Ramón Ferreira.
El Nuevo Herald,
septiembre 24, 2002.
Washington sigue olvidándose de Fidel: ya no es cómplice de
una Rusia comunista.
Sus nuevos compinches, Chávez y Hussein, están demasiado
ocupados en salvar el pellejo propio para intercambiar conspiraciones por
e-mail.
De amenaza atómica ha pasado a terrorista sobreviviente y hasta el
exilio parece considerarlo muerto y solamente lamenta lo prolongado del velorio.
De Latinoamérica ni hablar. Muchos países están
tratando de eliminar a sus gobernantes corruptos o liquidar las guerrillas
heredadas de Fidel para poder incorporarse a la globalización económica
que se dice indispensable para un futuro mejor. Y a Fidel, que la historia lo
juzgue.
Por su parte, Washington quiere llegar a una Cuba libre sin que lo acusen de
intervencionista, mientras que en Afganistán primero y ahora en Irak
tiene que aceptar ese menosprecio para poder conservar los valores de libertad y
derechos civiles que defiende. Si los cubanos no se merecen tal esfuerzo, es
algo que se aclarará algún día, ése que la historia
reserva para revelaciones turbias.
Kennedy se comprometió a no intervenir en Cuba si los rusos se
llevaban sus cohetes atómicos de Mariel. Los rusos se los llevaron, pero
dejaron a Fidel a cargo del sistema para infiltrarlo donde la guerra no lo podía
lograr. Bush se comprometió a no levantarle el embargo comercial para
impedir ese tráfico, pero sus granjeros se las arreglaron para llenarle
la despensa de alimentos y medicinas para que, al menos, se mantenga saludable y
muera de muerte natural.
Enviarle alimentos y medicinas a Fidel a nombre de los derechos humanos es
subterfugio cruel si consideramos el hambre y las enfermedades que devastan a
tantos países mendigos. En Etiopía ya no existen alimentos ni
medicinas que puedan salvar a los millones que mueren esperando por la ayuda
prometida por los supuestos vigilantes de estos derechos.
Fidel seguirá alimentando a su tribu con lo que se filtra de
Washington, mientras el pueblo hace cola esperando la libertad, algo más
preciado, para poder compartirla entre todos los cubanos.
Fidel seguirá conspirando con quien esté dispuesto a oírlo,
encarcelará a los que se niegan o los dejará que se tiren al mar,
para que sean los tiburones o Inmigración de EU quienes lo libren de
estos ingratos que se niegan a apreciar el paraíso donde viven, donde
todo lo que no existe es gratis y, si algo queda, casi gratis. No queda mucho,
ni para los que se aferran a los rifles de Fidel para conservarlo, ni para
quienes quieren llegar primero a la hora de su entierro, a no ser la recuperación
de una tierra libre que limpiar de escombros.
Puede que Washington pretenda olvidarse de Fidel por razones que siempre se
pueden justificar, si eres quien las dicta. Pero la historia no hará una
excepción con Fidel y lo recordará con lujo de detalles. Los que
la escriben --cuando sea conveniente-- le entregarán al gobierno de una
Cuba libre las cajas inevitables (cortesía del FBI y la CIA) debidamente
catalogadas y selladas, conteniendo la lista de las fechorías,
vandalismos, conspiraciones, asesinatos y actos de terrorismo cometidos por
Fidel contra Washington y, peor aún, contra su propio pueblo, documentos
que podrán ser llevados a La Haya para reclamar justicia, o a donde sea
que la apliquen en esa fecha.
La tragedia de Cuba se reducirá a una lista donde, por orden alfabético,
cada cual podrá encontrar lo que le afecte de esa historia. |