Ofensiva
contra los negocios
Claudia Márquez Linares, Grupo Decoro
LA HABANA, febrero (www.cubanet.org) - Son las ocho de la mañana.
Algunos vecinos esperan para comprar el panecillo diario. El comentario de todos
es que nadie está vendiendo nada. Desde que comenzó la ofensiva
contra la droga y "otros comportamientos ilícitos", quienes
vendían alimentos ilegalmente se declararon "parados" hasta que
"pase la cosa". Nadie se atreve a guardar en sus hogares artículos
como aceite, arroz, frijoles, leche en polvo en cantidades que puedan despertar
sospechas, pues la policía está multando y confiscando mercancías
a los que comercien sin licencia.
Todos desconfían de los desconocidos. Si alguien toca a la puerta de
Juan para preguntar si tiene café, éste le responde rápido
y tembloroso: "No, señor, aquí no se vende nada".
Nadie sabe si la próxima redada policial será contra su vecino
más cercano, conocido como el "maceta" del barrio, pues anda en
moto y toma cerveza Bucanero todos los días.
En los comités de cada cuadra han anunciado la reactivación
del "Plan Maceta", el cual se llevó a cabo a mediado de los años
noventa contra aquellos que se acusó de enriquecerse ilícitamente.
La carnicería está desierta. Hace un mes que vendieron seis
huevos por persona, y el bodeguero sólo posee los sacos de arroz y las
libras de azúcar que le corresponden. El bodeguero y el carnicero
conversan sentados en el quicio de la acera mientras saludan y le hacen una seña
a los vecinos de que "la cosa está mala" y todo el mundo está
"quieto en base". Desde el viejo que vende cigarrillos y cajas de fósforos
robadas de la fábrica, hasta la joven que vendía almohadillas
sanitarias, también robadas, por supuesto.
La doctora que antes salía a vender pasteles hechos "por detrás
del tapete", ahora está esperando que el tiempo pase. A lo mejor las
redadas policiales terminan pronto y ella puede seguir buscándose unos
pesos de más para alimentar a sus dos hijos. Yoyi, la peluquera que le
corta y tiñe el cabello a las mujeres del barrio, está
desesperada. Hace más de veinte días que no puede trabajar, pues
no tiene licencia y ya en su cuadra han realizado dos operativos contra
cuentapropistas ilegales.
A Mario le confiscaron los instrumentos de su carpintería y le
impusieron 1,500 pesos de multa por arreglar muebles sin licencia. Había
burlado la ley gracias a que sobornaba a los inspectores estatales.
La cocinera del restaurante de la esquina ya no vende ilegalmente pollo ni
bistec, pues su jefe le advirtió que sólo tenía la cantidad
justa. Ahora, con esto de los operativos policiales, los jefes se guían
por la norma y lo que está establecido. Los responsables de Vigilancia de
los Comités de Defensa de la Revolución se encargan de informar
acerca de los que viven en cada cuadra con un nivel por encima de la media. María,
que antes le aseguraba a la gente del barrio el jabón de lavar y el baño,
en moneda nacional, ahora tiene miedo. Todos desconfían de todos, y
esperan que la ofensiva contra las drogas "y otros comportamientos ilícitos"
no dure por mucho tiempo, pues los salarios no alcanzan y hay que acudir a la
ilegalidad para sobrevivir.
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