En el
socialismo no hay servicio
Claudia Márquez Linares, Grupo Decoro
LA HABANA, febrero (www.cubanet.org) - Siendo el mercado el mayor enemigo
del socialismo cubano, el ciudadano de esta Isla está condenado a ser víctima
de un pésimo servicio. La mayoría de los servicios a la población
se ofertan con el desgano propio de una sociedad donde la ineficiencia económica
está a la orden del día. La obstinación de controlarlo todo
a través del Estado hace que cada vez sea mayor el valor de los impuestos
y el número de infracciones merecedoras de una multa.
Las personas pertenecientes a ese cada vez más reducido número
de cuentapropistas, sector de la población que surgió a partir del
derrumbe del campo socialista, hicieron comprender al ciudadano común lo
que significa un esmerado servicio. La higiene, el buen trato, la calidad de los
productos que se ofertaban sumieron en la bancarrota a los servicios gastronómicos
estatales, donde las moscas, la escasez de agua y detergente, la pésima
calidad de los alimentos, se ganaron el rechazo de los más escrupulosos
en sus hábitos alimentarios.
Algunos restaurantes privados más conocidos como Paladares se ganaron
la fama por su atención en crear un mejor ambiente para los consumidores
apoyándose en plantas ornamentales y rapidez y calidad en sus servicios.
Muchas de estas Paladares trajeron a sus dueños prosperidad económica,
lo que condujo rápidamente a las autoridades al aumento de los impuestos
y las restricciones en el número de empleados a un límite tal que
en la actualidad sólo permiten que se empleen a los miembros de una misma
familia.
Esa condición innata para ofrecer un mal servicio no sólo
pertenece al mundo de la gastronomía. También los hospitales, las
tiendas, las instituciones burocráticas padecen de este mal endémico
del socialismo tropical. Para un cubano encontrarse un funcionario con mal carácter
o un "atravesado" no es algo extraño. Una mala contesta o el
simple hecho de no mirarle a la cara mientras lo atienden son algunas de las
cualidades más comunes de los empleados públicos. A veces, instantáneamente,
los justificamos pensando que reciben salarios miserables y tienen problemas
personales.
En un país donde las multas son una meta a cumplir por policías
e inspectores, para cumplir un plan todo el mundo es víctima del
andamiaje burocrático. En las farmacias se acaban rápido los
medicamentos porque los administradores venden a sobreprecio en el mercado negro
lo que le deben vender a la población. Es comprensible, los
administradores no ganan más de lo equivalente a diez dólares al
mes. Cuando asistes al dentista la excusa de que no hay materiales se desvanece
cuando el médico o su asistente ven que se le ofrece un billete verde (dólar).
Billete que en la década de los ochenta llevó a tantos cubanos a
prisión por "tenencia ilegal de divisas".
Pero el servicio para turistas ya es distinto. La limpieza y el buen trato
están a la orden del día y las clínicas especializadas
gozan de materiales básicos, como reactivos para los exámenes en
los laboratorios y una higiene propia de clínicas capitalistas pero sin
derecho a la indemnización. A Alba Rosa, una joven de 25 años, su
dentista le empastó una muela con un algodón en su interior. El
algodón permaneció en su boca por dos años hasta que una
molestia la llevó nuevamente al dentista y se lo extrajeron. Junto a la
muela, por supuesto. Alba Rosa espera que sus familiares le manden dólares
desde Miami para poder pagarle a un dentista que le garantice no perderá
otra pieza.
Mientras las autoridades critican la globalización y el
neoliberalismo, el país constituye un buen paradigma de la ineficiencia
en los servicios. El gobierno no tiene una alternativa viable para demostrar al
pueblo que el socialismo nos librará de la pobreza. Con altos impuestos e
intervencionismo del Estado no se construye una sociedad próspera. No en
vano la República Checa se libró del comunismo y hoy constituye un
ejemplo digno de imitar por Cuba. Lo que pasa es que muchos quieren permanecer
ciegos mientras disfrutan de las prebendas del buen servicio desde la cúpula
del poder.
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