CUBANET .INDEPENDIENT30

10 de octubre, 2002


En el trópico comunista

Lázaro Raúl González, CPI

HERRADURA, octubre (www.cubanet.org) - Cada vez que en el Atlántico o en el Caribe empieza a organizarse un huracán los cubanos comienzan a rogarle a Dios "por favor, que se vaya por otro lugar".

No pueden hacer mucho más. Prepararse para una guerra contra el mal tiempo exige recursos que en la isla no hay, pues han sido gastados en la diaria batalla por la subsistencia, que obviamente tuvo lugar ayer.

El gobierno que se declara listo para descalabrar a los americanos en cuanto den una oportunidad, en realidad no ha conseguido más que empobrecer y flagelar a la sociedad cubana hasta convertir la existencia de los nacionales en una calamidad permanente.

Bajo el actual estado de cosas conseguir los alimentos y el combustible de hoy es una ardua tarea, pero conseguir el lunes lo que se necesitará de martes a sábado es una meta que pocos se proponen y que casi nadie consigue, aún cuando haya sido definitivamente advertido que "el ciclón nos va a dañar".

De tal modo, cuando a la isla se le echa encima un huracán generalmente llueve sobre lo mojado. Miles de familias tienen que pasar los días del temporal a oscuras, desinformadas y hambreadas. La situación previa al huracán no permitía otras posibilidades.

Ni siquiera en los comercios de los pueblos rurales se encuentran productos del agro como yuca, boniato, plátano y malanga. En los mercados privados de las ciudades es posible adquirir arroz, frijoles y carne de cerdo, pero a precios elevados. Los alimentos enlatados, apropiados para situaciones de emergencia, están absolutamente fuera del poder adquisitivo de la mayoría.

Sin embargo, ante la inminencia de un ciclón lo que más aflige a los cubanos es el mal estado de sus viviendas. Pese a que las autoridades consideran que se encuentra en mal estado alrededor de una tercera parte del fondo habitacional del país, diversas fuentes coinciden en señalar que más del 50 por ciento de los inmuebles cubanos no están en condiciones de resistir un huracán de mediana intensidad.

Y si no es fácil construir nuevas viviendas, o al menos reconstruir las viejas, es por la aguda escasez y consecuentes altos precios de los materiales. Conseguir una tabla, unos clavos y un martillo es punto menos que imposible, incluso bajo alerta ciclónica.

La situación de penuria y falta de preparación no perjudica sólo al pueblo, las empresas y organismos estatales están "en cueros" y virtualmente incapacitados para enfrentar exitosamente contingencias naturales de regular o menor envergadura.

El año pasado, cuando el huracán Michelle atravesó la isla por la región central, en la provincia Pinar del Río estuvimos seis días sin servicios de electricidad y agua, desabastecidos y sin telecomunicaciones, pese a que el huracán pasó a cientos de kilómetros de Pinar del Río.

Este año, con el huracán Isidore, se repitió la situación. A pesar de que el ciclón sólo tocó la provincia Pinar del Río en su extremo más occidental, en Herradura, ubicada en la zona oriental del territorio, estuvimos varios días sin los servicios que nos distinguen de una tribu amazónica: ni electricidad, ni combustible, ni alimentos, ni radio, ni periódicos, ni agua...

En tan mala situación estamos que los mismos preparativos previos a la llegada de un huracán pueden causar serios daños. En víspera de la llegada de Isidore, al tratar de acondicionar la casa de mi madre, estropeé el arruinado techo por varios lugares. Para asegurar de algún modo el caballete tuve que valerme de mi hijo de 11 años, pues era evidente que la cumbrera no hubiera resistido mi cuerpo (peso 178 libras y cuatro onzas).

La vivienda de mi madre, que en realidad es el cadáver de una casa, tiene casi 30 años, por lo que la tabla y el guano con que fue construida están en franco estado de descomposición.

En mi propia casa no pude clavetear los listones que atesoro desde hace años para reforzar las puertas y ventanas, porque casi toda la madera está podrida y, por lo tanto, no tolera ni un golpe más.

Tal es la suerte que nos toca en el trópico comunista.


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