El barbero
Oscar Mario González, Grupo Decoro
LA HABANA, Febrero (www.cubanet.org) - En la Cuba de siempre había
dos tipos de barberos: el fijo y el ambulante. A ellos se agrega actualmente el
estatal.
Al barbero o fígaro, como nos gusta llamarle, siempre se le adjudicó
fama de pendenciero, sin tener en cuenta que su excesiva curiosidad es
alimentada por los clientes, pues a casi todos nos gusta conversar con él
y hacerlo partícipe de nuestras inquietudes y puntos de vista. Con él
se conversa mucho y si se le contradice lo hacemos de una forma diplomática.
Tal vez en esto influye aquello de que nuestra cabeza esté a merced de un
tipo armado de navaja y tijera.
Sea como fuere, es un personaje cercano a nosotros, con quien pasamos unos
minutos de nuestra vida cuando el pelo nos impone la necesidad de rebajarlo.
Él, con buena intuición de comerciante, rehuye cualquier polémica
con el cliente, y para ello suele apelar al método socrático, y
mediante preguntas, al parecer ingenuas, nos persuade de la inconsistencia de
nuestros argumentos.
De cualquier manera, esta imagen del fígaro como único tipo
lengüilargo del barrio, quedó anulada desde la aparición de
los Comités de Defensa de la Revolución, en 1960, con la
diferencia de que éstos no cultivan el murmullo y la curiosidad como
entretenimiento, sino con pérfidos propósitos.
El barbero por cuenta propia no está obligado a un precio fijo, pero
normalmente se pagan 5 pesos por el pelado. No obstante, si desea ganarse la
confianza y la amistad del fígaro, ha de darle 10 pesos. De lo contrario,
aunque no le sea negada la sonrisa de despedida, habrá ganado, por boca
de él, fama de tacaño y ridículo.
La barbería de hoy es usualmente un cuarto o la sala de la casa del fígaro
habilitada para tales fines, con un sillón cincuentenario o una silla común
debidamente adaptada.
Los utensilios de trabajo han sido acopiados a través de un paciente
esfuerzo. Algunas vasijas y recipientes cromados datan de medio siglo atrás;
tijeras, navajas y peines constituyen su arsenal de labor y depósito de
recuerdos, ya que algunos le han sido legados por el padre o el abuelo que
ejercieron el oficio o le llegaron del pariente cercano que vive en Madrid o
Miami. Otros los ha adquirido en bolsa negra, de manos desconocidas y de dudosa
procedencia.
El que trabaja para el Estado depende de un complicado sistema salarial de
normas, que consiste en un salario fijo subordinado a un número mínimo
de pelados, a partir de lo cual recibe un por ciento por cada trabajo que
ejecute. En tal caso, los barberos más solicitados obtienen mayor
recompensa no sólo en salario sino en propinas.
El oficio ha evolucionado mucho, y actualmente requiere un perfecto dominio
del mismo, para complacer a muchos jóvenes que solicitan pelados de última
hora. Por otra parte, el barbero de hoy ha de poseer una gran versatilidad y
adaptabilidad, pues al parecer la moda actual se caracteriza por la ausencia de
moda, y lo mismo se usa la melena como el pelado al rape; el medio al rape que
el rapado con monos en la "cocoronilla", y otros más
extravagantes. Claro, cuando el barbero ejecuta esos trabajos especiales los
cobra muy bien.
En general el barbero común es un cubano que con mucho esfuerzo y
perseverancia logra satisfacer sus necesidades básicas, y en los mejores
casos, tener una "guanajita echada" para afrontar cualquier
anormalidad, que bien pudiera ser una multa de 1,000 pesos, o la reparación
del motor del refrigerador, siempre amenazado por los frecuentes apagones.
Pero ahí está él: de pie, inconmovible; con las tijeras
en la diestra y el peine en la mano izquierda. Saludando al vecino y piropeando
a la vecina que pasa por la acera. Porque pese a todo, sigue siendo el fígaro
del barrio. El que con su ganada fama de pendenciero, ha unido parejas siendo a
veces alcahuete y celestino.
Pero todos lo quieren y todos le confían penas y alegrías en
este tiempo de demonios en que las primeras abundan y las segundas escasean. Y
si alguna vez ha creado conflictos, no ha sido de mala fe. Simplemente, y de
tanto conversar, ha creído a veces conocer al ser humano, pero éste
es tan complejo que suele desconocerse a sí mismo.
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