Impropio
para cubanos
Lázaro Raúl González, CPI
HERRADURA, noviembre / www.cubanet.org - Eso de escribir a borbotones lo que
le salga del corazón es quizá el sueño de todo el que
esgrime una pluma. Pero, lamentablemente, excepto la poesía, la mayoría
de las veces eso no es posible. Hay que obedecer técnicas porque, si no,
se irrita a los editores y también hay que conocer -o adivinar- las
percepciones que generará en la opinión pública lo que se
escribe. Por desconocimiento y aún involuntariamente un periodista puede
herir, e incluso humillar, a sus lectores.
En tal desafortunado hecho puede que haya incurrido Rodolfo Livingston, un
argentino que últimamente ha estado publicando una columna semanal en el
diario comunista Juventud Rebelde, que se edita en la Habana.
En su columna del sábado 9 de noviembre, titulada Andar Buenos Aires
II, Livingston ilustró a los lectores cubanos sobre cómo es
posible volverse "turista en su propia ciudad". Para demostrarlo, narró
las peripecias vividas por él y un amigo el día que se embarcaron
en un ómnibus que transportaba turistas extranjeros por la gran urbe
rioplatense.
Obviamente, Livingston desconoce que ningún cubano -a no ser el
chofer, el guía turístico y el oficial de Seguridad- puede subir a
un ómnibus destinado al turismo extranjero en Cuba, so pena de ser
arrestado. Según lo dispuesto por el régimen imperante en la isla,
los nacionales no deben contaminarse con esas "comodidades burguesas"
exclusivas para extranjeros.
Los cubanos deben viajar de la casa al trabajo y viceversa (que básicamente
es el turismo que tienen los nacionales) apretujados e incómodos sobre un
camello (camión de carga adaptado para el transporte de pasajeros) que
hiede más que un dromedario jordano.
Puede descartarse la posibilidad de que alguno de esos pasajeros de camellos
cubanos desee emular con el señor Livingston poniéndose a apreciar
las bellezas de su ciudad.
En la barriga del camello las señoras van consternadas, cavilando "¿qué
inventaré esta noche para la comida?" Los hombres, preocupados, "no
tengo un centavo". Los jóvenes, calculando "me faltan dos meses
para completar lo del par de zapatillas". Todos desconfiados, "este
tipo tiene cara de carterista".
Tampoco podrían los cubanos imitar al señor Livingston -que
sugirió a la guía del ómnibus que hablara sobre las Madres
de la Plaza de Mayo- haciendo comentarios políticos sobre la situación
de su país.
En Cuba, en las últimas cinco décadas miles de cubanos han
sido arrestados, juzgados y condenados a años de prisión y después
al ostracismo por hacer un comentario crítico sobre el gobierno.
En este mismo instante gravita sobre toda la nación cubana la Ley 88
de 1999, popularmente denominada Ley Mordaza, la cual amenaza con la cárcel
a quien ejerza la libertad de expresión en contra de los intereses del
Partido Comunista, único permitido en Cuba.
Así las cosas, quizá el señor Livingston hubiera hecho
mejor en enviar su artículo-sugerencia (¡"Uno puede ser turista
en su propia ciudad"!) a un periódico español, costarricense
o chileno, pues bajo el tipo de "democracia" que se vive en Cuba su
aplicación es imposible y, por tanto, su lectura ha resultado dolorosa
aquí, cuando no ofensiva.
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