Libertad para
ejercer actividades privadas en Cuba
Miriam Leiva
LA HABANA, febrero (www.cubanet.org) -
La propuesta de medidas para salir de
la crisis, emitida por el movimiento "Todos Unidos" en diciembre
pasado, contiene ideas muy estimulantes para el espíritu emprendedor del
cubano, coartado durante los pasados 40 años y que pudiera contribuir a
la reactivación económica, política y social de Cuba.
La medida II: "Todos los cubanos podrán organizar cualquier tipo
de negocio privado", pretende restituir el derecho de poseer y obtener
ganancias correspondientes por la producción de fincas agrícolas,
ganaderas o avícolas, restaurantes, cafeterías, industrias,
comercios u hospedajes para nacionales y extranjeros, talleres, negocios de
transportación, etc., sin restricciones o impuestos arbitrarios por parte
del Estado.
En 1960 se llevaron a cabo las confiscaciones, denominadas "nacionalizaciones",
de las grandes empresas extranjeras y nacionales. En 1968 se efectuó la
llamada "ofensiva revolucionaria", por la cual el gobierno tomó
todos los negocios medianos y pequeños de los cubanos, que comenzaron a
ser deficientemente administrados, en su mayoría por personas
desconocedoras de los oficios. Decayó el interés por brindar buen
servicio y hasta la higiene se depauperó. Los campesinos poseedores de
pequeñas fincas se vieron atados a los dictados del Estado, que fijó
los cultivos y los precios sin que pudieran comercializarse libremente los
remanentes luego de cumplir las asignaciones a entregar.
En la primera mitad de la década de 1990, debido a la fuerte crisis
económica resultante del cese de las subvenciones del bloque soviético,
se permitió la apertura de pequeños negocios privados, como
restaurantes hasta 12 sillas, cafeterías y renta de habitaciones, así
como el trabajo por cuenta propia en una cantidad limitada de oficios. También
se ampliaron las licencias a dueños de autos para ser utilizados como
taxis.
Una medida importante fue la reapertura de los mercados campesinos,
experimento que había dado gran resultado a principio de los 80, cuando
el florecimiento de las ofertas resultó impactante, pues por entonces se
había perdido la costumbre de ingerir frutas y vegetales en este antiguo
vergel. No obstante, ahora también, pasados varios años de su
implantación, los mercados campesinos chocan con el celo gubernamental
que pretende limitarlos a través de la competencia de una agricultura
estatal improductiva y las prohibiciones a los pequeños agricultores,
entre ellas la eliminación de los necesarios intermediarios
comercializadores.
Mientras tanto, nunca se ha permitido a los cubanos poseer pequeñas
empresas como industrias, talleres de reparación, hoteles o actividades
comerciales. En contraposición, se autoriza a los extranjeros a
establecer medianas y grandes empresas, con facilidades para la expatriación
de sus ganancias. Si bien es cierto que todo país necesita de las
inversiones foráneas, la discriminación en detrimento de los
nacionales es prácticamente insólita y, por supuesto, injusta.
Devolver la posibilidad de emprender cualquier negocio privado estimularía
la iniciativa, la productividad del trabajo y la calidad de mercancías y
servicios. Asimismo, quitaría al estado la pesada carga de administrar
pequeñas entidades, por ejemplo, barberías e industrias de poca
demanda, que en realidad son incontrolables y antieconómicas. Y el cubano
tendría mayores posibilidades de empleo y ganancias para mejorar el
precario nivel de vida de su familia. Le devolvería, en fin, derechos
arrebatados arbitrariamente.
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