Terror en los
timbiriches
Manuel Vázquez Portal, Gurpo Decoro
LA HABANA, febrero (www.cubanet.org) - El año nuevo trajo para el país
tamaños rebumbios. Desde mediados de enero el gobierno cubano aceptó
finalmente que la droga campeaba por su respeto entre las huestes de la sociedad
más pura del mundo.
Bajo ese pretexto (que ya se sabe que la droga no es asunto de pobretes que
viajan en camellos) emprendieron una encarnizada persecución de cuanto
turbio mercader se movía por las ciudades.
Han menudeado los registros, los decomisos, los arrestos. Cada calle, cada
barrio, cada ciudad, ha sido un hervidero de policías, patrullas, perros,
especialistas y chivatos.
Como era de esperar, los medios masivos oficiales no han ofrecido aún
la cantidad de arrestos efectuados, las cantidades de estupefacientes
incautados, las cantidades de redes de narcotraficantes neutralizadas, y mucho
menos, el modus operandis de los delincuentes.
No se ha podido ver, ni por los periódicos ni por las cadenas
televisivas, el acto de incineración de las drogas decomisadas ni los
juicios efectuados a los culpables de tan deleznables crímenes. Todo
parece indicar que hay más ruido que nueces y que el objetivo verdadero
de las redadas y operaciones es otro.
Es sabido que las fuentes de abastecimiento de artículos de primera
necesidad en Cuba son sólo tres. En primer lugar, la supuesta canasta básica
que garantiza la Libreta de Abastecimientos por medio de una red de bodegas, y
cuya insuficiencia es notoria; la red de tiendas en dólares, cuyos
precios prohibitivos para una población que devenga sus salarios en
moneda nacional las torna inaccesibles, y por último, el socorrido
mercado subterráneo, hijo natural del robo a las empresas productoras y
comercializadoras del Estado.
Y esta última fuente de abastecimiento parece ser el verdadero foco
de atención de las autoridades cubanas, así como el caudal
financiero que se mueve por esas vías. Pareciera que el verdadero
objetivo fuere neutralizar el robo en las empresas, detener el flujo de liquidez
en manos de la población, exterminar el mercado subterráneo y
encaminar las finanzas domésticas hacia las tiendas recaudadoras de
divisas, hasta lograr una descapitalización de los incipientes
negociantes que la economía subterránea ha generado.
Pero, realmente, es difícil saber a ciencia cierta hacia dónde
van encaminadas las intenciones de las autoridades cubanas. Todo se desarrolla
en el más denso de los misterios. Sólo sabemos que el terror en
los timbiriches, donde antes uno solía tomarse un cafecito o comerse un
pan con jamón y queso, es palpable. Los dueños esperan a cada
instante la trágica melodía de un chivatazo y el seguro registro
por parte de la policía. Van desapareciendo los vendedores callejeros,
los "bancos clandestinos" de películas se han desarbolado; es
muy difícil encontrar algunos artículos que hasta hace dos meses
se hallaban sin dificultad en cualquier esquina, y sólo se escucha un
asordinado rumor en las calles que asegura: "el tipo anda ahora por el
Asia, pero los que vamos a terminar hablando en chino somos nosotros".
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