Sábados
culturales en Santiago de Cuba
Reinaldo Salmón Olivero, APLO
SANTIAGO DE CUBA, febrero (www.cubanet.org) - Cuando se acercan los fines de
semana a los santiagueros se les revuelven los ánimos de diversión.
Pero no es por tradición cultural, sino por grandes necesidades y
peligrosas costumbres, ajenas a la cultura cubana, que el pueblo acude
desesperadamente a las llamadas "Noches culturales en Santiago",
fiesta popular de las noches de sábado. La fiesta popular constituye el único
espacio donde jóvenes y adultos encuentran un modo de divertirse,
adquirir alimentos y artículos hogareños de alta demanda.
Pero las muy deseadas fiestas populares, que tienen lugar en distintas áreas
de la ciudad oriental, se han convertido en centros de demostración
delictiva y de corrupción, a pesar de la enorme cantidad de efectivos
militares que el estado despliega alrededor de las áreas asignadas a
estos festejos.
Los actos delictivos se aprecian a simple vista, en especial en las áreas
bailables, donde es frecuente el consumo de estupefacientes y la venta ilegal de
bebidas alcohólicas de fabricación casera. En su totalidad, estas
drogas son consumidas por jóvenes frustrados, de entre 14 y 30 años.
En los puntos donde se encuentra la representación de organismos
estatales, como gastronomía, comercios e industrias locales, prevalece la
inmoralidad y la falta de respeto hacia la población.
Predominan allí serias deficiencias. Todos los locales de Gastronomía
están abarrotados de bebidas alcohólicas que son adquiridas sin
limitaciones por adolescentes y menores de edad. Lo que interesa es vender. Es
la primera orden administrativa. Las comidas, por otra parte, están mal
elaboradas, mal condimentadas; a veces crudas, ofertándose en rústicos
comedores donde las moscas llaman la atención del consumidor. Las
cervezas embotelladas, a un precio establecido de cinco pesos, son vendidas por
trasmano, a diez. Motivo por el cual no alcanza para acompañar la comida.
Por otra parte, en lo referente al comercio, ni hablar de las violaciones
que se cometen a pesar de las reiteradas quejas por parte de la población.
Antes de comenzar los festejos ya los artículos han sido negociados para
su posterior venta en el mercado negro, mientras los locales permanecen vacíos
en todo el transcurso de las celebraciones. Las industrias locales sólo
venden mercancías baratas de malísima calidad.
Estos problemas se han ido expandiendo a otras ramas, como si fuese una
epidemia provocada por una crisis que perdura desde comienzos de la década
de los años noventa, y que ahora atenta contra la dignidad de los
cubanos.
A quién reclamar, si nunca se encuentra presente alguien encargado de
velar porque no se cometan las irregularidades mencionadas, que dañan la
imagen del evento. ¿Será que al gobierno poco le interesan estos
problemas? Es lo más probable, ya que a estas fiestas populares sólo
asiste el sector más marginado y pobre de Santiago de Cuba. Tan es así,
que los espacios para los más pequeños no existe, en un país
que se jacta al proclamar que los "niños son la esperanza del mundo".
Nadie, en definitiva, ve los resultados de estos festejos populares. Y lo
peor se aprecia después de concluidos los mismos. Por ejemplo, la
cantidad de jóvenes ebrios que quedan tirados en la calle, como
pordioseros. Algo que la propaganda oficial critica de otros países, sin
mirar hacia adentro.
Los corredores de las viviendas y las aceras se llenan de excrementos y
orine, ya que no hay baños públicos en estas áreas; en los
hospitales y policlínicas aumenta el número de heridos por armas
blancas esgrimidas durante las frecuentes riñas tumultuarias entre los jóvenes
bajo los efectos del alcohol y las drogas.
También los festejos populares dejan un saldo de detenidos por robo,
riñas, falta de respeto hacia los artistas en las áreas de música
popular y por tenencia de estupefacientes.
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