CUBANET... INTERNACIONAL

Noviembre 18, 2002



La trampa de la transición 'necesaria'

Arnaldo V. Yero. El Nuevo Herald, noviembre 18, 2002.

Un argumento usado para justificar el levantamiento unilateral del embargo contra el régimen de Fidel Castro es que, una vez eliminadas las sanciones y normalizadas las relaciones con Estados Unidos, el dictador cubano se verá forzado a una transición ordenada hacia la democracia y la economía de mercado.

El argumento, aunque aparentemente lógico, no es válido, porque está basado en premisas falsas. Algunas de estas premisas, explícitas o implícitas, son:

• Que el régimen castrista tiene la voluntad política de hacer cambios democráticos en Cuba.

• Que si no lleva a cabo dichos cambios es porque existe ''una guerra comercial'' contra la isla.

• Que las reformas económicas realizadas por La Habana no están dictadas exclusivamente por necesidades políticas coyunturales.

• Que a Castro le sería imposible justificar la falta de democracia en Cuba sin el mito de la amenaza de Estados Unidos.

• Que la apertura de la isla al mercado estadounidense llevará necesariamente al fortalecimiento de la sociedad civil y a la liberalización de la sociedad cubana.

Vayamos por orden inverso.

El que Castro obtenga acceso libre a los créditos y al mercado estadounidense no significa que tenga que hacer concesiones políticas a la oposición, ni otorgar mayor autonomía a la sociedad civil, especialmente si el levantamiento de las sanciones es unilateral y sin condiciones. Dos ejemplos históricos de aperturas sin mayores consecuencias políticas son el gobierno autoritario de derecha de Francisco Franco en España y el totalitario de izquierda del Partido Comunista en la República Popular China. Tanto Franco como los comunistas chinos, cada cual en su contexto, abrieron sus respectivas sociedades lo suficiente como para adaptarse a los cambios mundiales sin perder el poder. Castro ha venido haciendo ''reformas'' desde 1991, y no por ello su incipiente capitalismo de estado es menos despótico que su vieja revolución socialista.

Pensar a estas alturas que Castro necesita una coartada ideológica sólida para justificar la falta de libertades en Cuba es infantil. El bloque socialista se desplomó en 1989, la Unión Soviética se desmembró en 1991 y Castro todavía sigue gritando ''socialismo o muerte'', aunque en la práctica haya cambiado los textos de Marx por los de Milton Friedman. Cuando no pueda recurrir al sofisma del ''bloqueo'', Castro seguirá con la letanía de la lucha contra la ''globalización'', o la necesidad de defender las ''conquistas'' de la revolución, o el derecho de los cubanos a tener una democracia ''diferente''. Quien ha sido capaz de llevar al mundo al borde del holocausto nuclear sin temblarle la mano, no va a ceder el poder por falta de justificaciones ideológicas.

La mayoría de las reformas hasta ahora implementadas en Cuba han estado en función de la supervivencia política de la cúpula gobernante y no de las necesidades económicas de la sociedad. De ahí que los cambios hayan estado limitados a los esenciales mínimos para la adaptación del régimen a las nuevas condiciones del mercado internacional, sin que la mayoría de los cubanos tengan otra participación en la economía que la de simples peones asalariados sin derechos sindicales, a merced del monopolio y la explotación perenne del estado, ahora convertido en capitalista.

Asimismo, decir que Castro no hace cambios democráticos porque existe una ''guerra comercial'' contra Cuba es falso, porque el llamado ''bloqueo'', que nunca impidió que el gobierno cubano comerciara con otras naciones capitalistas --incluyendo aliados importantes de Estados Unidos como Canadá, Japón, Gran Bretaña, España, México y la Unión Europea-- en estos momentos prácticamente no existe. Hace unas semanas, Castro compró alimentos por alrededor de $200 millones de dólares en efectivo a diversas firmas estadounidenses, y desde hace años en las tiendas de área dólar en Cuba se puede conseguir todo tipo de productos fabricados en Estados Unidos. El gobierno cubano no busca comerciar con Washington, sino que le presten el dinero para seguir haciéndolo. Además de falso, el argumento es inmoral, porque justifica la supeditación de las reformas políticas, económicas y sociales que necesita el país al previo acceso de Castro al crédito financiero estadounidense, y utiliza al pueblo cubano como rehén para lograr dicho fin.

Si el régimen castrista tuviera la voluntad política de hacer cambios democráticos en Cuba, ninguna fuerza exterior podría impedírselo. El 16 de abril de 1961, en plena guerra fría, un día antes del desembarco de Bahía de Cochinos, Fidel declaró el carácter socialista de la revolución cubana, a riesgo de un ataque directo de Estados Unidos. Hoy, si quisiera girar hacia la democracia y la economía de mercado, Castro no tendría que temer otra invasión que no fuera la de los turistas ''americanos''. No lo hace porque instaurar una verdadera democracia en la isla le costaría el poder. Mientras Fidel Castro gobierne, en Cuba solamente habrá capitalismo de estado, sin democracia ni libertad, y lo único necesario será la paciencia para seguir soportándolo.

Traductor, redactor comercial y periodista cubanoamericano que reside en Miami.

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