CUBANET... INTERNACIONAL

Septiembre 26, 2002



Liturgia procastrista

Daniel Morcate / El Nuevo Herald, septiembre 26, 2002 .

El asalto contra el embargo de Estados Unidos a Cuba se ha convertido en un rito anual al que no queda otro remedio que asistir como se asiste al dentista o a las predicciones astrales de los nigromantes. Si los recursos, la energía y la imaginación que se gastan en combatir el embargo se invirtiesen en defender los derechos humanos y a las víctimas de Fidel Castro, las cárceles cubanas estarían menos llenas y muchos más cubanos tendrían la oportunidad de rehacer sus vidas en libertad fuera de Cuba. Pero la carga contra el embargo es un poderoso mantra que a un tiempo resuena bien entre los formadores de opinión en Estados Unidos, Europa y América Latina y exime de cualquier responsabilidad de trabajar en serio por la democracia en la isla.

La fuerte dosis de irracionalidad, oportunismo y cobardía moral que alienta al movimiento antiembargo puede medirse por todo lo que prefieren ignorar sus militantes. Ignoran, por ejemplo, que los motivos históricos que provocaron el embargo no han cambiado en lo fundamental. El régimen cubano no ha devuelto las propiedades y dineros que confiscó arbitrariamente a ciudadanos norteamericanos ni hecho el más mínimo gesto por indemnizar a los confiscados o por reconocer siquiera que contrajo esa deuda por odio y por fanatismo; tampoco ha cesado de comportarse con hostilidad hacia el gobierno y el pueblo de Estados Unidos, a los cuales sistemáticamente envía espías, difama en los medios estatales de la isla y denigra y entorpece en los foros internacionales.

No son pocas las evidencias que sugieren que La Habana está implicada en el mortal contrabando de refugiados cubanos y que continúa mezclada en el narcotráfico hacia Estados Unidos y Europa. Pero los enemigos del embargo hacen la vista gorda ante todas y cada una de tales evidencias, del mismo modo que la hacen ante el hecho de que ni un solo funcionario castrista ha enfrentado a la justicia norteamericana por los comprobados trasiegos del pasado, por el envío calculado de pacientes mentales y delincuentes comunes a este país o por el asesinato de estadounidenses en los primeros años del régimen y tan recientemente como en 1997, cuando aviones MiG cubanos derribaron dos avionetas civiles de Hermanos al Rescate.

Los extremistas del antiembargo optan asimismo por ignorar que de Castro hacia abajo, todos los funcionarios cubanos han advertido que, aunque cesen las sanciones norteamericanas a Cuba, no planean dar un solo paso hacia la democracia ni tampoco hacia una auténtica economía de mercado. En los planes castristas para el futuro, los opositores, activistas humanitarios y periodistas independientes siguen figurando como traidores, vendepatrias y escorias que no merecen mejor suerte que la cárcel, el ostracismo o el destierro. Y los exiliados sólo recuperan cierto rango de personas cuando empiezan a trabajar directa o indirectamente, discreta o desembozadamente para perpetuar la dictadura, ya sea convirtiéndose en sus cabilderos, gestionándole ayuda material o dándole al mundo la falsa impresión de que el régimen se está renovando.

Un argumento favorito de los adversarios del embargo es que Estados Unidos ya no tiene sanciones contra viejos enemigos totalitarios como China y Vietnam. Y que, para ser consecuente, debería levantárselas a La Habana. Pero ignoran que, lejos de ser una influencia positiva, la sociedad comercial norteamericana no ha mejorado la situación de los derechos humanos en esos países y, en el caso específico de China, de hecho la ha agravado en algunos aspectos. Los chinos apelaron a sus socios comerciales norteamericanos para lograr que el gobierno del presidente Bill Clinton desvinculara el comercio de cualquier exigencia de democracia o respeto a sus ciudadanos. En la práctica, el movimiento antiembargo pretende que los cubanos se vuelvan chinos, es decir, que dejen de aspirar a vivir como ciudadanos libres de una democracia. ¡Y algunos tienen los bemoles de presentar esta infamia como una meta progresista!

El fanatismo, el oportunismo o la simple debilidad moral llevan a estos personajes a desconocer también los méritos demostrables del embargo a través del tiempo. Las sanciones han sido y son una respuesta equitativa y mesurada a los abusos castristas contra norteamericanos; conservan un valor inestimable como instrumento de negociación que en principio puede utilizar Estados Unidos para lidiar con la cada vez más decrépita dictadura castrista; y perennemente recuerda a los cubanos y al mundo su esencial ilegitimidad. El embargo es, de hecho, la única política estatal vigente que aún aplica cierta presión a ese régimen medieval.

Entre los adversarios del embargo hay, sin duda, personas de buena fe que sinceramente creen que su eliminación beneficiaría la causa de la libertad en Cuba. Nunca está de más escuchar sus argumentos y refutarlos con vigor. Pero no es casual que entre ellos abunden también los apologistas y socios comerciales de la dictadura castrista, los oportunistas políticos que quieren beneficiar a un puñado de mercaderes con negocios espurios con Cuba y los fracasados y resentidos de la comunidad cubanoamericana. Castro los crea y ellos se juntan. Y si llegasen a tener éxito en su empeño, ayudarían al tirano a transformar a los infelices cubanos en chinos sometidos a una nueva modalidad inexpugnable de capitalismo de estado.

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