Enrique Cordoba.
El Nuevo Herald,
septiembre 25, 2002.
Una coincidencia me tiene entre dos académicos. Uno es colombiano,
Luis Gildardo Rivera Galindo, y el otro venezolano, Andrés Rojas. Vamos
en el vagón de un tren que partió de Varsovia rumbo a Cracovia. En
la banca del frente viajan tres damas. Una abuelita, su hija y la nieta. Provoco
la conversación. La hija, esbelta, revela que formó parte de la
selección de baloncesto de Polonia. Van a pasar unos días de
vacaciones en el chalet de los montes fronterizos con Rusia. Rojas, es sociólogo
y director del Instituto de Geografía de los Andes, en Mérida.
Rivera es antropólogo y enseña en la Universidad Tecnológica
de Pereira.
El tren sigue su marcha y Rivera, que parece que hablara con el acento de la
arepa, tiene la palabra. Hace una síntesis de su ponencia presentada ante
un grupo de investigadores titulada: La religión yoruba lucumí y
su impacto en la música afrocaribeña de Colombia. En efecto, la
población de origen africano es muy importante en los departamentos de la
costa pacífica. Chocó con un noventa y ocho por ciento. El Valle
del Cauca, El Valle y Nariño registran un elevado poblamiento afro. En el
litoral atlántico el poblamiento africano comenzó en Cartagena y
se extendió ampliamente. Su música y sus manifestaciones artísticas
tienen un gran peso en el contexto cultural del país.
Guarda una cercana relación el hecho de que Cali sea la "capital
de la salsa''.
--Yo nací porque a mi mamá la enamoraron con Alberto Beltrán
y Daniel Santos --dice Luis Gildardo--. Soy producto histórico de
Latinoamérica, especialmente de la música afrocaribeña. La
gente no cree que lo que se baila no es más que el ritual de la religión
yoruba lucumí en la voz de Celia Cruz, Celina y Reutilio y otros
cantantes cubanos.
"Vengo recopilando música afrocaribeña desde 1966, fecha
en la que ingresé a la Universidad de Antioquia y tuve contactos con
estudiantes cubanos, sanandresanos y puertorriqueños''.
Según Rivera, el negro en Colombia ha perdido sus raíces
debido a la rápida aceleración del mestizaje. Recuerda una copla
colombiana que dice: Yo no sé dónde nací, / ni tampoco quién
yo soy, / no sé de dónde he venido / ni sé para dónde
voy. / No sé cuáles serán mis raíces / ni de qué
árbol soy rama yo.
--Esto indica claramente nuestro problema con referencia a las negritudes
que han llevado a que el negro en América del Sur se encuentre
invisivilizado frente a la historia --afirma--. Es la recuperación
--agrega-- de la identidad cultural latinoamericana y la integración
fundamental que tiene que existir no solamente a través de la economía
y la política, sino a través de la cultura espiritual de nuestros
pueblos. El negro en Cuba --dice-- por su mismo proceso de desarrollo histórico
es diferente. Realiza su proceso de independencia en el siglo XX, cuando en
Colombia en 1810 empezamos a finiquitar ese período. Ello permite ver
profundas diferencias en América.
"Eso es lo que permite, por ejemplo, que supervivan formas religiosas
ancestrales en el Caribe que no sobreviven en Colombia, pero que se mantienen, y
ésa es una paradoja histórica, en Cuba. El negro colombiano está
integrado a la nacionalidad y mirado como minoría. Ha perdido sus raíces,
y lo mismo ha ocurrido con el negro boliviano, peruano, ecuatoriano, uruguayo.
"Hoy me encontré con la sorpresa --dice-- de saber que hubo
esclavitud gaucha, en Argentina''.
Es muy interesante. Está demostrando que estamos todavía en pañales
respecto al estudio de un elemento tan importante para la nacionalidad
latinoamericana.
Fascinante que un paisa de la zona andina cafetera se haya interesado en
conocer la música afrocaribeña. "Es un compromiso
latinoamericano de conocer la realidad integral. Una deuda histórica con
la música del Caribe, porque en mi barrio pobre de Medellín se
escuchaban los sones de la Sonora Matancera, los acordes de Celina y Reutilio,
de Beny Moré y de Miguel Matamoros, lo que permitió que nos enamoráramos
de esa música que antes había enamorado a nuestros padres''.
--¿Cómo llegó esta música a Colombia?
--A través de los puertos de Cartagena, Barranquilla, Santa Marta y
Buenaventura. Además, las emisoras de Cuba se escuchaban como locales en
todo el país.
--El tango también llegó a Medellín.
--En Medellín hay santuarios del tango, como la Casa Gardeliana de
Manrique. Esa música llegó y se afianzó más en los
sectores obreros. Hemos tratado de superar el tango en la medida en que el tango
es claudicante, es violento, es machista. La música afrocaribeña
es alegre, da vida al espíritu, lo mantiene contento y es un paliativo
para la violencia que vive Colombia.
Es la historia de Luis G. Rivera. En la próxima ocasión
reproduciré la leyenda de El enamorado de la Osa Mayor que une a Rojas
con Polonia. El tren no se detiene.
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