Prejuicios más
indiferencia, igual a desgracia múltiple
Lázaro Raúl González, CPI
PINAR DEL RIO, octubre (www.cubanet.org) - Hace tiempo, cuando en Cuba había
más proclividad a hacer chanzas públicas, a los pinareños
se nos hizo fama de ser la gente más necia de toda la Isla. ¿Tú
eres bobo o de Pinar del Río?, solía preguntársele en el
resto del país (principalmente en La Habana) a quien cometía
alguna tontería de marca mayor.
Y, aparentemente, tal percepción ha sido aprovechada por la
naturaleza, porque eso de que una provincia sea atravesada por el mismo
territorio y con apenas 11 días de diferencia por dos huracanes
devastadores, sólo he ha sucedido a Pinar del Río desde que se
llevan registros meteorológicos.
Primero, el viernes 20 de septiembre se nos echó encima el huracán
Isidore, con categoría 2. Según datos oficiales, Isidore destruyó
totalmente 3,600 viviendas y causó afectaciones a otras 34 mil. Los daños
fueron sustanciales. Miles de objetivos económicos del estado sufrieron
un golpe demoledor. El sector privado fue zarandeado por una fuerza muy superior
a sus endebles capacidades de resistencia.
Luego, el martes primero de octubre se abatió sobre nosotros Lili,
con vientos más fuertes que los de Isidore. Nuevamente cayeron miles de
inmuebles, árboles, postes de las líneas eléctricas y telefónicas.
Toda la provincia quedó sin electricidad. El curso escolar -y casi
cualquier otra actividad- se paralizó por más de 15 días.
Las edificaciones insignia de la provincia, las casas de tabaco, sufrieron tanto
daño que después del paso del segundo huracán resultaba más
fácil contar las que quedaron en pie que las que fueron destruidas.
Ambos fenómenos atravesaron Pinar del Río por el lado oeste,
donde la destrucción resultó devastadora. Pero en el lado este de
la provincia también hubo serios daños.
Los platanales de Los Palacios y sus barrios pobres, casi en el extremo este
de la provincia, fueron diezmados. Las instalaciones y la ranchería de la
playa Boca de San Diego, del municipio Consolación del Sur fueron
barridas por las penetraciones del mar. Sólo en un área próxima
a Herradura, la periferia de Lili destruyó total o parcialmente 113
viviendas en apenas cinco minutos.
Y si cuantiosos fueron los daños que produjeron los vientos,
probablemente todavía más perjudiciales fueron las prolongadas e
intensas precipitaciones que acompañaron a ambos ciclones. Mientras la
fuerza del aire privó de techo a decenas de miles de personas, la acción
del agua destruyó la mayoría de las cosechas de la provincia. Por
tanto, unas 700 mil personas se preparan para algo muy similar a una hambruna.
La situación de la provincia es tan caótica que bien merece
una enérgica intervención del estado. Pero si en tiempos normales
el gobierno está acostumbrado a satisfacer sólo un tercio de las
necesidades del pueblo, ahora nadie espera que vayan a multiplicarse sus
potencialidades. Mucho menos tratándose de Pinar del Río.
Parafraseando al Comandante en Jefe, Granma publicó el día
después de que Lili atravesara la provincia una información donde
se proclama que lo mejor que había sucedido fue que Lili pasara por el
mismo lugar por donde lo había hecho Isidore.
¡Qué clase de consideración nos tienen a los pinareños!
Es más o menos como darle gracias a la providencia porque perdió
el ojo el que ya estaba tuerto. ¡Qué más da, que se quede
ciego! Seguramente se trata de una conclusión deducida de la más
pura filantropía marxista.
Hasta ahora tampoco se ha conocido que los americanos, ni la Unión
Europea, ni Naciones Unidas, ni ningún otro organismo internacional tenga
intención de considerar como zona de catástrofe, y por tanto
merecedora de ayuda, a la provincia de Pinar del Río.
¡Quién sabe, quizás nos vean cara de pinareños!
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