CUBANET .INDEPENDIENTE

26 de febrero, 2003

Terror en los timbiriches

Manuel Vázquez Portal, Gurpo Decoro

LA HABANA, febrero (www.cubanet.org) - El año nuevo trajo para el país tamaños rebumbios. Desde mediados de enero el gobierno cubano aceptó finalmente que la droga campeaba por su respeto entre las huestes de la sociedad más pura del mundo.

Bajo ese pretexto (que ya se sabe que la droga no es asunto de pobretes que viajan en camellos) emprendieron una encarnizada persecución de cuanto turbio mercader se movía por las ciudades.

Han menudeado los registros, los decomisos, los arrestos. Cada calle, cada barrio, cada ciudad, ha sido un hervidero de policías, patrullas, perros, especialistas y chivatos.

Como era de esperar, los medios masivos oficiales no han ofrecido aún la cantidad de arrestos efectuados, las cantidades de estupefacientes incautados, las cantidades de redes de narcotraficantes neutralizadas, y mucho menos, el modus operandis de los delincuentes.

No se ha podido ver, ni por los periódicos ni por las cadenas televisivas, el acto de incineración de las drogas decomisadas ni los juicios efectuados a los culpables de tan deleznables crímenes. Todo parece indicar que hay más ruido que nueces y que el objetivo verdadero de las redadas y operaciones es otro.

Es sabido que las fuentes de abastecimiento de artículos de primera necesidad en Cuba son sólo tres. En primer lugar, la supuesta canasta básica que garantiza la Libreta de Abastecimientos por medio de una red de bodegas, y cuya insuficiencia es notoria; la red de tiendas en dólares, cuyos precios prohibitivos para una población que devenga sus salarios en moneda nacional las torna inaccesibles, y por último, el socorrido mercado subterráneo, hijo natural del robo a las empresas productoras y comercializadoras del Estado.

Y esta última fuente de abastecimiento parece ser el verdadero foco de atención de las autoridades cubanas, así como el caudal financiero que se mueve por esas vías. Pareciera que el verdadero objetivo fuere neutralizar el robo en las empresas, detener el flujo de liquidez en manos de la población, exterminar el mercado subterráneo y encaminar las finanzas domésticas hacia las tiendas recaudadoras de divisas, hasta lograr una descapitalización de los incipientes negociantes que la economía subterránea ha generado.

Pero, realmente, es difícil saber a ciencia cierta hacia dónde van encaminadas las intenciones de las autoridades cubanas. Todo se desarrolla en el más denso de los misterios. Sólo sabemos que el terror en los timbiriches, donde antes uno solía tomarse un cafecito o comerse un pan con jamón y queso, es palpable. Los dueños esperan a cada instante la trágica melodía de un chivatazo y el seguro registro por parte de la policía. Van desapareciendo los vendedores callejeros, los "bancos clandestinos" de películas se han desarbolado; es muy difícil encontrar algunos artículos que hasta hace dos meses se hallaban sin dificultad en cualquier esquina, y sólo se escucha un asordinado rumor en las calles que asegura: "el tipo anda ahora por el Asia, pero los que vamos a terminar hablando en chino somos nosotros".


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