No busques en
los ajenos tus propias culpas
Víctor Rolando Arroyo, UPECI
PINAR DEL RIO, febrero (www.cubanet.org) - Con su habitual política
de avestruz, el régimen de Cuba lanza nuevamente sus fracasos sobre la
nación y sobre sus adversarios foráneos. En esta ocasión se
trata del ilegal consumo de drogas.
En su tozudez, el gobierno no aceptaba lo que se veía a simple vista:
el consumo de drogas aumentaba vertiginosamente en el país. Las denuncias
de la prensa independiente y de las organizaciones de la oposición pacífica
se consideraban como acciones hostiles al régimen.
El impromptu oficial del "impostergable combate para defender el
presente y el futuro" llegó tarde, no sólo por el nivel de
consumo y ramificación a nivel nacional de la distribución de
drogas, sino por el cúmulo de elementos y causales en la sociedad cubana
que sirven de caldo de cultivo a ese mal.
Granma expresa claramente las condicionales de la drogadicción:
violencia, corrupción, inestabilidad social, inseguridad,
ingobernabilidad y deterioro de la salud física y mental.
¿Cuál de ellas falta en el actual contexto social cubano?
Ninguna. Por lo contrario, hay algunas más. Y todas engendradas por
la política doctrinaria, absolutista e ineficiente del régimen
castrista.
Poco después de la llegada al poder del gobierno revolucionario en
1959, centros nocturnos y bares, que eran los sitios donde se ingerían
bebidas alcohólicas, fueron cerrados, y se implantaron cíclicos
períodos de ley seca, y prácticamente el consumo pasó a los
centros laborales y de estudio. Cualquier fecha o acontecimiento productivo o
social tenía -y tiene- dos componentes esenciales: el discurso político
y la ingestión de bebidas alcohólicas.
Por otra parte, cientos de salas de cine han desaparecido del contexto
recreativo nacional. Las ferias, verbenas, fiestas típicas o patronales
sucumbieron ante las nuevas concepciones culturales instigadas por el régimen.
Los circos populares y parques de diversiones móviles que se trasladaban
de pueblo en pueblo y hacían la maravilla de la distracción sana,
han quedado en el nostálgico recuerdo.
Hoy por hoy, la ingestión de bebidas alcohólicas ha sustituido
a la recreación y al esparcimiento sano.
Se desmembró a la familia y a su espiritualidad religiosa.
Mientras tanto, se forjaba un hombre nuevo, duro, dispuesto al
internacionalismo, ajeno al amor familiar, e intransigente con todo lo que no
radique en el estricto marco de la revolución. Con la revolución,
todo; sin ella, nada.
Pero ese hombre es humano. Siente la frustración, el engaño,
la burla, padece limitaciones y tiene ansias espirituales y materiales no
satisfechas por la revolución. El escapismo lo conduce a la drogadicción,
ante la cual sucumben cientos de miles de horas de aburridos discursos y
millones de toneladas de papel mal empleado en la fracasada ideologización
del joven cubano. Batallas de ideas y la mal llamada formación del hombre
nuevo.
El oficialismo cubano debe buscar las causas de la droga y otros fenómenos
que perjudican a la sociedad en su política doméstica, y no en los
supuestos influjos externos. De lo contrario, el futuro nacional se dañará
mucho más que el escabroso presente.
Aquellas aguas turbias trajeron estos lodos.
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