CUBANET .INDEPENDIENTE

20 de febrero, 2003

Balance a la ligera

Oscar Mario González, Grupo Decoro

LA HABANA, febrero (www.cubanet.org) - El socialismo cubano es una cangrejera en la que todo camina en sentido opuesto, o uno de esos viejos motorcitos que dan un paso adelante y dos hacia atrás. Ello se desprende del balance anual del Ministerio de la Industria Ligera realizado el 13 de febrero pasado.

Si se le adjudica total credibilidad a los datos allí ofrecidos, se tiene que de los 31 objetivos o propósitos de trabajo se cumplieron 12, para un 38 % de cumplimiento, mientras que el plan de ventas no se pudo cumplir y las exportaciones alcanzaron tan sólo el 71 % de lo previsto.

En un año en que a la población se le vendieron menos productos racionados, las tiendas recaudadoras de divisas aumentaron sus ventas en un 20 %. Como único logro tangible se destaca la producción de 43 millones de tabloides, destinados en su mayor parte al adoctrinamiento político que conforme al léxico belicista del régimen, ha sido denominado "batalla de ideas".

Según palabras del vicepresidente del Consejo de Estado Carlos Lage, "ningún éxito económico es aceptable si viola una sola norma de disciplina o de ética".

Anteriormente, y en fecha tan temprana como a mediados de la década de 1960, el entonces comandante Ernesto Guevara, devenido ministro de Industrias, sintetizaba esta idea con la frase: "la calidad es el respeto al pueblo".

Si nos atenemos a ello, tenemos que concluir que el sistema político imperante en el país ha sido totalmente irrespetuoso con el pueblo de Cuba. Porque en ese evento no se dijo que la pasta dentífrica ofertada a la población a razón de un tubo por núcleo familiar con imprecisa periodicidad y que habitualmente satisface sólo el 10 % de las necesidades, es de pésima calidad, pues cuando hace espuma no refresca, y si refresca no hace espuma.

Tampoco se dijo una palabra sobre la calidad del detergente líquido, que por afectar la piel muchas amas de casa prefieren no usarlo. Y se guardó total silencio sobre la calidad de los zapatos de confección nacional que se adquieren al precio de 20 y 30 dólares, y a las cuarta o quinta puesta se despegan. A nadie se le ocurrió referirse al secreto a voces de que el gobierno suele vender ropas con etiquetas extranjeras en las tiendas dolarizadas, que realmente son producidas en las unidades de la Industria Ligera.

Faltó expresar allí la idea de que cuando se le vende a un ciudadano un artículo de baja calidad o dudosa procedencia, se incurre en un delito de estafa. Asimismo, vender un jabón por la libreta de racionamiento, que no huele, ni limpia, ni hace espuma, mientras el ofertado en la tienda recaudadora de divisas es muy superior en calidad a pesar de haberse elaborado en la misma fábrica, constituye una humillación al ciudadano. Ello no admite otra clasificación, si es que se quiere ser fiel a la palabra.

La calidad de un artículo sólo es propósito de una economía centralizada como la cubana. En situaciones normales, la calidad es condición, imperativo, requerimiento. Sencillamente si su producto carece de ella, o ésta es insuficiente, no hallará comprador, no podrá venderla. La venta se desplazaría hacia otro vendedor. Así de sencillo.

Cuba, entre tantas cosas que la enorgullecían, contaba con una legión de audaces y sabios empresarios privados que constituían una de sus mayores riquezas.

Los zapatos "Ingelmo" habían acaparado el mercado nacional, desplazando al calzado de procedencia norteamericana e italiana; la pasta "Gravi" competía exitosamente con la mundialmente reconocida "Colgate"; las conservas "Conchita" hacían otro tanto con la prestigiosa firma "Del Monte", y el refrescante "Jupiña" tenía un amplio mercado nacional cerrado nada menos que para la exquisita y universal "Coca-Cola". Y todo ello sin aspavientos ni balances anuales televisados, donde siempre se expresa lo que le interesa decir al gobierno y nunca lo que necesita saber el pueblo.

Porque en toda esta algarabía siempre adornada de falso optimismo, en la que cualquier incumplimiento es achacado a los ciclones, sequías y al inevitable imperialismo yanqui, no se dijo una frase de interés para el pueblo. No se dijo siquiera si la tarjeta de racionamiento se reforzaría con unos gramos más de jabón o detergente.


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