A paso de
bastón: pregoneros
Manuel David Orrio, CPI
LA HABANA, febrero (www.cubanet.org) - Inmerso como he estado en los
primeros encuentros con mi computadora, ni cuenta me había dado de la
repentina desaparición en los pasillos del edificio donde resido de un
pelotón de vendedores clandestinos, todos pregoneros de sus mercas
respectivas.
Como por ensalmo descubrí que ya no se escuchaba el matinal grito de
"!eeel paan!" o el vespertino "!aaroomatizanteee!" con que
un vendedor de nasal voz anunciaba sus productos para el aseo del hogar.
Tanto silencio no de corderos, sino de pregoneros, me hizo investigar. Sobre
todo por la nostalgia de unas panetelitas borrachas que a mi puerta tocaban,
pergeñadas de aires conspirativos, pero ahora desparecidas para protesta
de algunos glotones del pasillo.
Andando y preguntando di con una vecina al parecer bien informada, quien
entre chismes de cuernos barrioteros y aquelarres brujos de la esquina, me
informó que con "este lío de la droga la policía está
aprovechando para meterle mano a cualquiera. Al vendedor de ron de la otra calle
le hicieron un registro y le viraron la casa patas arriba. Pero no le
descubrieron nada. Y como están confiscando equipos y hasta los bombillos
si te descuidas, la gente tiene miedo".
El gobierno de Fidel Castro acaba de reconocer que en la Isla se está
produciendo un incremento sostenido del narcotráfico. Pero como en Cuba,
cuando se corta leña, saltan más astillas de las necesarias, la
batida también se ha extendido a distintas ramas de la economía
informal, al punto de hacerme recordar ese refrán que dice: "de lo
sublime a lo ridículo, un paso".
No es lo mismo perseguir a comerciantes de drogas que a simples y pobretones
buscavidas, más dignos de legalización racional y estimulante. Mi
vecina piensa así .Sólo que me lo dice entre relatos que parecen
montañas de rumores, según los cuales la policía antinarco
amenaza con dejar al país sin el regalo de algunos destacados músicos,
todos los cuales serían apasionados degustadores de polvitos o yerbitas.
Por mi parte, pensé que con este desbarajuste los pregoneros de mi
pasillo fueron sustituidos por los pregoneros del rumor, sin dudas a falta de
una completa información por parte de la media oficial. Hasta se dice
que oficiales de la norteamericana Drug Einforcement Agency (DEA) están
participando en determinadas operaciones conjuntas con la División
Antinarcóticos de Cuba. Traté de confirmarlo, pero una cortina de
silencio se alzó frente a mí. Aunque, por el municipio Playa,
nadie supo explicar qué diantres hacía un auto van aparcado a unos
50 metros del lugar donde los antinarcos conducían un feroz operativo. Lo
curioso, según las lenguas: del van sólo salían voces en
inglés.
Pregoneros desaparecidos, sospechas de hombres de la DEA en las calles de La
Habana. Entre tantas dudas y nostalgias me debatía, cuando una mañana
me sorprendió un conocido aviso: "!eeel paan!". Primero
discreto, después como reconquistando su espacio en los pasillos, el
vendedor clandestino inició el retorno de los pregoneros. Le sucedió
el tipo de los aromatizantes; la señora de las pegatinas que remedan
tatuajes reinició su comercio y !oh, bendición de Dios!,
finalmente tocaron a mi puerta las panetelitas borrachas, que de paso fueron
también adquiridas por un inspector de viviendas que ¡todos los
meses! viene a verificar la legalidad del apartamento rentado donde resido desde
hace más de dos años. Porque ¡señores! No se cansan de
comprobar
"De lo sublime a lo ridículo, un paso", sigo pensando. Me
viene a la mente una frase atribuida a Máximo Gómez, según
la cual "los cubanos no llegan, o se pasan". Ahora, con la fiebre de
perseguir a los narcos, confiscar las viviendas donde haya videotecas
clandestinas o hasta asustar a los vendedores informales, tal parece que arderá
Troya. Pero dentro de tres meses nadie sabe qué sucederá. Nadie
sabe si se continuará reprimiendo al narcotráfico con la misma saña
de ahora. Muy peligroso sería que pase como con los pregoneros: que
retornan.
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