Armando Alvarez Bravo. Crítico de arte/El Nuevo Herald, octubre 6, 2002.
La verdadera historia de la pintura cubana --que sólo podrá
escribirse cuando Cuba salga del totalitarismo castrista y de sus secuelas--
enfrentará al lector con hechos terribles. Por una parte, el régimen
imperante en la Isla --además de su deliberado propósito de
reescribir la historia a sus fines-- ha sido implacable con aquéllos que
se le opusieron, que se negaron a someterse a sus dictados y servirlo
incondicionalmente; y por otra, ha recompensado a aquéllos que se le
plegaron.
Esto significa que a lo largo de varias décadas, demasiados creadores
han sido convertidos, en el mejor de los casos, en no personas en la Isla, han
sido borrados de los anales oficiales y, si exiliados, han tenido que padecer,
además de su expulsión a las tinieblas exteriores, el peso antágonico
de la cómplice maquinaría académica, cultural, política
y de los medios simpatizantes del castrismo o a su servicio. Una maquinaría
que, además de negar a los verdaderos valores, ha exaltado a demasiados
mediocres.
Esa injusta realidad ha sido y es tan implacable como nefasta y marca las
vidas y la andadura creativa de creadores esenciales que optaron por la
libertad. Esa realidad ha impedido que su proyección alcanzara su justa
dimensión. Uno de ellos es el pintor Hugo Consuegra, que el viernes 11 de
octubre, inaugura una exposición de su obra reciente en Agustín Gaínza
Fine Cuban and Latin American Art, de Miami.
Consuegra es uno de los integrantes del Grupo Los Once (1953-1955), que en
los años 50 fue fundamental en el desarrollo de la plástica
cubana. Buscaban en su espacio un nuevo dominio y determinaron, desde la
singularidad de cada estilo de los miembros del grupo original, que esa ganancia
comenzaba por la ruptura con el arte figurativo, tanto de los académicos
como de los integrantes de la Escuela de La Habana. Su credo puede concretarse
en este presupuesto: Realizar un arte abstracto sin mensaje. En este sentido,
para Consuegra, la cultura europea era más importante que la americana y
su obra no era derivación de esta última. Así, considera
que el arte producido por ellos no era imitativo, sino que fraguaron un
abstraccionismo cubano.
El expositor, nacido en La Habana, en 1929, y formado como arquitecto, se
exilia en España en 1967, tras haber representado a Cuba en distintos
eventos y exposiciones. En 1970, abandona Madrid y se instala de manera
permanente en Nueva York, dedicándose profesionalmente a su carrera y a
continuar desarrollando su obra. El suyo es el caso de muchos creadores cubanos
exiliados.
Es un hecho singular que este artista abstracto pinte antes de abandonar
definitivamente a su país, una serie de cuadros figurativos. Su esencia
era la protesta contra el régimen castrista. Esa crítica al
sistema comunista a través de la imagen cesa en España, donde
regresa a la abstracción. Una abstraccción que, en su caso, tiene
como centro definidor la forma. Es a través de la elaboración de
esa forma, y no del color, que Consuegra edifica un mundo propio.
En ese mundo, el artista no se reduce a ser él mismo, sino trata de
replicar sensaciones. La suya es la búsqueda de una visión
totalizadora que sea capaz de transmitir un sentimiento que trascienda al
cuadro. Para ello, con su dominado oficio, el pintor busca representar estados
de ánimo, situaciones y personas que no han sido explorados por otro. En
ese proceso, la forma domina la unidad de su quehacer, en que es determinante,
además de esa forma absoluta, la intención. Esto lo lleva a ir más
allá de la superficie del lienzo y del tema, y trascender a la misma
imagen.
Consuegra podría definirse como un pintor de pincelada y gesto. Pero
ni en sus cuadros ni en sus dibujos y obra gráfica hay descontrol. Si
bien considera al dibujo como fundamental, y esta colección de obra
reciente lo demuestra otra vez, también cree que ese dibujo es fuente de
espontaneidad. Esa espontainedad es un elemento clave para definir su quehacer.
De esta suerte, reverso de lo representacional, Consuegra asume ante la
superficie en blanco, la posición de alguien que "inventa la
pintura, que crea un mundo propio sin antecedentes ni tangencias con nada.
Ese universo que comienza a fraguar en Cuba con el rigor espléndido
de una pintura de extrema sobriedad, confluencia de blanco y negro, desarrolla
en Estados Unidos un espacio para el color, que deviene elemento de primera
importancia para la composición. En esta obra reciente de un pintor con
firme arraigo en la estructura que considera esencial, el dibujo se convierte en
añadidura, en ornamento. Un verdadero lujo para Consuegra. Y así,
con decisiva finalidad, se adentra en una obra que asume, a la altura de su
cristalización, el latido de la búsqueda, un impulso lúdico,
unas imágenes y formas que van más alla de la respuesta, del
razonamiento lógico.
La obra lograda por este artista de primer rango ha alcanzado ese máximo
de libertad que él mismo controlaba. De esta suerte, el elemento riesgo
que ahora asume, le permite, como jugando consigo mismo, la deliberada colocación
en la pieza de un elemento fuera de balance que determina en el observador dos
reacciones: la sorpresa y la reflexión. Ha asumido Consuegra el papel de
perturbador que, a su vez, sigue adentrándose en la conquista de la
iluminación de lo insólito, de lo inesperado y lo sublime que saca
a la criatura fuera de lo normal y la adentra en el ámbito del prodigio.
Racional en todo, Consuegra ha conquistado en su andadura algo que siempre
enriquecerá la contemplación de su obra mayor. Es la absoluta
libertad creativa que se cumple en el placer de la pintura misma. Una obra cuyo
fascinante latido perturbador es la otredad del éxtasis.
La exposición de obras recientes de Hugo Consuegra se inaugura el
viernes 11 de octubre, a las 7 p.m., en Agustín Gaínza Fine Cuban
and Latin American Art, 1652 SW 8th Street, Miami. Podrá visitarse hasta
el 25 de noviembre. Horario: lunes a sábado, de 11 a.m. a 6 p.m.
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