CUBANET .INDEPENDIENTE

25 de febrero, 2003

Meditar sobre discrepancias cultas

Manuel David Orrio, CPI

LA HABANA, febrero (www.cubanet.org) - Cuando a las 10 de la mañana del 24 de febrero comenzó en el minúsculo apartamento de Martha Beatriz Roque el acto central de la Asamblea para Promover a la Sociedad Civil en Cuba para conmemorar desde el Grito de Baire hasta el derribo por la Fuerza Aérea de Castro de cuatro pilotos de la organización Hermanos al Rescate, se encontraban entre el medio centenar de personas allí presentes la esposa del disidente encarcelado Oscar Elías Biscet y el Jefe de la Sección de Intereses de los Estados Unidos de América, Embajador James Cason.

Decenas de actos similares se estaban celebrando en todo el país por las organizaciones adscritas a la Asamblea, según se pudo conocer más tarde. Pero, entretanto, la nota curiosa era la imagen patética de un embajador yanqui resignado a ver lo que ocurría desde un atestado pasillo, porque ése fue el lugar que encontró. Su elevada estatura le sirvió de mucho, mientras su ojos azules sorteaban las acrobacias de fotógrafos y camarógrafos de la prensa extranjera acreditada en Cuba y de sus colegas independientes.

La última vez que la Asamblea realizó evento de naturaleza similar, alrededor de un centenar de personas se desbordó hacia la calle, por cierto digna de un estudio geológico para averiguar cuántos baches y agujeros la adornan. Por ello, para esta ocasión, la Asamblea decidió limitar el número de participantes. Pero ni aún así pudo evitarse que el Embajador Cason se viera relegado a lo que en jerga de teatros se denomina el gallinero.

No obstante, ni Cason, ni la esposa del opositor Biscet parecieron sentirse molestos por apreturas y relegamientos. Estaban allí. Por lo tanto, de un modo, y de otro, estaban expresando reconocimiento y solidaridad hacia la Asamblea, en tanto que empeño alternativo al gobierno de Fidel Castro, tanto como lo es el bien conocido Proyecto Varela, por cierto motivo de apoyo oficial para la administración Bush y para muchos otros interesados en atraer a Cuba hacia un régimen de normas democráticas internacionalmente aceptadas.

Seguramente, tanto en la Habana como en el resto de Cuba, firmantes del Proyecto Varela, incluso hasta seguidores cuasi fanáticos de Oswaldo Payá, estaban haciendo lo mismo que el montón de apiñados en el apartamento de Roque. Todos, absolutamente todos, conmemoraban una fecha tan patria como el aniversario del Grito de Baire, y recordaban lo que para el mundo opositor fue un asesinato en el aire. Recordaban y condenaban, quede claro.

Quizás como de paso, pero no tan de paso, varelistas y antivarelistas desde el lado opositor coincidían en exigir libertad para los presos políticos y de conciencia, apertura política y económica, ratificación y respeto gubernamental de los instrumentos jurídicos internacionales sobre derechos humanos, y, como se dice en Cuba, el diablo colorao. Cada uno a su forma, en medio de discrepancias de todo tipo -el embargo, si cuadrar la caja con la Constitución del 76 o el 92 o el 2002,váyase a saber, o lo que sea- pero todos arribando a un consenso objetivo que para Cuba vale en estos momentos su peso en oro. Para Cuba, así de simple.

Lo más interesante de ese proceso está ahí: el opositor de a pie, con los zapatos rotos y un hambre que da lástima entre tanta corrupción social, está dejando de acusar al opositor de al lado de agente de la policía política, y se está dedicando a ver cómo diantres pueden trabajar juntos. Quien no sirve se detecta, porque todo lo fastidia. Y lo curioso es que está resultando.

Quizás esté naciendo en Cuba otra cultura política; se le puede llamar así -cultura-porque está emergiendo desde lo profundo de la sociedad. Desde tan profundo, que aún parece que va a demorar bastante dicha cultura en permear a las jerarquías opositoras. Las gubernamentales, por ahora, parecen incorregibles. Así que tratemos de concentrarnos en las de la oposición, diríase bien encuadradas en la dicotomía Payá vs. Martha Beatriz Roque, a los efectos de este periodista sólo un instrumento para el análisis, no el recurso de una media sin dignidad para explorar los matices, y para la cual nada mejor que esas dicotomías, un poco al estilo de "en la esquina roja, en la esquina azul….."

Si se toma a los dicotomantes por símbolos, pudiera decirse de Roque que aspira a ser la Margaret Thatcher de Cuba. Pero trabaja como una mula por la democracia, aún pese a su carácter para algunos insufrible. Payá, por su parte, parece un santo salido de los infiernos. Con su Proyecto Varela ha revuelto el mundo, pero sigue siendo un Payá que en una entrevista radial concedida el 19 de febrero a la emisora miamense WQBA dijo de Roque, y de sus partners asambleístas Rene Gómez Manzano y Félix Bonne Carcasses: "Sinceramente, no tengo confianza humana en ellos."

Dentro de Cuba, algunos se preguntan cómo ha sido posible para Payá incluso hasta mantener un vínculo laboral estatal. Atribuyen ese vínculo a supuestas conexiones deshonestas, olvidando por cuánto ha pasado el ingeniero para lograr su hazaña. Pero ahora Payá, de víctima, deviene victimario.

A mucha honra, este periodista considera al Proyecto Varela un esfuerzo notable pero del cual discrepa. Y a mucha honra, este periodista es uno de los dirigentes de la Asamblea. Si se razona en términos políticos, la pregunta digna de hacerse es desde cuándo es necesaria esa llamada confianza humana para, en términos políticos, ir a la mesa de negociaciones para llegar a acuerdos que serían representativos del creciente consenso observable en las bases opositoras. Payá ha reaccionado declarando no confiables a personas como René Gómez Manzano, quien con su elegancia de Lord dijo muy acertadamente que por el modo con que se conducía el proceso de firmas para gestar el Proyecto Varela, éste no tenía validez jurídica. Y es verdad, verdad como templo. Detalles que olvidó Carter -el inocente Carter, el diabólico Carter- cuando mencionó al Proyecto Varela en el Aula Magna de la Universidad de La Habana en palabras de gran impacto mediático.

Martha Beatriz Roque puede ser insufrible. Payá, con sólo el ejemplo aquí mencionado, ha demostrado que puede serlo también. Pero la pregunta no es si uno u otro son dignos de "confianza humana". La pregunta es si serán capaces de elevarse a alturas presidenciables, por el sencillo procedimiento de ascender hasta las alturas alcanzadas por las bases opositoras. Roque ha dado pasos, ése es hecho conocido. Payá tiene hoy inmensas responsabilidades, primera de las cuales es que comience a pensar como político, como verdadero político capaz de identificar al adversario principal. En tal sentido, parece llegada la hora de meditar sobre discrepancias cultas, aunque un Embajador yanqui termine relegado al gallinero.


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