Andres Oppenheimer.
El
Nuevo Herald, sept. 30, 2002.
WASHINGTON - ¿Se producirá una partición política
de América Latina tras las elecciones brasileñas? ¿Habrá
un eje antiestadounidense, antilibre comercio en la costa atlántica, y un
eje proestadounidense, prolibre comercio en la costa del Pacífico?
Se trata de un escenario que se está escuchando en círculos de
línea dura de esta ciudad a medida que nos acercamos a las elecciones del
6 de octubre en Brasil, en las que el candidato izquierdista Luiz Inácio
Lula da Silva lleva una cómoda ventaja en las encuestas.
Según este escenario, si Lula gana en Brasil, su victoria le daría
un espaldarazo a los candidatos populistas e izquierdistas en las elecciones
argentinas de marzo. El candidato populista Adolfo Rodríguez Saá
--el mismo que cuando fue fugaz presidente a fines del 2001 anunció
triunfalmente la suspensión de los pagos de la deuda externa de su país--
está encabezando las encuestas argentinas, que indican un creciente
rechazo a las recetas de libre mercado recomendadas por Estados Unidos y Europa.
Entonces, dicen quienes consideran posible este escenario, terminaríamos
con un ''bloque del este'' --geográficamente hablando, claro-- en la
costa atlántica, integrado por Argentina, Brasil, Venezuela y Cuba. Y en
la costa del Pacífico, tendríamos un ''bloque del oeste'', más
favorable a Estados Unidos y al libre comercio, integrado por Chile, Bolivia,
Perú, Colombia, América Central y México.
Las principales diferencias entre estos dos bloques serían las
siguientes:
Primero, la política. En el actual clima político de
Washington, dominado por la convicción de que se viene una guerra
inminente contra Irak, habría una tendencia natural del gobierno de
George W. Bush a ayudar a los países de la costa del Pacífico que
apoyarían a Estados Unidos, y a ignorar a los países del Atlántico
que probablemente criticarían una acción militar. Si Bush ha
enfriado las relaciones con una potencia como Alemania por las críticas
del canciller, Gerhard Shroeder, a sus planes de guerra en Irak, se puede asumir
que su reacción contra países sudamericanos que critiquen el
unilateralismo norteamericano sería igual, o peor.
Segundo, el libre comercio. Todos los países de la costa del Pacífico
--empezando por Chile y América Central-- están completando o
iniciando negociaciones de libre comercio con Estados Unidos, o han manifestado
su voluntad de hacerlo. Por el otro lado, Brasil y sus vecinos del Atlántico
podrían negarse a entrar en negociaciones de libre comercio hasta que
Estados Unidos levante sus barreras proteccionistas a productos agrícolas.
Tercero, el factor humano. Prácticamente todos los presidentes de países
de la costa del Pacífico hablan inglés --muchos de ellos tienen
doctorados de Stanford, Harvard, Chicago-- y pueden mantener una conversación
con Bush u otros líderes mundiales sin necesidad de tener un intérprete
al lado. Por el contrario, ni Rodríguez Saá, ni Da Silva, ni Chávez
podrían hacer lo mismo.
La semana pasada le pregunté al máximo funcionario a cargo de
la política latinoamericana del Departamento de Estado, Otto Reich, sobre
la posibilidad de una partición política de América Latina.
Reich, un conservador, dice que no cree que Argentina y Brasil se vuelvan
antiestadounidenses.
''Mire, en el mundo de hoy, ¿qué ganas siendo
antinorteamericano?'', me dijo Reich. ``Estamos en un mundo unipolar. Había
un tiempo en que los países podían jugar con su apoyo a Estados
Unidos o la Unión Soviética, y quizás ganar alguna ayuda
económica limitada de la Unión Soviética. Pero ya no''.
''Uno de los resultados del colapso de los mercados financieros en el mundo
es que hay menos dinero en el mundo para invertir en otros países'',
continuó. ``Los países tienen que tomar recaudos para no quedar
excluidos de los flujos financieros internacionales. Venezuela es un ejemplo: ha
habido muy pocas inversiones en Venezuela. El capital es cobarde''.
Al preguntársele cómo reaccionaría el gobierno de Bush
a una posible ola populista en América Latina, Reich respondió:
``Mucho dependerá de cómo esos gobiernos hagan dos cosas: cómo
manejen sus relaciones exteriores, en especial con nosotros --porque a fin de
cuentas, nosotros sólo podemos hablar por nosotros-- y de cómo
tratan a su gente, porque nos importan los derechos humanos y la democracia''.
``Si son amigos de Estados Unidos y respetan los derechos de sus ciudadanos,
haremos todo lo que podamos por ayudarlos. Si se alínean con los enemigos
de Estados Unidos, si van a visitar a Saddam Hussein, a Muammar Khadafy o a
Fidel Castro, vamos a tener que asumir que han encontrado en esos regímenes
algo que les gusta. Y eso nos preocupa, porque son [regímenes]
terroristas y estados fracasados''.
En una próxima columna les daré mis propias razones por las
cuales soy algo escéptico sobre una posible ''partición política''
de América Latina. Por ahora, quería darles una idea del clima político
post 11 de septiembre, centrado en Irak e influido por las próximas
elecciones legislativas de noviembre, que predomina en Washington. Espero haber
sido lo suficientemente gráfico.
|