La ética
al basurero
Lázaro Raúl González, CPI
HERRADURA, octubre (www.cubanet.org) - Quienes cursamos estudios en la Cuba
marxista fuimos sistemática y masivamente adoctrinados sobre la
malignidad del capitalismo. Según esta categorización, los
capitalistas serían, en el mejor de los casos, unos insensibles verdugos
sociales.
Ahora mucha gente está comentando la inmoralidad en que está
incurriendo el castrismo al cortejar a los mismos capitalistas americanos que
hace 40 años sacó de la Isla a patadas.
A mí no me provoca el más mínimo asombro. Cualquier
jugarreta que le sea útil será explotada por el régimen
para prolongar su permanencia en el poder. Ya antes había sido legalizada
la tenencia del dólar y se habían establecido oportunistamente
otras medidas como la apertura al capital foráneo y una ligera liberización
de las fuerzas productivas internas.
En cambio, me ha impactado más la postura que está asumiendo
el empresario americano, al entrar en tratrativas comerciales normales con este
régimen, odiador impenitente de la libre empresa. Esto no es un sutil
detalle histórico, objeto de comentarios anónimos. No hay
evidencia alguna de que el régimen que hace 43 años despreciaba el
mundo de los negocios y abominaba de la propiedad privada haya evolucionado
hacia un estado de derecho, promulgador de leyes justas y respetuoso del mercado
libre. Muy por el contrario, en la Cuba de hoy el pueblo carece de toda
oportunidad económica, a no ser la de servir al estado como fuerza de
trabajo barata. El gobierno no permite ni siquiera la existencia de pequeñas
empresas privadas. Los nacionales cubanos no pueden invertir en ningún
negocio o empresa. En Cuba no hay bolsa de valores.
El gobierno que hace 40 años usurpó la tierra a sus legítimos
dueños -nacionales o foráneos- sigue siendo hoy el propietario y
usufructuario de las 4/5 partes de la tierra cultivable del país. Es
también propietario exclusivo de toda la industria nacional y el
prestador mayoritario de los servicios, donde se incluyen el turismo, el
transporte y la banca. La actividad privada en Cuba se limita a la existencia
de un pequeño sector comercial-artesanal y de unos miles de campesinos
que padecen un total desamparo jurídico, dependen materialmente del
estado y sufren todo género de abusos y represiones. A un ciudadano
cubano la policía castrista le puede imponer una multa y decomisar su
carga por transportar -un par de ejemplos entre 100 mil- diez libras de queso o
50 botellas de puré de tomate de una ciudad a otra. Las producciones de
los campesinos son secuestradas por organismos estatales que pagan precios misérrimos.
Debido a la ineficiencia inherente al sistema, el pueblo de la Isla vive
sumido en una asfixiante crisis económica. Los ingresos per cápita
anuales son inferiores a los 200 dólares. En el terreno de los derechos
civiles y políticos la situación es tan calamitosa como lo era
hace cuatro décadas. Miles de cubanos han tenido que cumplir prisión
por emitir un juicio crítico sobre el gobierno. Millones de nacionales
han tenido que marchar al exilio. El gobierno no permite la libre asociación
de los ciudadanos, e incluso viola diariamente su propia Constitución. En
contradicción con el artículo 43 de la Carta Magna, se prohíbe
el acceso de los cubanos a hoteles, restaurantes y playas, reservados el
disfrute exclusivo de extranjeros. Se ha bloqueado la posibilidad de satisfacer
las demandas legales del Proyecto Varela, nacido de la oposición y con
suficiente respaldo popular, a pesar de que los artículos 63 y 88 de la
constitución garantizan tal derecho. Los empresarios norteamericanos que
han venido a exhibir sus productos en una feria en La Habana deberán
estar enterados de que el gobierno cubano ha sido amonestado por más de
una década en la Comisión de Derechos Humanos en Ginebra. Tales
condenas no se han debido precisamente a que los cubanos vivamos en una sociedad
próspera y democrática. Por más que los personeros del régimen
se esfuercen en demostrar lo contrario, en Cuba no se vive una situación
de normalidad.
La Isla sigue siendo gobernada hoy por el mismo sátrapa que lo ha
hecho en los últimos 43 años y 9 meses. Hoy como ayer, su poder se
sustenta en la fuerza, a través de una policía política que
vigila a todo el mundo, incluyendo a los extranjeros que nos visitan. Si los
empresarios americanos se involucran -a estas alturas de la debacle castrista-
en la manutención de un macabro aparato represivo tercermundista,
entonces ya no habrá dudas. Simplemente habrán tirado su ética
al basurero.
Esta información ha sido transmitida por teléfono,
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