Sin rasgarme
las vestiduras
Ana Leonor Díaz, Grupo Decoro
LA HABANA, octubre (www.cubanet.org) - Si algo caracteriza a la sociedad
cubana de los últimos 43 años es el alto contenido ideológico
que imprime -y exige- a todos los ciudadanos, cual una profesión de fe
medieval.
Desde que un niño se empina en los cinco años, es compulsado a
jurar lealtad al régimen, a identificar la patria -que es de todos- con
un gobierno o un sistema social.
El proceso, lejos de concluir en la adultez, se prolonga machaconamente:
cada día, cada semana, cada año, hasta la vejez.
De esto no se salva nadie, sólo las más altas esferas, donde
no se exige tanto. Pero no hay un día en que la prensa escrita, la radio,
la televisión, incluso el cine y los libros, escapen del "mensaje".
Así me conformaron, en el ejercicio mimético cotidiano. A
veces, un razonamiento "diferente" de la línea oficial ocasiona
no pocos problemas. Entonces hay que hacer profesión de fe, rasgarse las
vestiduras, en lo que el lenguaje políticamente correcto define como "autocrítica".
Se ve forzado el ciudadano a proteger a la familia, o de lo contrario se le
arrastra a la desgracia del limbo político orweliano, donde se pretende
colocar a la disidencia.
Todo hasta un día, cuando los velos (yo diría que las telarañas,
por lo sucio y polvoriento) empiezan a caer de los ojos. Y lo se aprende a no
ser tan sincero, a guardar los pensamientos. Se prepara uno tan bien que hasta
puede pasar por una oficialista a ultranza.
Ha vivido ese horrible pasado y me siento a gusto con mi real personalidad.
Pienso como vivo y vivo como pienso, a nadie rindo cuenta de lo que escribo
y nadie me exige un juramento de lealtad. Soy fiel a mí misma, semejante
a mis iguales.
Y con la gente buena y sencilla que trato, la amistad, el afecto, el
respeto, es un acuerdo tácito. Sin rasgarme las vestiduras.
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