CUBANET .INDEPENDIENTE

6 de febrero, 2003

El disgusto es nacional

Lázaro Raúl González, CPI

HERRADURA, febrero (www.cubanet.org) - Para mantener en mi profesión periodística una perspectiva lo más objetiva posible, constantemente me digo: "No te fíes de la certeza de lo que te dicen en Herradura; quienes te conocen sabes que te opones al régimen, y en tu presencia la mayoría se manifiesta insatisfecha y contestataria sólo por solidaridad de circunstancia".

Mi postura me parece la más atinada para un comunicador que desarrolla su labor mayormente dentro de límites aldeanos. Aquí mi convicción de disidente pudiera viciar las posiciones de quienes hablan conmigo.

Por ello debo aprovechar cualquier viaje que traspase las fronteras de mi municipio para auscultar los sentimientos de gente de otros lares, desde el anonimato. Recién acabo de tener una oportunidad de este tipo y, por supuesto, la aproveché.

En la autopista

A todo lo largo del kilómetro 115-116 de la autopista Habana-Pinar del Río, varias decenas de personas hacen autostop. Pero ningún vehículo para. Todo el mundo echa pestes contra el régimen. Cuando pasa un ómnibus con unos pocos turistas que, por supuesto, nos miran indiferentes, un joven negro exclama:

- ¡Mira eso, ¿en qué país del mundo se verá esto? Mientras los extranjeros tienen buen transporte, los nacionales nos podrimos en las carreteras.

Pasan decenas de autos de dirigentes de la revolución. Ninguno para. Una mujer que carga una niña de dos años expresa su rabia:

- Por la televisión dicen que vivimos en el sistema más solidario del mundo, pero qué difícil es constatarlo. ¡Sus dirigentes son unos insensibles!

Finalmente, tras dos horas de espera y previo el pago de 40 pesos, mi esposa y yo conseguimos embarcarnos. El chofer que nos recoge y el individuo que lo acompaña tienen porte de privilegiados del régimen. Su auto es un moderno modelo europeo con chapa particular.

Roto el silencio, mi esposa y yo nos vamos enterando. Los individuos -dirigente administrativo uno, profesor universitario el otro- también rumian su disgusto. Ya avanzado el diálogo, el docente dice:

- Nuestra situación es muy similar a la que tenía Albania hace 15 años. Nos dicen que el resto del mundo se está acabando mientras nosotros disfrutamos una sociedad perfecta. ¡No se lo creen ni quienes lo dicen!

En La Habana

En la capital es donde más alto crece la yerba del descontento, y donde más difícil es segarla. Los habaneros son los cubanos mejor informados. También son los que se han ingeniado un mayor grado de independencia. En una casa de Marianao, una joven que traquetea el laptop de un familiar, nos dice:

- Con esto ya no soy esclava de nadie. Para mí ya se acabó la televisión cubana y su abundancia de politiquería.

Otro individuo que recién termina de ver "la antena", es decir, imágenes de la televisión americana a través de una antena parabólica, nos comenta:

- El hombre (Fidel Castro) está acabado. Su amiguito Hugo Chávez está metido en problemas gordos. Ahora, ¿dónde va a conseguir petróleo rebajadito de precio?

El regreso

Regresamos a Pinar del Río dos días después. El jeep que nos recoge (por otros 40 pesos) pertenece a una empresa estatal y ha sido desviado de su ruta por el chofer. "Para ganarme unos pesos 'pirateando' hacia Pinar del Río", dice.

Ya que la mayoría de los pasajeros -en total somos 9- se dedica al trasiego de mercancías de Pinar del Río para La Habana, rápidamente se promueve el tema de los decomisos que regularmente efectúa la policía.

Mi esposa y yo sólo intervenimos para asentir o negar lo que nos dice el resto de los pasajeros. Un joven, al cual recientemente le han quitado 30 botellas de puré de tomate y un carnero, expresa:

- La policía cubana es una de las más abusadoras del mundo.

Otro joven pasajero, exaltado después de referir los varios decomisos de que ha sido víctima, dice:

- Esto -refiriéndose a Cuba- debían cogerlo los americanos.

Lamentablemente sólo mi esposa y yo manifestamos desacuerdo con tal idea.

Uno de los pasajeros, que viene de Holguín, dice:

- He atravesado el país entero. En todas partes la situación es difícil. La gente se queja amargamente por lo mal que estamos.

Dentro del apretado espacio del jeep nadie expresa la más mínima frase para defender al régimen. El viaje me ha servido para solventar mi cuestionamiento aritmético.

De acuerdo con las situaciones vividas fuera de Herradura, he llegado a la conclusión de que en Cuba el disgusto es nacional.


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