A rueda
robada, carretilla decomisada
Miriam Leiva
LA HABANA, febrero (www.cubanet.org) - Humildes personajes arrastran sus
rudimentarias carretillas a lo largo de las estrechas calles, ondulantes por los
baches en el escaso pavimento, o brincando entre adoquines centenarios en los
alrededores de la Plaza de la Catedral, en La Habana. De miércoles a sábado
llevan las obras de arte de pintores, grabadores, escultores en madera,
ceramistas y artesanos. El resto de la semana no, porque el Estado vela para que
no vendan demasiado y "se enriquezcan".
El enjambre se mueve con desacostumbrada diligencia en esta ciudad, donde
todo es lento y dificultoso. El inquieto cubano ha aprendido a tener paciencia
para esperar lo que le toca enfrentar cada día: el transporte, la cola de
las pocas medicinas en la farmacia o de algún alimento vendido por la
magra cuota de racionamiento.
Todo debe estar listo antes de que comiencen a llegar los turistas
extranjeros. Los mismos artistas o sus representantes colocan las obras en los
sitios habituales, algunos con premura si se les ha hecho algo tarde. En cuanto
llega el primer cliente muestran su mejor sonrisa, responden sus múltiples
interrogantes y procuran convencerlos de que ésa será su mejor
compra en la capital.
Nada parecido sucede en las tiendas estatales, donde al cubano apenas se le
atiende cuando lanza su libreta de abastecimiento sobre el mostrador. Ni en las
tiendas de artículos que se venden fuera de racionamiento. Un poco mejor
lo recibirán en las que se compra en divisas, adonde debe acudir el
cubano para adquirir lo más elemental a precios muy altos.
La iniciativa mercantil denota que el hombre motivado es eficiente. Los
precios no son elevados como para enriquecerse, porque los artistas más
cotizados usualmente no llevan su producción allí. Algunos de
ellos, incluso, tienen la rara posibilidad de disponer de sus propias galerías
o comercializan en sus hogares.
Sin duda, los vendedores de la Catedral tendrán ingresos superiores a
los bajos salarios pagados a la mayoría de la población por el
estado, en pesos devaluados. Pero además de recibir sus remuneraciones de
forma honesta, como resultado de su trabajo, brindan la oportunidad de ganarse
el sustento a miles de personas, fundamentalmente habitantes del pobre municipio
Habana Vieja, quienes viven hacinados en carcomidos edificios con pequeñas
habitaciones, y no poseen otras fuentes de empleo. En todo caso, los modestos
pagos que reciben son muy superiores a cualquier salario del bienhechor
empleador estatal.
En algún espacio se preparan meriendas. En otro se engalanan, más
bien disfrazan, las damas y caballeros negros y mulatos que pululan para
reclamar a los turistas el pago de un dólar por retratarse junto a "lo
folclórico" con un puro habano en la boca. Quizás en otro se
guardan las obras o la carretilla para trasladarlas desde algún
improvisado y vetusto almacén al mercado en la mañana.
Pero el miércoles 19 de febrero llegaron ¡a las carretillas! los
temidos inspectores. Comenzó el decomiso y la imposición de multas
de 600 pesos (unos 23 dólares). Como promedio, los carretilleros ganan
alrededor de 30 dólares mensuales por su humilde labor.
- ¿Por qué quiere llevarse mi carretilla? -inquirió un
propietario. Tengo licencia.
Respuesta muy sencilla. A la cubana. En la Habana Vieja los grandes depósitos
plásticos para la basura han perdido sus ruedas. Los carretilleros las
han "tomado" para fabricar sus instrumentos de trabajo
Un ingenuo propietario replicó:
- Yo no las robé. Además, tengo licencia. En todo caso, llévese
las ruedas y déjeme el resto.
Respuesta del inspector:
- Muéstreme los papeles de compra de la madera.
Pero, ¿qué comprobantes puede tener alguien, si esos artículos
no se comercializan en la red de establecimientos estatales, en pesos o dólares?
Debe suponerse, pues, que fueron adquiridos en el mercado negro, que de ilegal
ha pasado a habitual.
Conclusión: como no se encuentran las ruedas ni los que han cometido
el supuesto delito, alguien tiene que cargar con las culpas. Se acabaron las
carretillas, y para colmo, deben abonar 600 pesos.
Es cierto que en lugares donde están colocados tanques de
desperdicios con ruedas, alguno se encuentra en muletas o necesita silla de
ruedas. Reprobable actuación que lesiona a toda la ciudadanía.
Pero la solución no puede ser arbitraria.
Por todo el país se han emprendido grandes redadas en los últimos
meses. Se inició con la persecución de las drogas y se ha
extendido a todo lo imaginable: antenas parabólicas escondidas para
captar los prohibidos canales extranjeros, "bancos" de alquiler de "videocasetes",
sacos de harina... La penalización va desde el decomiso de los materiales
hasta la confiscación de las viviendas.
Ahora ha toca el turno a las carretillas. ¿Mañana qué
vendrá?
Ola represiva contra trabajadores por cuenta propia
Esta información ha sido transmitida por teléfono,
ya que el gobierno de Cuba no permite al ciudadano cubano acceso privado a
Internet. CubaNet no reclama exclusividad de sus colaboradores, y autoriza
la reproducción de este material, siempre que se le reconozca como
fuente.
|