¡Oh, el
alcohol!
LA HABANA, junio (www.cubanet.org) - Hace unos meses, mientras esperaba el ómnibus
en un barrio llamado Reparto Eléctrico, llegaron al lugar, con la misma
intención, tres policías de completo uniforme y ebrios.
Dos tenían grado de primer teniente, y el otro de capitán. Uno
tenía que ser sujetado por sus dos compañeros para que no cayera a
tierra.
Aunque no portaban armas -al menos no se veían a simple vista- el
hecho me llamó la atención. Tengo hasta anotado el número
de la placa de dos de los policías.
Me olvidé del caso porque pensé que era algo excepcional. Pero
hace unos días, cuando salía en un taxi del poblado de Managua
hacia la ciudad, el chofer detuvo la marcha cuando el auto había tomado
impulso, porque delante estaba parado un carro patrullero.
El que parecía ser el jefe del vehículo policial -un capitán-
y el chofer del taxi eran amigos. Otros dos policías buscaban algo entre
la maleza, a un costado de la carretera. Cuando el oficial se acercó, el
conductor del taxi le preguntó:
- ¿Qué pasó?
A lo que el capitán respondió:
... (dijo un nombre), borracho, anoche, comiendo mierda, perdió todo
el equipo y estamos viendo a ver si aparece algo.
Se refería a otro policía y el equipo incluía la
pistola.
Lógicamente, el incidente resultó tema de conversación
entre los que íbamos en el taxi, incluyendo al chofer. En términos
generales se calificó de gran irresponsabilidad el hecho de ingerir
bebidas alcohólicas sin control cuando se porta un arma y se está
de servicio. Alguien murmuró dentro del taxi:
- En este país se bebe demasiado ron.
A escasos día del hecho anterior, un domingo, también en el
Reparto Eléctrico, un teniente coronel de las Fuerzas Armadas
Revolucionarias (FAR), de completo uniforme y con las barritas de colores que se
prenden en la ropa a la altura del pecho, con una botella de ron a medio vaciar
en una mano, borracho, aunque no tan borracho como su compañero que,
aunque vestido de civil, él llamaba coronel, abordó el ómnibus
en que yo viajaba hacia la barriada de la Víbora.
El teniente coronel comenzó a regañar a su compañero en
alta voz, diciéndole que cómo iba a estar enseñándole
dinero a esas mujeres.
- A ese tipo de mujeres no se le dice que uno tiene dinero -le dijo tajante
a su compañero, que había logrado ocupar un asiento y se
tambaleaba de un lado a otro.
Luego, el teniente coronel dijo para todo el que quisiera escucharlo
-afirman que las bebidas alcohólicas, entre otras cosas, hacen hablar
mucho- que era descendiente de haitiano, que era especialista en tanques de
guerra, que había estado 40 años en las FAR, que ya estaba
licenciado.
- Me le fui a Fidel con 775 pesos mensuales de retiro -aseguró. También
tengo un juego de llaves que le traquetean los huevos, y con él me busco
lo que me da la gana. Cojo la moto, me voy para las Ocho Vías o la playa,
y cuando a un "yuma" (a todos los extranjeros que no hablan español
se les llama así, a los que hablan español se les dice "pepe")
se le rompe el carro, ahí estoy yo para arreglárselo. Y lo que
puedo hacer en media hora, me demoro cuatro para cobrarle 50 ó 70 dólares.
El teniente coronel continuó hablando de sus arreglos de autos a los
extranjeros hasta que se bajó en la zona de Mantilla. Ahí le dijo
a su compañero que no podía levantarse solo del asiento:
- Vamos, para acompañarte hasta donde tú vas, que no te puedo
dejar deambulando solo por ahí.
Recordé los casos anteriores y me di cuenta de que algo está
pasando con los uniformados y el alcohol. Quizás sea como en las viejas
películas estadounidenses, donde los malos le daban whisky a los indios
para que se volvieran agresivos y atacaran a los "cara pálidas".
O tal vez es que ellos, como muchas otras personas, están utilizando el
alcohol para evadirse de la realidad. cnet/13
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