Los chivos
expiatorios
Ana Leonor Díaz, Grupo Decoro
LA HABANA, febrero (www.cubanet.org) - A la sombra de las extensas "razzias"
del gobierno contra lo que calificó de "incipiente" mercado de
drogas, una operación simultánea más silenciosa, pero
cruel, empleó la policía contra el comercio informal que permite
sobrevivir a millones de ancianos desprotegidos.
Su mercancía inocua siempre completa la deficitaria canasta familiar:
jabón, café, cepillos de dientes o cigarrillos al por menor,
aunque de buena calidad, y la infaltable "jabita", las bolsas de nylon
de las shopings tan imprescindibles en la diaria lucha por la vida.
Luchadores por la vida son esos hombres y mujeres que hace rato pasaron de
los 70 años y siguen trabajando por su sustento, bajo un régimen
que sólo les asegura el equivalente de cuatro dólares al mes para
malvivir. Las calles, los hospitales, los comercios, los cementerios, están
llenos de esos seres desgastados por la vida que ya deberían descansar a
la sombra de lo vivido. Y sin embargo, buscan aliento para completar el plato de
arroz y chícharos diarios.
Agentes de la policía política y tropas de la brigada especial
(boinas negras) tomaron por asalto los solares (ciudadelas) del barrio Los
Sitios, en Centro Habana, y del municipio Cerro; en viviendas de Camagüey y
bohíos de las afueras de Manzanillo, para llevarse no sólo
paquetes de cocaína o pacas de marihuana, sino también
televisores, videos, radiograbadoras y algunos dólares.
Luego fueron a esos mismos lugares, brigadas de agitación y
propaganda de los comités de vigilancia para que los médicos de
familia dieran charlas a los vecinos sobre el daño de hacen las drogas.
Desde hace años, la prensa independiente viene denunciando, con pelos
y señales, el amplio y extendido mercado de alucinógenos que está
corroyendo a la sociedad cubana y no se circunscribe, ciertamente, a las zonas
de turismo extranjero.
El síndrome de la Causa No. 1 (cuando varios generales y coroneles
fueron procesados por narcotráfico y cuatro de ellos fusilados) impide
que el régimen reconozca la extensión del mal, y en una actitud
del avestruz, reprimió a periodistas independientes cuando denunciaron
que, nuevamente, las manos de uniformados de la policía están
contaminadas con el resurgir del narcotráfico.
La primera señal de una nueva "operación limpieza"
comenzó a principios de diciembre con el cierre de todas las discotecas,
luego que dos jóvenes murieron de una sobredosis en la discoteca "La
Rumba", de Varadero, que se caracteriza por tener una clientela
mayoritariamente cubana.
Pero es que al menos desde 1994, en todas las discotecas del país y
clubes nocturnos se consumía todo tipo de drogas, y con cierta frecuencia
cerraban a las más connotadas, como la del Hotel Comodoro, patrocinada
por la Unión de Jóvenes Comunistas. Incluso expulsaron del país
a su gerente español (que se gastó una fortuna en equiparla)
porque allí se vendían drogas, y era notoria la prostitución.
Y todo volvía a su lugar, al amparo, vigilancia y vista gorda de
cantineros, gerentes y custodios de seguridad de esos sitios. La policía
de a pie y sus jefes de barrio entraron en "la jugada" mientras la
propaganda oficial vociferaba que el país estaba limpio de drogas, y del
alcoholismo ni se hablaba.
Nuevamente, el régimen atribuye a paquetes de drogas hallados en las
costas (los famosos recalos), es decir, de procedencia extranjera, la causa del
extendido mercado, ignorando la realidad de que las áridas montañas
orientales, como hace 40 años, son terreno fértil para la
marihuana criolla.
Y de pronto, de la nada surreal del socialismo, el gobierno cubano admite
que sí, que hay drogas y se consumen, y se tomarán medidas
ejemplares.
Mientras tanto, la población está a la espera en estas semanas
de terror y de un desabastecimiento del mercado negro que ya cobra sus víctimas
cada mañana, cuando cientos de miles de cubanos ya no pueden tomar el café
mezclado con chícharos.
Todos somos chivos expiatorios.
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