Pablo Alfonso. El Nuevo Herald, septiembre 30, 2002.
Confieso que desconocía la afición de Fidel Castro por las
apuestas, pero la que hizo el dictador cubano esta semana en La Habana ha sido
reveladora y sorprendente.
Castro apostó $100 millones de dólares a que Cuba pagará
puntualmente los créditos que consiga en Estados Unidos para comprar
alimentos. La apuesta se la hizo al jefe de la Oficina de Intereses de Estados
Unidos en La Habana, James Cason, en el marco de la feria agroalimentaria
norteamericana que concluye hoy en la capital cubana.
La inusitada apuesta tiene todas las características de lo que en
criollo se denomina ''un farol''. Sin embargo, siguiéndole la corriente
al dictador cubano, valdría la pena plantearse un par de preguntas:
¿Esos $100 millones que Castro apuesta de dónde saldrán,
del presupuesto del Estado cubano o de los bolsillos del dictador?
¿No fue el propio Castro quien afirmó hace un par de meses que
era un hombre pobre y que todo su dinero cabía en uno de los bolsillos
del presidente norteamericano George W.Bush?
¿En qué quedamos?
Senilidades aparte, la apuesta de Castro fue acompañada de otras
sorprendentes declaraciones, que recogió concienzudamente el diario
Granma, órgano oficial del Partido Comunista de Cuba.
Contrario a los pronósticos y afirmaciones que altos funcionarios del
régimen han venido haciendo a lo largo de este año, Castro aseguró
que el país ''se encuentra en uno de sus mejores momentos'', ya que "la
economía cubana está diseñada para soportar momentos difíciles''.
Aunque Cuba mantiene una deuda de aproximadamente $11,000 millones de dólares
con el Club de París --la cual no ha pagado desde 1986--, y el régimen
castrista tiene un amplio arcoiris de acreedores en Asia, Europa, Canadá
y América Latina, el dictador cubano afirmó todo lo contrario a
los empresarios norteamericanos en la feria comercial:
''El país cumple sus obligaciones externas'', afirmó Castro
tan fresco como una lechuga.
Después de estas declaraciones, el dictador cubano, vistiendo un
elegante traje azul, que en los últimos tiempos utiliza en eventos
protocolares, se tomó un batido de chocolate, recordando quizás
aquella melodía de un viejo ''cha-cha-chá'' cubano que pregonaba: "Toma
chocolate y paga lo que debes''.
Por su parte, Pedro Alvarez, presidente de ALIMPORT, la empresa que ejerce
el monopolio estatal de las importaciones, trató de tranquilizar a los
empresarios extranjeros que hasta ahora han estado negociando con Cuba,
asegurando que la isla mantendrá con ellos las mismas relaciones, aunque
aumente sus negocios en el mercado estadounidense.
''Al elevarse el volumen de importaciones norteamericanas, es nuestro más
firme propósito que los tradicionales suministradores de alimentos a Cuba
no sean afectados en su participación comercial ni en las obligaciones
financieras contraídas con ellos'', aseguró Alvarez.
El funcionario no explicó cual sería la fórmula que
Cuba emplearía para cumplir esa promesa, teniendo en cuenta que según
ha declarado el propio Alvarez, la isla invierte anualmente $1,000 millones de dólares
en la compra de alimentos, y ese volumen es el que se les está ofreciendo
como incentivo comercial a los empresarios estadounidenses.
Hasta ahora los visitantes de la feria han sido dirigentes políticos
y empresariales del régimen, aunque está previsto que algunos
cubanos puedan visitar hoy las instalaciones del recinto ferial, previa invitación.
La feria comercial ha transcurrido sin ningún tipo de incidente,
salvo la ''sorpresa'' de la firma comercial Chatman Imports, con sede en
Manhattan, a la que se le ocurrió exponer una botella de ''mojito''
rotulada con el nombre del Apóstol de la Independencia de Cuba, José
Martí.
Las autoridades cubanas exigieron a la firma que retirara el producto ''Martí
Mojito'' de la sala de exposiciones.
''Ellos no dieron ninguna explicación'', se lamentó Stephen
Ziegler, quien aparentemente ignora el significado histórico y político
que la figura de Martí tiene entre la mayoría de los cubanos.
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