El delito de
una lectura "Disidente"
Claudia Márquez Linares, Grupo Decoro
LA HABANA, febrero (www.cubanet.org) - Fue en el año 1994 cuando por
primera vez sobre la mesa de una Sacristía de cuyo nombre no quiero
acodarme -es más beneficioso para el sacerdote-; hojeé un número
de la Revista Disidente. Confieso que a mis 16 años nunca había
escuchado la palabra disidente, por lo que mi pregunta no se hizo esperar: ¿qué
quiere decir disidente? La sonrisa irónica del Sacristán y de otro
amigo que estaba a su lado hicieron que mi curiosidad aumentara. Pocos minutos
después los dos se deshacían en explicaciones para que yo
comprendiera esta palabra y por supuesto me prestaron la revista para que la
leyera.
Encontrar una revista, boletín, libro o cualquier documento que hable
de democracia, del trabajo de la oposición pacífica en el interior
del país, de la situación de las cárceles siempre resulta
interesante para cualquier cubano. Estos son temas ignorados por el gobierno y
la prensa oficial y muchos, cuando leen la literatura alternativa que circula en
la Isla, se asombran de lo que ocurre en su propio país.
No es inusual para aquéllos que han abierto una biblioteca
independiente en su hogar que un comunista se interese -aunque sea enviando a un
familiar cercano para no "quemarse"- por los libros que por más
de cuarenta años no han sido publicados por las editoriales cubanas. No
es difícil que 1984 y Rebelión en la Granja, de Orwell, así
como los libros "prohibidos" de los intelectuales cubanos exiliados,
se conviertan en los de mayor demanda entre los lectores.
Por mucho que el gobierno se empeñe en desacreditar a la llamada "literatura
contrarevolucionaria" la gente pregunta y busca en las bibliotecas
independientes Cómo llegó la Noche de Huber Matos; Dulces
Guerreros Cubanos, de Norberto Fuentes; Proa a la libertad, de Rafael del Pino;
autores que estuvieron muy cercanos a la cúpula del poder y que revelan
características personales que el pueblo no conoce de los legendarios líderes
de la Revolución. Los tres, en diferentes épocas, decidieron
romper con la Revolución cubana.
Aunque en apariencia las autoridades de la cultura han mostrado cierta
apertura publicando los cuentos de Virgilio Piñeira, Paradiso de Lezama
Lima, los Ensayos de Jorge Mañach; aún se está muy lejos de
alcanzar la tolerancia en la literatura, pues la distribución por parte
de las editoriales es muy limitada. Según una fuente que labora en la
Biblioteca Nacional, allí permanecen empolvados los libros de Zoé
Valdés y de Reinaldo Arenas, que no se ofrecen como préstamo al público.
Cada vez son más los boletines independientes que con modestos
recursos circulan dentro de la Isla con el fin de informar al pueblo, pero todavía
son insuficientes los mecanismos alternativos para informar pues son millones
los cubanos que no tienen acceso a Internet, ni poseen un radio de onda corta
(cuestan entre 60 y 90 dólares) ni leen los periódicos de otros países.
Esta información ha sido transmitida por teléfono,
ya que el gobierno de Cuba no permite al ciudadano cubano acceso privado a
Internet. CubaNet no reclama exclusividad de sus colaboradores, y autoriza
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