Y sin embargo
¿qué?
Claudia Márquez Linares, Grupo Decoro
LA HABANA, octubre (www.cubanet.org) - El interés de los comerciantes
norteamericanos de lograr el levantamiento del embargo se acentúa con el
transcurso de los días. Parecen intuir que los cambios en Cuba se
acercan y desean ir allanando el camino para un futuro comercial seguro y próspero.
La visita de Jesse Ventura, gobernador de Minnessota, fue reflejada con
mucho entusiasmo en la prensa nacional. La participación del político
norteamericano en la feria de productos agropecuarios en PABEXCO hace apenas una
semana, fue criticada por los sectores más radicales del exilio y
admirada por el gobierno cubano, como otro paso de avance para aumentar las
presiones dentro de los Estados Unidos a favor del levantamiento del embargo.
El tema de las sanciones comerciales a la Isla (que ya cumplieron 40 años)
como tela de fondo en las tensas relaciones La Habana-Washington, es
controvertido, y lo rodean intereses de corte político y económico
que lo tornan aún más complicado a la comprensión de los
cubanos.
Por un lado, los habaneros observan cómo entran por la bahía
los barcos cargados con mercancías que Cuba compra a Norteamérica.
Y por otro, se preguntan dónde están esos alimentos "porque
mi mesa todavía permanece vacía", al decir de muchos
capitalinos.
Si bien en los Estados Unidos los comerciantes abogan por su derecho a
comerciar libremente, e incluso anhelan viajar a la Isla sin tener que exponerse
a las multas por violar las restricciones del gobierno, el cubano, anhelante de
cambios democráticos, se pregunta si resultaría provechoso
oxigenar económicamente a una dictadura que suprime derechos tan
elementales para los norteamericanos como pensar y viajar libremente.
Para nadie es un secreto que la obsesión del gobierno de La Habana
por el asunto del embargo es enfermiza. No hay discurso, mesa redonda, tribuna
antimperialista que no haga alusión al asunto, y culpe a Washington de
las penurias económicas de los cubanos.
Valdría la pena recordar el discurso del ex presidente Jimmy Carter
en la Universidad de La Habana: "Cuba tiene intercambio comercial con más
de 100 naciones y puede comprar medicinas a mejor precio en México que en
los Estados Unidos". En aquella ocasión no hubo respuestas por parte
del público presente. Incluso Fidel Castro se mantuvo callado a pesar de
que el embargo es uno de sus temas obsesivos.
Claro está que un mayor intercambio comercial y humano favorecería
las relaciones entre ambas naciones. Pero nadie puede asegurar que por el hecho
de que los norteamericanos visiten la Isla y contribuyan a que vuelvan a la mesa
del cubano los cereales de Kellog y el arroz Tío Ben (si existe la marca
todavía), el gobierno cubano va a permitir que los disidentes puedan
expresarse sin temor a dar con sus huesos en las cárceles, o que se
legalicen los partidos de oposición.
A través de estas cuatro décadas de pensamiento único
las muestras de intolerancia por parte de las autoridades de la Isla son harto
conocidas en todo el mundo. Ya el socialismo se declaró irrevocable en
Cuba, así que no vale la pena congraciarse, y mucho menos aspirar (los
posibles comerciantes norteamericanos) a que se paguen los créditos. En
todas partes se sabe que La Habana es mala paga. Aunque, según Fidel
Castro, todo lo que se compró en la feria agropecuaria se pagó al
contado.
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