El castrismo
está de fiesta
Oscar Marío González, Grupo Decoro
LA HABANA, noviembre (www.cubanet.org) - Por undécima vez la Asamblea
General de Naciones Unidas, votó a favor de que se elimine el embargo
comercial que los Estados Unidos mantiene contra el gobierno cubano.
El régimen de Fidel Castro está acostumbrado a cosechar
reveses en la arena internacional. Una década de reproches y condenas en
la Comisión de Derechos Humanos de la ONU, la renuencia de la Comunidad
Europea a restablecer convenios de colaboración con la Isla, y frecuentes
desavenencias y querellas con los países vecinos, constituyen, entre
otras realidades, el balance que arroja la gestión castrista en materia
de política internacional.
Sin embargo, cada año el gobierno cubano aguarda el día en que
se produce la votación de la Asamblea General del máximo organismo
internacional referente al embargo, para anotarse al menos una victoria entre
tantas derrotas. Esto hace que el régimen se parezca a esos despojos
humanos cuya carcajada muestra los dientes como única parte del cuerpo
superviviente al deterioro.
Pero lo más significativo de todo es que tal situación se
presenta ante la opinión pública nacional como un reconocimiento,
y hasta como un respaldo al gobierno por parte de la comunidad mundial. El
pueblo cubano, cuya única fuente de información permitida es la
que ofrece el estado, se siente entonces contrariado.
El año entero ha tenido que desfilar en las tribunas abiertas,
condenando al mundo entero por las injusticias infligidas al gobierno de Castro
y, de buenas a primeras, se encuentra con la solidaridad del planeta. Y a los
que ayer tuvo que maldecir como lacayos del imperialismo, hoy tiene que bendecir
como hombres dignos y respetables.
De momento, sólo siete países cargan con "la infamia de
ser cómplices del imperialismo". Tres votaron en contra del
levantamiento del embargo y cuatro se abstuvieron. Los restantes países,
prácticamente la totalidad de los miembros de la ONU, emergen ahora como
gobierno heroicos.
Así de simple resulta a veces la propaganda oficial. Como aquellas
películas del antiguo oeste, cuyos personajes se dividían en
buenos y malos, sin matices intermedios.
Pero lo realmente importante de todo esto es que al cubano, al hombre com le
importa un comino toda esta jerga tan cambiante como contradictoria.
Lo que realmente lamenta la gente del pueblo es que cada vez que se
conmemora un triunfo o un fracaso se interrumpe su único entretenimiento:
las novelas brasileña y cubana que se transmiten a las nueve y media de
la noche en los dos canales de televisión. Entonces la jerigonza política
se adueña del televisor con su interminable y cansona cantaleta. Y lo que
es peor, después viene la obligada convocatoria a la plaza pública
para agitar banderitas, festejar, repudiar, maldecir o bendecir, según el
caso.
Pero aquí nadie se calienta la cabeza con el lío del embargo o
"bloqueo". Todos saben que con embargo o sin él seguiremos
viviendo mal. Nadie cree en tal bloqueo porque con un dólar en el
bolsillo usted puede tomarse una Coca-Cola en cualquier quiosco "dolarizado".
Sin él, tiene que conformarse con una limonada de azúcar prieta.
Para el hombre de "abajo" el problema es luchar por ese dólar,
lo cual resulta bien difícil. Porque estos canes de ahora son peores que
aquel del hortelano. Comen como condenados, pero no dejan comer.
Realmente ése es el bloqueo que hace falta quitar. Para que la
cazuela y el caldero se animen un poco y no haya que abrirle nuevos huecos a un
cinturón cada día más apretado. Para que reaparezcan el
congrí y el tasajo, la mantequilla y el café con leche, la
mermelada y el pan de gloria. Para que se cumplan los versos de aquel bardo que
en vida tuvo casi todo lo que quiso tener, mientras su pueblo no tenía
nada de lo que tenía que tener.
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