Wilfredo Cancio Isla.
El Nuevo Herald, febrero 18,
2003.
El plan concebido por dos oficiales de las Tropas Guardafronteras de Cuba
para escapar a Estados Unidos comenzó a fraguarse a partir de un pacto de
$10,000 para permitir que un lanchero de Miami entrara hasta las costas cubanas
a recoger a sus familiares.
''La operación era mirar y callar'', relató ayer el teniente
Edgar Raúl Batista Gamboa, quien desertó el pasado día 7
junto a otros tres guardafronteras cubanos. "Yo iba supuestamente a
interceptar la lancha que venía de Miami, con el hermano de un amigo, y
luego los dejaba ir dándole al destacamento [punto de control en Cuba]
datos falsos sobre el folio y el tipo de embarcación... Eran $1,000 para
otros dos de nosotros y yo me quedaba con $8,000 y un carro moderno que mi amigo
le había comprado a un extranjero''.
Pero el plan inicial se frustró por varios imprevistos, incluyendo un
accidente automovilístico de Batista, y terminó transformándose
en la obsesión de los dos oficiales por abandonar la isla y empezar una
vida nueva en territorio norteamericano.
Batista, de 30 años, el subteniente Ofil Lara Corría, de 31, y
los soldados Yoandri Rodríguez Tamayo, de 20, y Rodisan Segura López,
de 19, conversaron ayer por más de tres horas con El Nuevo Herald en un
motel de Miami, donde han sido ubicados temporalmente por la Conferencia de
Obispos Católicos de Estados Unidos. El grupo fue liberado el viernes
tras largas sesiones de interrogatorios con las autoridades federales.
''Esto es histórico'', comentó jocosamente Batista, quien era
el patrón de la embarcación y formó parte de las Tropas
Guardafronteras desde 1993. "Fueron siete meses preparando esto, parecía
que estábamos condenados a quedarnos allá''.
Aunque en sus testimonios los desertores dijeron no tener pruebas concretas
sobre la complicidad de los guardacostas cubanos en operativos de contrabando
humano y narcotráfico, no descartaron que pueda suceder con frecuencia
como consecuencia de las dificultades económicas que enfrentan los
militares, mayormente jóvenes nacidos después de la llegada de
Fidel Castro al poder en 1959.
''Eso es un caos'', manifestó Batista, que es natural de Ranchuelo,
Villaclara. "A mí muchas veces me ofrecieron hasta $15,000, cadenas
de oro, en fin... No cedí entonces porque tu no puedes confiarte de
nadie, pero la tentación es muy grande, porque la miseria de Cuba es
tremenda''.
Batista ganaba un salario mensual de 620 pesos cubanos (unos $23), después
de 11 años de servicio. Dejó en Cuba a su esposa y la hija de
ambos, Catherine de la Caridad, que cumplirá un año el 22 de
febrero.
''La miseria es tremenda y en Cuba cualquier cosa puede ser'', repitió.
'En la base de guardafronteras de Villaclara sé que 'explotaron'
[sancionaron] a tres patrones de lancha por recibir sobornos de contrabandistas
de personas, y la droga está entrando por algún lado al país,
¿no?''.
El plan de fuga comenzó a cobrar vida en el pasado verano, cuando
Batista y Lara empezaron a trabajar juntos. Ambos eran militantes del Partido
Comunista de Cuba (PCC). Un día en una conversación sobre la
situación del país, Lara le confesó a su superior que quería
escapar de la isla.
''Tuve mucho valor en decirle eso, porque él era un patrón de
11 años'', recordó Lara, que es oriundo de Isla de la Juventud. "Pero
desde ese día nuestra relación fue como de hermanos''.
Por entonces Batista no tenía aún la decisión de
escapar, pero pudo ver algunos videos de personas que habían llegado a
Miami recientemente.
"Eso me fue abriendo la mente y haciéndome pensar, porque eran
gentes, guajiros como yo, que se habían ido de Cuba hacía poco
tiempo y ya estaban haciendo una vida normal, con comodidades que ni siquiera
podíamos soñar allí''.
El 8 de septiembre, tras poner una ofrenda a la Virgen de la Caridad del
Cobre, patrona de Cuba, Batista decidió su suerte.
'Le dije a Ofil que yo también 'iba echando' [que se iba]'', contó.
Entonces nos dimos un abrazo y pa'lante''.
La lancha para la fuga estaba en la base de guardafronteras de Jaimanitas,
al oeste de La Habana. Hicieron varios preparativos, comenzaron a ahorrar
gasolina y le incorporaron un tanque adicional de reserva a la embarcación,
bajo el cojín de popa. A esas alturas, el soldado Rodríguez Tamayo
se había sumado también a los planes de estampida. Pero una y otra
vez no aparecía la ocasión propicia.
''Acudimos hasta un santero a despojarnos, varios despojos nos hicimos
porque las cosas no salían'', expresó Batista.
Los acontecimientos se precipitaron finalmente el jueves 6 de febrero. Ese día
hablaba el gobernante Fidel Castro en el teatro Karl Marx, en La Habana, durante
la clausura del Congreso Pedagogía 2003. Las Tropas Guardafronteras
acostumbran movilizarse en estos casos y la lancha de Batista fue ordenada a
dirigirse rumbo al Río Almendares a las 5 p.m.
Batista rememoró que se tiró de la cama y le dijo a Lara: "ESto
es para nosotros, si no es hoy no será nunca''.
El único problema era que el joven soldado Segura López estaba
ajeno al plan de sus compañeros de embarcación.
''Compramos unas cervezas para ver cómo se comportaba {Rodisan], pero
cuando le dijimos que estábamos dispuestos a ir pa'la Yuma [EU] y él
dijo que su locura siempre había sido irse, pues fue una alegría
total'', contó Batista.
Alrededor de las 11 p.m. de esa noche terminó el discurso de Castro.
A las 11:23 p.m. la embarcación con los cuatro fugitivos emprendió
viaje rumbo a altamar.
''Le dije, métele Ofil, 45 nudos, rumbo 05, esto es de nosotros'',
recordó el oficial.
Los contactos por radio con el puesto de mando de Tropas Guardafronteras se
mantuvieron hasta que la lancha en fuga estaba a 18 millas de la costa. ''Una
lancha Griffith [de los guardacostas] trató de contactarnos pero no
respondimos más'', acotó Lara.
A las 60 millas de Cuba, los tripulantes detuvieron la lancha.
''En ese momento estábamos confiados'', manifestó Batista. "Los
jefes [en Cuba] nos amenazaban diciéndonos que el que se llevara una
lancha no llegaría a las 60 millas, y ya nosotros estábamos allí''.
Tras haber navegado 107 millas se cruzaron con un barco camaronero, cuyo
patrón les dio las coordenadas exactas de Cayo Hueso: rumbo 152, a 14
millas. Eran las 3 a.m. del viernes 7 de febrero.
Poco después la lancha atracó en la dársena del Hotel
Hyatt de Cayo Hueso. Dos fusiles AK-47 con más de 400 cartuchos quedaron
en el camarote, pero Batista conservó su pistola de oficial. Vestidos de
camuflaje, los cuatro hombres atravesaron los pasillos del hotel y se dirigieron
a la calle, justamente la fecha en que Estados Unidos declaró la alerta
naranja antiterrorista en toda la nación.
''Un chofer de taxi no nos entendió hasta que un señor llamó
a la policía cuando le dijimos que éramos militares de Castro que
acabábamos de desertar'', afirmó Batista. "Entonces lo que
vino fue un batallón de guardias''.
Cuba ha reclamado la devolución de los desertores. Las autoridades
estadounidenses devolvieron poco después la embarcación, pero los
cuatro jóvenes iniciaron ayer su proceso como refugiados ante
funcionarios del Servicio de Inmigración y Naturalización (INS).
"Venimos a trabajar y prosperar, aseveró Batista. "Y a
luchar por el bienestar de nuestras familias, que fue lo que nos negó el
comunismo''.
El grupo no tiene familia en Miami y quiere mantenerse unido durante una
primera etapa de adaptación en Estados Unidos. El patrocinio estará
a cargo de la Conferencia de Obispos Católicos, que posiblemente los
reubicará en otra ciudad.
Incluso hasta planean escribir un libro con su historia de deserción.
''Yo siempre dije que la historia nos absolverá'', bromeó
Batista en alusión a una conocida frase de Castro. |