La periodista e historiadora cubana Fara Rey falleció en la ciudad de
Miami, en horas de la mañana del sábado 21 de septiembre, 2002.
Fara Rey nació el 7 de diciembre de 1915. Desde muy joven mostró
su compromiso social, en concordancia con el ambiente del hogar de sus padres,
Dionisia y Florencio, apasionados luchadores por la justicia social.
Durante su infancia acompañó a su madre, tenista profesional,
en giras por México y Perú. Su viaje al Perú, y su estancia
allí durante varios meses le dejaron recuerdos imborrables y una
curiosidad intelectual que conservó hasta sus últimos días.
Siendo estudiante del Instituto de La Habana se incorporó a La Joven
Cuba, donde se mantuvo muy cercana a Antonio Guiteras, a cuya memoria se mantuvo
fiel toda su vida. Su casa se convirtió en refugio de sus compañeros
de lucha.
Debido a sus actividades políticas, cumplió seis meses de
prisión en la cárcel de mujeres de La Habana, donde ingresó
al Partido Comunista. Se casó en 1939 con Antonio Berre, dirigente de esa
agrupación política. Fue muy activa en el frente femenino, pero
estuvo muy lejos de ser considerada una militante ejemplar debido a la
honestidad con que expresaba sus opiniones.
Después de 1959 trabajó en Prensa Latina, el Instituto de
Literatura y el Archivo Nacional. Su actitud de enfrentamiento a las prácticas
antidemocráticas y abusivas del nuevo orden le procuró la amistad
y admiración de compañeros de trabajo y empleados, muchos de los
cuales la acogieron cálidamente cuando llegó al exilio, en 1980.
Mediando los años 70, y ya en franca rebeldía contra las políticas
del gobierno, escribió una biografía de Pablo de la Torriente
Brau, líder político e intelectual de izquierdas, quien cayó
luchando con las Brigadas Internacionales en la Guerra de España. Su
libro fue recibido con antipatía por las instituciones culturales de
entonces, a causa de las muchas ideas disidentes y fieles a la verdad histórica
que contenía, y publicado, pero jamás distribuido. Ya en el exilio
tuvo la oportunidad de publicar partes de este libro, así como gran
cantidad de artículos periodísticos, en los que logró
expresar sus ideales en busca de un mundo mejor, siempre fieles a la convulsa y
compleja historia del siglo XX cubano.
Los sucesos de la embajada de Perú, en 1980, le permitieron mostrar a
su familia y amigos cercanos el camino a seguir: fue la primera en incorporarse
a la manifestación antigubernamental que se desarrolló en aquellos
predios. Tenía en ese momento 64 años.
A su llegada a Estados Unidos trabajó limpiando pisos y cuidando
enfermos. Vivió en Miami, Atlanta, New Jersey. En los últimos años
pudo vivir cerca de su familia en Miami, aunque siempre conservó su
independencia.
En las ciudades en que vivió se destacó por su activismo a
favor de la libertad de Cuba y sus colaboraciones en periódicos locales.
Fue delegada en New Jersey del Comité Cubano Pro Derechos Humanos, que
fundó y dirigía en Cuba Ricardo Bofill.
Hasta sus últimos días mantuvo una gran lucidez y frescura
espiritual, que provocaban el asombro y la admiración de quienes la
conocieron. Ya pasados los 80 años aprendió a navegar por
Internet, y se convirtió en una lectora diaria de los periódicos
digitales.
La sobreviven su hermana Angela, que fue miembro del Comité Cubano
Pro Derechos Humanos en Cuba, sus hijos Antonio y Rosa Berre, sus nietos Nivia y
Nubia Quintela y Maxens Berre y su biznieta Raquel Espasande. |