El disgusto
es nacional
Lázaro Raúl González, CPI
HERRADURA, febrero (www.cubanet.org) - Para mantener en mi profesión
periodística una perspectiva lo más objetiva posible,
constantemente me digo: "No te fíes de la certeza de lo que te dicen
en Herradura; quienes te conocen sabes que te opones al régimen, y en tu
presencia la mayoría se manifiesta insatisfecha y contestataria sólo
por solidaridad de circunstancia".
Mi postura me parece la más atinada para un comunicador que
desarrolla su labor mayormente dentro de límites aldeanos. Aquí mi
convicción de disidente pudiera viciar las posiciones de quienes hablan
conmigo.
Por ello debo aprovechar cualquier viaje que traspase las fronteras de mi
municipio para auscultar los sentimientos de gente de otros lares, desde el
anonimato. Recién acabo de tener una oportunidad de este tipo y, por
supuesto, la aproveché.
En la autopista
A todo lo largo del kilómetro 115-116 de la autopista Habana-Pinar
del Río, varias decenas de personas hacen autostop. Pero ningún
vehículo para. Todo el mundo echa pestes contra el régimen. Cuando
pasa un ómnibus con unos pocos turistas que, por supuesto, nos miran
indiferentes, un joven negro exclama:
- ¡Mira eso, ¿en qué país del mundo se verá
esto? Mientras los extranjeros tienen buen transporte, los nacionales nos
podrimos en las carreteras.
Pasan decenas de autos de dirigentes de la revolución. Ninguno para.
Una mujer que carga una niña de dos años expresa su rabia:
- Por la televisión dicen que vivimos en el sistema más
solidario del mundo, pero qué difícil es constatarlo. ¡Sus
dirigentes son unos insensibles!
Finalmente, tras dos horas de espera y previo el pago de 40 pesos, mi esposa
y yo conseguimos embarcarnos. El chofer que nos recoge y el individuo que lo
acompaña tienen porte de privilegiados del régimen. Su auto es un
moderno modelo europeo con chapa particular.
Roto el silencio, mi esposa y yo nos vamos enterando. Los individuos
-dirigente administrativo uno, profesor universitario el otro- también
rumian su disgusto. Ya avanzado el diálogo, el docente dice:
- Nuestra situación es muy similar a la que tenía Albania hace
15 años. Nos dicen que el resto del mundo se está acabando
mientras nosotros disfrutamos una sociedad perfecta. ¡No se lo creen ni
quienes lo dicen!
En La Habana
En la capital es donde más alto crece la yerba del descontento, y
donde más difícil es segarla. Los habaneros son los cubanos mejor
informados. También son los que se han ingeniado un mayor grado de
independencia. En una casa de Marianao, una joven que traquetea el laptop de un
familiar, nos dice:
- Con esto ya no soy esclava de nadie. Para mí ya se acabó la
televisión cubana y su abundancia de politiquería.
Otro individuo que recién termina de ver "la antena", es
decir, imágenes de la televisión americana a través de una
antena parabólica, nos comenta:
- El hombre (Fidel Castro) está acabado. Su amiguito Hugo Chávez
está metido en problemas gordos. Ahora, ¿dónde va a conseguir
petróleo rebajadito de precio?
El regreso
Regresamos a Pinar del Río dos días después. El jeep
que nos recoge (por otros 40 pesos) pertenece a una empresa estatal y ha sido
desviado de su ruta por el chofer. "Para ganarme unos pesos 'pirateando'
hacia Pinar del Río", dice.
Ya que la mayoría de los pasajeros -en total somos 9- se dedica al
trasiego de mercancías de Pinar del Río para La Habana, rápidamente
se promueve el tema de los decomisos que regularmente efectúa la policía.
Mi esposa y yo sólo intervenimos para asentir o negar lo que nos dice
el resto de los pasajeros. Un joven, al cual recientemente le han quitado 30
botellas de puré de tomate y un carnero, expresa:
- La policía cubana es una de las más abusadoras del mundo.
Otro joven pasajero, exaltado después de referir los varios decomisos
de que ha sido víctima, dice:
- Esto -refiriéndose a Cuba- debían cogerlo los americanos.
Lamentablemente sólo mi esposa y yo manifestamos desacuerdo con tal
idea.
Uno de los pasajeros, que viene de Holguín, dice:
- He atravesado el país entero. En todas partes la situación
es difícil. La gente se queja amargamente por lo mal que estamos.
Dentro del apretado espacio del jeep nadie expresa la más mínima
frase para defender al régimen. El viaje me ha servido para solventar mi
cuestionamiento aritmético.
De acuerdo con las situaciones vividas fuera de Herradura, he llegado a la
conclusión de que en Cuba el disgusto es nacional.
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