Presos del
pasado
Manuel Vázquez Portal, Grupo Decoro
LA HABANA, febrero (www.cubanet.org) - La actualidad cubana no es un
presente, es una ilusión derrotada, una quimera olvidada, un capricho
fosilizado. El gobierno vive de lo que pudo ser, de lo que no se cumplió,
de un programa arruinado. Cuba, como modelo político, dejó de
existir en el siglo pasado cuando aún se creía en la utopía
comunista. Hoy es como una pieza de museo en la vitrina de la historia.
Cuanto se piense, diga, escriba, es un recuento de lo ido, un
reconocimiento del pasado, un lamento por un sistema que nunca funcionó.
El comunismo, en su breve existencia como sistema, se desmoronó en sí
mismo y demostró su inviabilidad. Tratar de rescatarlo es un descalabro
anticipado cuando no una locura. Aspirar hoy a la construcción de una
sociedad comunista es conducir a esa sociedad hacia el desfiladero por donde se
despeñó el engendro puesto en práctica, como experimento
macabro, por sus fundadores después de la abortada Revolución
Burguesa Rusa de 1917. De ese proyecto no queda nada. Ni el sesudo Lenin, ni el
sangriento Stalin, ni el simpático Kruchev, ni el titubeante Gorbachov
hallaron la receta para salvarlo.
El comunismo murió de consignas, de estatismo, de desmayos económicos.
Su cuna y su tumba están en la Europa Oriental, pero su muestra para
turistas interesados en la arqueología está en Cuba. Aunque la
legendaria China y el aguerrido Viet Nam se empecinan en llamar comunismo a ese
apuntalado híbrido entre guardia roja y capital extranjero que
desarrollan en la actualidad, es Cuba la pieza menos deteriorada del comunismo
real. En ella se aprecian las características fundamentales de lo que fue
el pleistoceno rojo, el jurásico proletario.
Cualquier visitante que, sin necesidad de manuales, desee conocer sobre la
natividad, vida y muerte del comunismo, sólo tiene que venir de
vacaciones a Cuba. Aquí hay todavía Partido Unico, Cartilla de
Racionamiento, Concentraciones multitudinarias en La Plaza, vigilancia
revolucionaria persona a persona, ex alumnos del KGB en activo, focos
disidentes, planes de desarrollo a largo plazo y, sobre todo, la certidumbre de
que tendremos un futuro esplendoroso.
Somos los presos del pasado. Es como si una era glacial nos hubiera
congelado y nos mantuviera intactos para que los investigadores del presente
tuvieran un objeto de estudio en su estado puro. Como toda pieza de museo
recibimos, cada cierto tiempo, una restauración a fondo para que no
perdamos nuestro valor museable. Si alguien olvida su función arqueológica
y pretende volver a la vida, el director del museo, con la inflexibilidad de
quien sabe que mantiene una antigüedad muy valiosa, decreta, legisla,
sanciona la irrevocabilidad de nuestra función como reliquia, y la
muestra sigue funcionando a la perfección para que el mundo sepa qué
fue de verdad el sistema que nunca funcionó.
Esta información ha sido transmitida por teléfono,
ya que el gobierno de Cuba no permite al ciudadano cubano acceso privado a
Internet. CubaNet no reclama exclusividad de sus colaboradores, y autoriza
la reproducción de este material, siempre que se le reconozca como
fuente.
|