Me gané
un aguacate
Adrián Leiva, Grupo Decoro
LA HABANA, octubre (www.cubanet.org) - Para los cubanos vivir del salario es
tan difícil como intentar caminar sobre el agua llevando puesto un traje
de plomo. La escena que presencié el pasado viernes ilustra esta
realidad.
Las manecillas de mi reloj marcaban las cinco de la tarde. A pocos metros,
dos jóvenes cargaban un pesado saco y anunciaban su mercancía a
viva voz. Vendían aguacates.
Al escuchar el pregón de los aguacateros, un hombre que charlaba con
sus vecinos en la entrada de su casa decidió comprar uno para acompañar
la comida.
- Oye, aguacatero, dame uno maduro y de los grandes.
Raudo y veloz, uno de los vendedores le mostró algunos de los
aguacates que llevaba. Después de revisarlos el cliente se decidió
por el que encontró mejor.
- Me quedo con éste. ¿Cuánto vale?
- Doce pesos.
- ¡Coñooooo! Con el salario del día de hoy me gané
un aguacate -exclamó el comprador.
Las risas y los comentarios entre los presentes no se hicieron esperar.
Mientras esto ocurría yo había detenido la marcha de forma
prudente para observar la escena que acontecía en una calle del reparto
Las Cañas, en el municipio capitalino del Cerro. Entrevisté a
algunos de los presentes, a quienes garanticé el anonimato que
solicitaron.
.
Según explicaron los jóvenes vendedores, ellos habían
renunciado a trabajar con el estado por los salarios que devengaban, ya que los
mismos sólo alcanzaban para cubrir las necesidades básicas de una
semana. El vendedor de más edad trabajaba como radiólogo en un
hospital, y el otro como electricista de mantenimiento, ambos casados y con
hijos.
Para adquirir los aguacates viajan muchos kilómetros por los pueblos
de provincia Habana. En esos lugares pactan con parceleros y campesinos la
compra de los árboles completos. Luego deben recolectar el producto y
trasladarlo en sacos a la capital. Todo esto a riesgo de ser sorprendidos por la
policía o por los inspectores, los cuales les impondrían fuertes
multas y el decomiso del producto. Una vez en la ciudad, les espera la fatigosa
tarea de caminar todo el día para realizar la venta.
- La población tiene cada vez menos dinero, y la mayoría de la
gente no puede comprar un aguacate. Hoy salimos a vender a las nueve de la mañana
y todavía tenemos la mitad del saco.
Algunos de los presentes comentaron sobre esta realidad y manifestaron su
deseo de comprar aguacates, pero no podían pagar ese precio.
Por su parte, el afortunado comprador no tuvo reparos en expresar que en su
trabajo no le interesaba su salario, sino la posibilidad de "luchar".
En Cuba esto significa vivir del contrabando de materias primas y productos
robados al estado.
Con el cansancio reflejado en sus rostros, los aguacateros continuaron su
camino, dejando atrás el lamento de las personas que no podrían
saborear en la comida de esa tarde un sabroso aguacate maduro.
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