Congreso de
Pedagogía en La Habana
Miriam Leiva
LA HABANA, febrero (www.cubanet.org) - El VII Congreso de Pedagogía
se efectuó en La Habana del 3 al 7 de febrero bajo el lema "Encuentro
por la Unidad de los Educacdores", con la participación de más
de 4,000 delegados de 25 países; de ellos, 500 cubanos según
informó el periódico Granma.
La educación en Cuba muestra niveles superiores respecto a los de la
mayoría de los países de América Latina y Asia. No podría
ser de otro modo. Estos fueron objetivos fundamentales reinvidicados por el
proceso revolucionario, llevado a cabo hace 44 años.
No obstante, debe reconocerse que los pasos emprendidos a partir de 1959 se
realizaron sobre la base de las tradiciones existentes. Aunque Cuba contaba con
analfabetismo, su tasa era de alrededor del 24,0%. Poseía un sistema de
escuelas públicas hasta el nivel universitario. Es cierto que en las áreas
rurales el acceso a la educación era deficiente, y que la población
pobre debía sacrificar el estudio de sus hijos, quienes comenzaban a
trabajar en edades tempranas.
Durante los tres decenios posteriores, se dedicó parte de las
subvenciones económicas provenientes del bloque soviético a la
construcción de escuelas y la formación de maestros y profesores.
Cuando se perdió ese apoyo a inicios de la década de 1990, comenzó
el deterioro del sistema por la carencia de libros y materiales escolares; la
depauperación de las edificaciones, así como los bajos salarios y
las demandas extradocentes a maestros y profesores, los cuales comenzaron a
abandonar el sector.
Llaman la atención las palabras del ministro de Educación de
Cuba, Sr. Luis Ignacio Gómez, publicadas por Granma: "La formación,
la elevación de la calidad y el reconocimiento social son elementos de
primer orden, porque sin un personal docente estimulado y preparado no podrá
lograrse la alfabetización y la escolarización, ni mucho menos soñar
con elevar la calidad de la enseñanza que hoy está planteando el
mundo para cumplir con las metas de Educación para Todos".
Se da por sentado que todos esos elementos existen hoy en Cuba.
Lamentablemente, no hay suficiente reconocimiento social ni estímulos. La
crisis económica imperante en el país por más de 13 años
ha devaluado los salarios mientras se incrementan los precios de las mercancías
indispensables. Esto ha impulsado a los docentes a buscar empleo en otras
esferas, como el turismo, o a realizar trabajos por cuenta propia, excepto la
prohibida docencia privada. También pesada resulta la carga extraescolar,
no sólo debido a la lógica preparación de las clases, sino
por reuniones, mítines y manifestaciones políticas que consumen
mucho tiempo, así como el requerimiento de incorporar contenido ideológico
a todas las materias.
Para enfrentar esa situación, el gobierno creó cursos
emergentes con miles de jóvenes, la mayoría alumnos desde el décimo
grado, a fin de instruirlos durante un curso para impartir asignaturas de
primaria y secundaria. Estos muchachos, en proceso de formación de
valores, sin sólida preparación docente y en muchos casos con
cuestionable vocación, difícilmente podrán asumir "el
papel que corresponde a la educación para que cumpla su contenido
esencial: el perfeccionamiento humano y el enriquecimiento cultural de la niñez,
la adolescencia y la juventud", uno de los objetivos de análisis del
Congreso Pedagogía 2003, según plantea el periódico
Trabajadores.
Estos nuevos maestros enfrentan una carga muy pesada, estimulados por la
propaganda de llevar a cabo una acción valiente; la posibilidad de tener
acceso sin exámenes de ingreso a varias carreras universitarias, y
comenzar a percibir un salario. Deberán impartir varias asignaturas, y más
adelante todas las correspondientes a un grado. Se les exige tener conocimiento
detallado de sus alumnos, y además toda la carga extradocente.
¿Qué ha sucedido con los educadores antiguos que aún
permanecen en las escuelas? Cargados de muchos grupos en varios niveles de enseñanza
de su materia, se les ha planteado que deben impartir asignaturas adicionales.
Resultado: el éxodo de los conocimientos y la experiencia se acelera.
En tanto, se preconiza que se ha iniciado una "tercera revolución
educacional en el país". Se procede a la disminución del número
de alumnos por aula, para llevarlo a 20. Consecuencia: menos alumnos igual a más
grupos con menos profesores experimentados.
Probablemente, en el Congreso Pedagogía 2003 los visitantes serán
deslumbrados por el esfuerzo de llevar electricidad, televisores y computadoras
a todas las escuelas del país, aún las más distantes, en
los últimos dos años, y la reparación de los maltrechos
edificios que deformaban el sentido de cuidado y orden necesario a los niños.
Sin embargo, esos medios requieren una contrapartida en personal apto para
utilizarlos y, principalmente, para educar. Por otra parte, las eventuales
clases impartidas por televisión constituyen un magnífico método,
pero no pueden reemplazar la labor cotidiana directa.
Sería muy positivo si los pedagogos isleños pudieran expresar
libremente sus criterios sobre los problemas que afronta este nuevo experimento
cubano, así como incorporar experiencias de sus homólogos de todo
el mundo. Indudablemente hay muchos con amplia cultura, experiencia docente y
amor a su magisterio. No se trata de deslumbrar en un congreso a los visitantes
con los "logros". Las consignas y la propaganda no crean el futuro de
un país.
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