Andres Oppenheimer, El
Nuevo Herald, febrero 19, 2003.
Dos encuestas dadas a conocer la semana pasada podrían socavar uno de
los principales argumentos de Fidel Castro para prohibir las libertades
esenciales y mantener su país bajo un estado de sitio permanente desde
hace cuatro décadas: que Cuba está amenazada por una ''mafia de
Miami'' que quiere invadir la isla, castigar a los colaboradores del régimen,
y convertir al país en una colonia de Estados Unidos.
Las dos encuestas sobre los exiliados cubanos --realizadas respectivamente
por Schroth y Asociados y Bendixen y Asociados-- muestran que la mayoría
de los cubanoamericanos del sur de la Florida apoyan la idea de que el cambio en
Cuba debe venir desde dentro de la isla, en lugar del exilio, y que debe ser pacífico.
Un 61 por ciento de los exiliados cubanos dijo que apoya el principio de
''perdón y reconciliación'' como la base para una transición
en Cuba, según la encuesta de Bendixen, realizada para el Grupo de
Estudios Cubanos, una organización de línea moderada. Y un 59 por
ciento de los exiliados apoya el Proyecto Varela, la propuesta impulsada por el
activista opositor Oswaldo Payá y firmada por más de 20,000
personas en la isla para pedir un referéndum sobre cambios democráticos
dentro de las leyes vigentes en la isla, según la encuesta de Schroth,
realizada para The Miami Herald.
Estas encuestas marcan un cambio significativo de las posturas de la
comunidad cubanoamericana hace apenas una década. A comienzos de la década
pasada, un 73 por ciento de los exiliados apoyaban la idea de una invasión
de los exiliados para derrocar a Castro. El eslogan en las manifestaciones
anticastristas en Miami era ''¡Guerra! ¡Guerra! ¡Guerra!''
Ocasionalmente, grupos de exiliados lanzaban ataques armadas contra la isla o
aviones o barcos cubanos. Los exiliados calificaban de ''traidores'' a los
disidentes de la isla, y el líder de la poderosa Fundación
Nacional Cubano Americana (FNCA), Jorge Mas Canosa, no escondía sus
deseos de ser presidente de Cuba.
Castro, por supuesto, aprovechó al máximo la amenaza del
exilio cubano. A los cubanos en la isla, les ha estado repitiendo durante décadas
que la ''mafia de Miami'' quiere despojarlos de sus casas, y convertir a Cuba en
una colonia norteamericana. Y ante sus audiencias latinoamericanas y europeas,
ha presentado una versión tropical de la historia de David contra Goliat,
aduciendo que Cuba está bajo la permanente amenaza de los ''terroristas''
de Miami.
Pero las nuevas encuestas de los exiliados, si son correspondidas con políticas
sensatas, podrían desbaratar la base del discurso de Castro. En efecto,
va a ser difícil para Castro seguir tratando de justificar 44 años
sin permitir partidos políticos o libertad de expresión en aras de
la defensa de la patria, cuando los enemigos de la patria están
predicando perdón y reconciliación nacional.
Puede que sea demasiado optimista, pero creo que la nueva postura del exilio
a favor de una transición pacífica en la isla cambiará el
eje de la discusión sobre Cuba hacia la isla, donde siempre debió
haber estado. Como lo dice Carlos Alberto Montaner, el escritor cubano exiliado
en Madrid, Castro siempre ha tratado de presentar el conflicto cubano como un
problema ''Estados Unidos versus Cuba'', en lugar de un problema de "democracia
versus dictadura''.
¿A qué se debe el cambio reflejado en las encuestas del exilio
cubano? En primer lugar, a los cambios demográficos. Desde 1980, las
sucesivas oleadas de inmigración de Cuba han cambiado el rostro del
exilio. Bajo los acuerdos migratorios de 1994, han llegado a Estados Unidos unos
20,000 cubanos por año, y la mayoría se ha asentando en el sur de
la Florida.
Los últimos en llegar son gente con padres, hermanos o hijos en la
isla, que aman a sus seres queridos más de lo que odian a Castro. En
lugar de ver a quienes se quedaron en la isla como sus enemigos, los ven como lo
que alguna vez fueron ellos mismos: víctimas de un régimen
opresivo, gente que hace lo que puede para sobrevivir sin meterse en problemas.
La crisis del niño balsero Elián González, en 1999,
también llevó a muchos líderes del exilio a reconsiderar su
estrategia. Las descripciones de los exiliados de Miami como fanáticos
irracionales que aparecieron en los medios de Estados Unidos y el mundo los
llevaron a la conclusión de que, por lo menos, tenían un problema
de imagen.
Las cosas están cambiando en Miami. La FNCA, otrora de línea
ultra dura, se ha movido hacia el centro después de la muerte de su ex líder
Jorge Mas Canosa, y el nombramiento de su hijo, Jorge Mas Santos, en su lugar.
Mas Santos aboga por iniciar conversaciones con funcionarios cubanos, con la
excepción de los hermanos Castro, para iniciar una transición pacífica
hacia una apertura política en la isla.
''No podemos vivir en una cápsula de tiempo'', me dijo Mas Santos en
una entrevista telefónica. "La transición tiene que tener
lugar en la isla, con los cubanos de la isla, encabezada por los cubanos de la
isla, y con miembros del actual gobierno que quieran que las cosas cambien.
Ellos son los que iniciarán el cambio''.
Preguntado si quiere ser presidente de Cuba, como su padre, dijo: "No,
en absoluto. Sólo quiero ayudar en lo que pueda a liberar a Cuba. Aspirar
a otra cosa sería una locura, ridículo''.
Afortunadamente, cada vez más líderes del exilio cubano están
leyendo las encuestas, y aprendiendo las lecciones de la historia reciente de América
Latina. Las experiencias del plebiscito de 1988 en Chile y de las elecciones de
1990 en Nicaragua enseñan que los opositores de línea dura se
equivocaron. Fueron los activistas prodemocracia de línea moderada los
que, con su estrategia de aprovechar todas las rendijas legales del sistema,
lograron terminar con sus respectivos gobiernos autoritarios.
Las encuestas del sur de la Florida muestran que la mayoría de los
exiliados cubanos continúan apoyando el embargo comercial de Estados
Unidos a Cuba. Pero según los encuestadores, esto no está en
contradicción con la creciente postura pronegociadora del exilio:
simplemente significa que muchos exiliados no quieren que el embargo se levante
unilateralmente, sino que se utilice como ficha de negociación para
lograr una apertura política en la isla.
Es cierto que los exiliados de línea dura todavía tienen un
importante peso político a través de sus tres legisladores en el
Congreso de Estados Unidos. Pero no estoy muy seguro de que éstos
reflejen el pensamiento de toda la comunidad exiliada, reflejada en las
encuestas. Más bien, la línea intransigente de estos legisladores
es producto del hecho de que muy pocos de los recién llegados votan en
las elecciones norteamericanas, mientras que los llegados antes de 1980 votan
masivamente. Esto cambiará con el tiempo.
¿Significa esto que los exiliados cubanos han abandonado su esperanza
de terminar con la dictadura de Castro? Por supuesto que no. Pero, según
los encuestadores, están dispuestos a buscar nuevas avenidas --pacíficas--
para lograr cambios políticos en la isla.
Los resultados de las nuevas encuestas son una buena noticia. Quitarle a
Castro su principal arma propagandística --el temor a los exiliados-- sólo
puede ayudar a acelerar los cambios en la isla. Quizás, con el tiempo, el
exilio cubano será visto en el mundo como una fuerza de moderación,
y la familia Castro como una intransigente "mafia de La Habana''. |