Mascota
Yoer Delvas Rocas
LA HABANA, febrero (www.cubanet.org) - El béisbol ha sido, es y será
siempre pasión para el cubano. No importa edad, sexo ni situación
social o económica, para hablar, ver, leer e incluso discutir sobre el
tema. Se dice que hay tantos directores de equipos en Cuba, como habitantes
tiene la isla, cada uno haciendo valoraciones propias referentes a la manera de
lanzar, correr y batear.
Si de estrategia se trata, en los graderíos hay decenas de genios
escondidos con el mejor plan de ataque que convertirá a su equipo en
eterno campeón. Nadie disfruta más una victoria o sufre tanto cada
derrota que el "manager" de tribuna, ese ente especial que florece
doquiera que hay un juego de pelota, sea de primer nivel o de manigua, sean los
jugadores figuras establecidas o escolares quienes que se encuentran fajados por
el triunfo.
1960 marcó el antes y después también en la pelota; a
partir de entonces, al desaparecer las ligas profesionales para dar paso a las
otrora olvidadas amateur, ocurrió una profunda transformación en
ese hermoso espectáculo. Los peloteros, ávidos de darse a conocer,
luchaban cada strike, bola, fildeo o corrida cual si la propia vida dependiera
de ello.
Paulatinamente el entorno comenzó a hacerse monótono, no
importaba mucho la calidad del jugador, siempre los mismos eran escogidos para
representar al país en eventos internacionales. La manida frase "lo
que importa no es ganar o perder, sino competir", fue sustituida gracias a
la politización del deporte en "no aceptamos otra cosa que la
victoria", sobre todo cuando el contrincante era Estados Unidos; una
derrota frente a otro equipo, aunque dolorosa, era tolerada; mas frente a los
yankis era inaceptable.
En los últimos años nuevos cambios han aparecido en el deporte
de las bolas y los strikes, los cuales han provocado a su vez variaciones en los
deportistas. Hoy éstos dan cada día más de sí,
defienden con creciente orgullo el gallardete de su equipo, luchan a brazo
partido por amor al uniforme que llevan, sin importar tanto si son o no
seleccionados para integrar el equipo nacional. Me atrevo a decir que muchos
prefieren ser enviados a Japón formando parte de equipos profesionales de
ese país, lo que por supuesto representa algunos dólares en los
bolsillos, que de otro modo no recibirían.
Muchas son las causas de que el béisbol haya recuperado el terreno
perdido ante otros eventos, lo que se manifiesta en stadiums repletos de público,
discusiones beisboleras en parques, ómnibus y centros de estudio o labor.
Pero los cambios ocurridos han calado en la afición, en la fanaticada.
Hemos sido testigos de oleadas de seguidores de un equipo recorrer las calles de
la ciudad dando rienda suelta a la alegría por un campeonato logrado.
Sucedió así hace varios años en ocasión del triunfo
del más controvertido plantel cubano: Industriales.
No sé a ciencia cierta si se debe a que el uniforme recuerda al del
Almendares de la época profesional, equipo éste que tenía
muchos simpatizantes. Lo que sí es cierto es que, gane o pierda, siempre
habrá tela por donde cortar y todos, simpatizantes o contrarios, hablan
de los azules de la capital cubana.
Si bien antaño el Almendares poseía como emblema un enorme
alacrán azul, para combatir frente a tigres, leones y elefantes,
(emblemas de los otros teams), en los últimos tiempos han surgido, para
inspirar a los diferentes planteles, nuevas mascotas. Entre éstas tenemos
gallos, vaqueros, perros y otros; pero la más mencionada, observada y
hasta seguida por las cámaras de televisión, es un bello ejemplar
canino ataviado con traje industrialista, que diariamente asiste junto a su dueño,
a cada partido del equipo.
Este salchicha, de nombre Pilly-Chocolate, permanece durante todo el juego
haciendo de las suyas: levanta la patica delantera para mirar el reloj digital
que lleva puesto o ladra al son de la fanaticada pidiendo a su equipo que haga
carreras. Ah, si Industriales está debajo en el score, Pilly camina
cabizbajo sobre el techo del dugout. Justo es decirlo, a pesar de los problemas
y dificultades cotidianas, hasta los canes se apasionan con el béisbol en
la isla caribeña de palmas, sol y son.
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