La marcha de
la histeria
LA HABANA, junio (www.cubanet.org) - Qué grave problema enfrentan las
personas que padecen de ataques de histeria. Son víctima de un descontrol
incalculable. Carecen de dominio propio. Tal es el caso de las autoridades
cubanas: No pueden controlar su histeria. La prepotencia que los caracteriza se
ha incrementado al pasar de los anos, y ahora la ancianidad de este gobierno se
manifiesta en gesticulaciones violentas, muecas desordenadas y los repetidos
ataquitos que padece cada vez más frecuentemente.
El comportamiento de la Comunidad Europea en respuesta a los desmanes del
castrismo dentro de la Isla ha sacado de sus casillas al furibundo vejete quien
ha convulsionado de impotencia una vez más ante las cámaras de la
televisión, lanzando todo tipo de improperios contra los líderes
europeos y pronunciando ofensas y retos a troche y moche sin medida, a la
bartola, dando muestras de nuevo de su ya marcada senilidad.
Los ataques histericopolíticos del gobierno cubano siempre llegan a
un clímax. Llegan a una explosión que se traduce en eventos donde
involucran a miles. La capacidad movilizativa que le proporcionan sus medios
coercitivos es infalible. Miles de estudiantes acuden a las marchas
gubernamentales para evitar mancha en su expediente por no tener participación
en apoyo a las actividades políticas del régimen. Miles de
trabajadores lo hacen para evitar que se cuestione su condición de "personal
idóneo". Asisten también los que cuidan la jabita de aseo
personal que le entregan cada cierto tiempo, los que no tienen mente, ni quieren
tenerla, los resignados y los que tiemblan de miedo de sólo imaginarse
que tendrán que enfrentar la represión abierta. Ellos son los
movilizados para las marchas de la histeria.
A los movilizados los levantan de madrugada. Los montan lo mismo en un camión
que en una chivichana. Soportan el intenso sol, caminan y caminan. Sudan
copiosamente y repiten a voz en cuello lo que otro ideó que ellos
repitieran, resisten intensos aguaceros, gritan, vuelven a gritar .Agitan las
banderitas cuando se lo ordenan. Ofenden a personalidades internacionales de las
que apenas saben el nombre, sin tener elementos de juicio para más.
Marchan frente a las embajadas gritando, siempre gritando, con histeria mucha
histeria.
Y cuando terminan el desagradable espectáculo en el cual son
participantes reniegan de quien los movilizó. Se encuentran exhaustos,
agotados, disgustados y con unos deseos inmensos de desatar toda su histeria
contra el principal histérico que los movilizó. cnet/33
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