Los niños
y la batalla de las ideas
LA HABANA, junio (www.cubanet.org) -En la reciente "marcha del pueblo
combatiente" frente a las embajadas de España e Italia fueron los niños
los principales protagonistas.
El hecho no es novedoso. En los últimos años, y sobre todo a
partir de los acontecimientos relacionados con la tragedia del balserito Elían
González, los niños vienen siendo empleados, insistentemente, como
útiles instrumentos dentro del engranaje propagandístico del régimen
castrista. Es una realidad muy triste y conmovedora, pero es, en fin, una
realidad. En ello, la culpa del totalitarismo marxista y del totalitarismo
cubano, en particular, es vieja en el tiempo.
En épocas no tan recientes, como en la década de 1960, la
mancha guerrillera que se esparcía por los países de América
Latina, cuyos cabecillas se entrenaban en nuestro país, contaba en sus
filas con muchos niños y jovencitos.
En la misma época le daba la vuelta al mundo una foto famosa, en la
que un corpulento soldado norteamericano prisionero del Viet Com era escoltado
en plena selva por un niño guerrillero, cuya estatura apenas superaba el
tamaño del fusil automático soviético que portaba entre las
manecitas. Los ejemplos abundan.
Nunca supe de enérgicas protestas de la UNESCO al respecto, y si las
hubo no tuvieron la resonancia que lograron las recientes denuncias de esta
institución de las Naciones Unidas hacia los niños que dolorosa,
pero inevitablemente, fueron víctimas de la reciente guerra en Iraq. He
visto, sin embargo, al gobernante cubano recibir medallas y diplomas por su
atención y cuidado hacia la niñez cubana.
Pero en Cuba la manipulación de los niños por el Estado
adquiere proporciones dramáticas, al ser fomentada y dirigida por un
poder político cuyo control absoluto generaliza e institucionaliza tan
aborrecible práctica.
Algunos niños precoces, en edades tan tempranas como los 6 ó 7
años, son entrenados por sus maestros en el arte de la declamación,
para luego ser exhibidos como piezas circenses en actos públicos, mesas
redondas y manifestaciones. Los más destacados suelen integrar
delegaciones oficiales, en eventos y reuniones internacionales como el reciente
foro de Sao Pablo en Brasil o el festival recientemente celebrado en Caracas,
entre la juventud chapista y la castrista.
En todos los casos se les ve lanzar improperios, amenazas y calumnias contra
un gobierno extranjero, un presidente o un primer ministro, supuestamente
enemigo de la revolución. Los apelativos de lacayos del imperialismo y
traidores son los más frecuentes, pero algunos de ellos rayan en la
obscenidad. Últimamente, alzan la voz contra los disidentes y opositores
pacíficos, amenazándolos y denunciándolos como asalariados
del imperialismo. Las frase glorificadoras, por supuesto, son para el gobierno y
su Comandante, a quien se le atribuyen todas las virtudes y poderes.
A veces se les utiliza para servicios más sencillos, como son
repartir citaciones para la guardia del Comité de Defensa, para la reunión
con el delegado del Poder Popular, y otras. También para pedir al vecino
un boniato y un plátano a nombre del Comité, a fin de elaborar la
caldosa en la víspera del aniversario de esa institución.
Los padres dan su consentimiento, ya sea por temor, por oportunismo político,
y uno que otro por simpatía hacia el régimen, sin detenerse a
pensar en el grave daño que inflingen al niño.
Porque toda ideología es excluyente, y en particular la marxista
promueve el odio, la intransigencia y la voluntad destructiva hacia el oponente.
Mas el amor al compatriota es una particularidad del amor a la humanidad,
que se fundamenta en la dignidad común al ser humano. Este amor se
ensancha y potencia, porque los hijos de una nación se funden en una
comunidad de procedencia, anhelos y esfuerzos. La patria siempre es madre
amorosa cuya bondad no excluye ni distingue entre hijos buenos e hijos malos.
A medida que envejecemos somos más propensos a la exaltación
del niño como fuente de esperanza. De tanto andar por los sinuosos y a
veces oscuros caminos del alma humana, identificamos y apreciamos mejor la
necesidad de que el niño crezca sano de cuerpo y de mente. Posiblemente
tales reflexiones hicieron que aquel cubano inmenso afirmara que los niños
nacen para ser felices y esperanza del mundo.
Hace falta que los niños cubanos marchen por los caminos del amor,
para que sean felices y sean esperanza del mundo y de la patria. cnet/03
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