nuestra actual tragedia. Para interpretarla tendríamos que analizar la sucesión de acontecimientos que desembocaron en el triunfo marxista de enero de 1959.

Elemento primario en esta cadena de eventos fue Clemente Vázquez Bello, taimado y sagaz político de las primeras décadas del pasado siglo, cuya astucia e inescrupulosidad marcaron el inicio de una etapa de ochenta años de nuestra historia.

Corría el año 1924. El país se aprestaba a celebrar elecciones presidenciales con el fin de encontrar un sucesor para Alfredo Zayas. El Partido Conservador presentaría como candidato a Mario García Menocal, con el antecedente de haber dirigido los destinos de la república por dos períodos consecutivos con muy pobres resultados. Esto lo convertía en un contrincante con muy escasas posibilidades ante el candidato del Partido Liberal.

La opinión pública y los liberales daban como seguro ganador de la convención de su Partido a Carlos Mendieta, médico, coronel del ejército libertador, hombre de inmaculada trayectoria. Su contrincante, Gerardo Machado y Morales, tenía pocas posibilidades de éxito ante la simpatía que generaba el viejo caudillo mambí.

Pero aquí entró a jugar su nefasto papel en nuestra historia Clemente Vázquez Bello. El mañoso político prohijaba a Gerardo Machado, pero conocedor de las escasas posibilidades de éste, recurrió a toda su influencia y no reparó en métodos para aplazar una y otra vez la celebración de la asamblea liberal. Mientras tanto, de manera solapada, fue ganando votos para la causa machadista.

Así las cosas, cuando tuvo lugar el cónclave, para sorpresa de Mendieta y los adeptos que aún le quedaban, Machado fue elegido como candidato presidencial del Partido Liberal.

Lo que no sabía Vázquez Bello era que, como decimos los cubanos, había comprado "soga para su pescuezo". En setiembre de 1932 moriría victima de un atentado perpetrado por la oposición anti-machadista.

Machado prometió convertir a Cuba en la Suiza de América. En su lugar sumió a nuestra patria en una tenebrosa dictadura que cubrió de luto y miseria a la sociedad cubana.

La Revolución del 33 terminaría con la pesadilla machadista. Poco antes de abordar el avión que lo llevaría a Bahamas, el dictador, remedando a Luis XIV, lanzó una tétrica profecía: "Después de mí, el caos". Y de aquel caos que se desató, emergería un advenedizo de ambición desmedida, el cual apenas en unas horas saltaría del anonimato a los primeros planos del acontecer nacional: Fulgencio Batista Zaldívar.

Después de 1940 Cuba de nuevo orientaba su destino por los senderos de la democracia y el progreso. Parecía que al fin llegábamos a la meta soñada, cuando en la madrugada del 10 de marzo de 1952 Batista perpetró un artero e injustificado golpe de estado, creando el caldo de cultivo del cual se alimentaría la revolución que propició la llegada al poder del marxismo-leninismo.

Muchos podrán argumentar con sobrada razón que si el archiduque Rodolfo, heredero de la corona del imperio austro-húngaro no se hubiera suicidado por amor en Mayerling, la humanidad habría evitado la cadena de acontecimientos que terminaría incidiendo en nuestra historia: el atentado de Sarajevo, la Primera Guerra Mundial y la Revolución de Octubre. Sin esta última no tendríamos un gobierno comunista en nuestro país.

Pero lo que nadie podrá negar, sea o no creyente de la doctrina indo-tibetana, es que si Clemente Vázquez Bello no hubiera aupado al llamado "Mussolini tropical", otra sería nuestra historia. Batista habría muerto como teniente o quizás capitán retirado del ejército nacional, y Castro estaría en estos momentos disfrutando de su jubilación como abogado, rodeado de su numerosa prole. Pero como decía mi ya fallecido padre: "Lo que pudo ser y no fue, es como si nunca hubiera sido". 


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