Ariel Hidalgo.
El Nuevo Herald,
febrero 12, 2003.
Oswaldo Payá, líder del Movimiento Cristiano Liberación
y portavoz de Todos Unidos, una coalición de más de doscientas
agrupaciones de la disidencia interna, innumerables veces vio frustrados sus
deseos de salir al exterior para cumplimentar diversas invitaciones, entre ellas
otros dos anteriores premios. Esta vez logró ese propósito al
parecer por el interés del gobierno cubano en recibir los beneficios del
Tratado de Cotonú, que otorga Europa a sus antiguas colonias. Era
justamente esa misma Unión Europea la que iba a entregar a Payá el
premio Sajarov y solicitó su salida a través de las gestiones del
presidente Aznar y algunos parlamentarios europeos.
Su mensaje durante su visita a Miami, más allá del Proyecto
Varela, que es sólo una fórmula legal estratégica y quizás
circunstancial, es la proyección de una filosofía no sólo
de Payá, sino del movimiento cívico independiente cubano desde su
nacimiento. Esta filosofía, que hasta no hace mucho era completamente
incomprensible entre los exiliados cubanos, puede resumirse en los siguientes
principios:
-La violencia no es la solución. La historia misma de Cuba es una
refutación rotunda a la estrategia de la beligerancia para alcanzar la
libertad. Ninguna de nuestras numerosas contiendas republicanas nos condujo a la
verdadera libertad: ni en 1906, ni en 1917, ni en 1933, ni en 1959, entre otras
fechas significativas. La solución no puede ser una vez más el
reemplazo de un grupo armado por otro, la sustitución de un caudillo por
otro, porque las cadenas vuelven a germinar.
-El mal no se soluciona simplemente sustituyendo a las figuras principales
de un régimen de opresión si las condiciones sociales y políticas
continúan iguales. Más importante que saber quién podría
ser el futuro presidente de Cuba, es cuáles instituciones predominarán
en la república futura que aseguren las libertades fundamentales.
-Aun cambiando las condiciones institucionales por otras que aseguren los
derechos de la ciudadanía, éstas pueden no ser permanentes y los
derechos volverse a violar si no se va a una transformación aún más
profunda, un cambio en la conciencia de la ciudadanía.
-La libertad no se importa, no se impone desde fuera, ni por intervenciones
extranjeras ni por presiones externas, porque aun teniendo éxito, el mal
sólo se aplaza y tarde o temprano renace con otro rostro, sino que sólo
es posible conquistarla de forma perdurable cuando es fruto de la voluntad
colectiva a través de la lucha cívica interna.
-El cambio tiene que ser con amor, sin revanchismos, para que no se generen
nuevas raíces de resentimiento. Las revanchas del 33 y del 59 no
contribuyeron a un proceso de paz, sino todo lo contrario. La reconciliación
es el camino para una Cuba donde reine la concordia.
-Un método de lucha aportado por el movimiento cívico cubano y
que ha tenido al propio Payá como principal propulsor es la estrategia de
la obediencia civil más que la desobediencia, la demanda de acatamiento cívico,
esto es, demandar del gobierno cubano el cumplimiento de sus propias leyes.
-La raíz del mal está en el alma nacional: el miedo, la
indolencia, el oportunismo, la intolerancia y, en suma, la ausencia de una
conciencia cívica, constituyen manifestaciones de una cultura de opresión
y sometimiento, por lo cual la opción de la lucha cívica pacífica
es más radical que aquellas opciones de magnicidios o golpes de estado
que sólo alteran lo superficial, que sólo van a los efectos, no a
las causas.
Siempre me ha gustado hablar de esto último como ''revolución
del espíritu'', o revolución moral, la única revolución
que hace falta hacer: la del amor; y explicarlo a mi modo: para que el sol de la
libertad alumbre las calles y los campos es preciso primero una alborada en
nuestros corazones; esto es, hace falta un viaje interior, ir a lo más
profundo de nuestras almas para renacer en espíritu. Allí, en lo más
profundo de nuestro ser, hay una luz que alumbra más que el sol, pero
empañada por todas las miserias morales con las que nos hemos contagiado
por nuestro entorno. Es preciso disipar esas brumas para que sus rayos se
proyecten fuera y la noche de los tiempos se disipe para siempre. El reino de
los cielos está dentro de ti. |