Ramon Ferreira. Posted on Tue, Feb. 05, 2002
El Nuevo Herald.
El puerto de Mariel en la costa noroeste de Cuba conocido exclusivamente
como un centro de tráfico marítimo y de pesca, ahora se ha
convertido en símbolo del tesón y virtudes del pueblo cubano. El
diminutivo ''marielito'' ha venido a resumirlas afectuosamente en reconocimiento
de los sufrimientos superados por quienes lo usaron para escapar del comunismo
hacia donde pudieran ejercerlas libremente. Pero no siempre fue así.
Con la evidencia de la tiranía de Fidel, el exilio se fue formando
primero con los que pudieron escapar con vida por ser conocidos enemigos del régimen,
seguidos de quienes quisieron salvar lo que podían de sus posesiones y
progresivamente los que tuvieron que escoger en salir simplemente con lo que tenían
puesto o quedarse con el uniforme de presos de Fidel. El resto de la población
quedó encarcelada gestando marielitos.
La salida por Mariel fue un éxodo, una fuga en masa de quienes
quedaron sufriendo las primeras ráfagas del rencor que animaba cada nuevo
gesto político de Fidel ante todo intento de reclamación de
derechos civiles. El descontento popular se desbordaba.
Abriendo el puerto de Mariel brevemente, Fidel logró deshacerse de
una rebeldía peligrosa y, a la vez, vaciar las cárceles de los
criminales comunes que ya no podía alimentar. Con su habitual cinismo y
desprecio por los sentimientos humanos, se cuidó muy bien de liberar a
los presos políticos que hubieran resultado enemigos peligrosos fuera del
país. De ese modo, le hizo al mundo lo que parecía un gesto de
benevolencia, pero cargándolo de elementos que sabía envenenarían
al exilio.
La controversia fue inmediata. La opinión pública se dividió
en dos bandos. Para algunos esta nueva ola de exiliados representaba una amenaza
a su seguridad. Para otros, se debía separar el trigo de la paja. Y el
exilio, ávido de evadir dilemas de conciencia, optó por
denominarlos a todos marielitos. Con las insinuaciones maliciosas que permitía
esta mezcla, los marielitos tuvieron que enfrentarse al escrutinio público
y a competir con sus conciudadanos más idóneos. Durante mucho
tiempo, la palabra ''marielito'' provocaba controversias y acusaciones
imaginarias, hacía volver el rostro al oírla para no verse
envuelto en una discusión. Veintidós años después,
ya veteranos y valiéndose únicamente de su derecho a la libertad
de expresarse, se han destacado por sus méritos en diversas ramas de la
sociedad y, ahora, el epíteto de ''marielito'' provoca una pausa y
echarle una ojeada y hasta una sonrisa de aprobación al nuevo merecedor
de tal halago.
Se dice que el exilio cubano en general representa uno de los mayores --si
no el mayor-- éxitos de adaptación en este terrible acontecimiento
que sufren quienes se ven obligados a abandonar su país por una razón
u otra. El exilio en general y los marielitos en particular han aportado
personas que merecen destacarse con un aparte a la hora de reconocer esfuerzos y
logros, no tan sólo para recuperar lo perdido, sino también para
servir de ejemplo a otros menos dotados o afortunados. Pero a éstos les
satisface el reconocimiento de la obra rendida. Lo que sí merece
destacarse es que el exilio cubano en general no se limitó a reproducir
un talento particular, ni siquiera su inmediata adaptación a las
necesidades de sobrevivir; el exilio cubano las reprodujo todas tal cual como le
son inherentes antes de que Fidel intentara inculcarle las de su invención.
El exilio cubano --con visa, balsero o marielito-- se ha incorporado con su
creatividad y perseverancia a las distintas estructuras sociales, políticas
y comerciales de los Estados Unidos: policías, jueces, abogados,
alcaldes, legisladores, diplomáticos, periodistas, artistas y oficiales
de las fuerzas armadas. Existen ejemplos igualmente de los que se dedicaron al
comercio, creando empresas y empleos, así como los que forman parte de la
fuerza laboral.
Ni el que escapó con visa y maleta, el desesperado que se lanzó
al mar en algo que flotara o el que lo tiraron a la deriva, ya no existe
diferencia alguna en la posición destacada o anónima que ocupa
profesionalmente cualquier exiliado víctima del éxodo provocado
por la persecución de los derechos humanos; ya todos los disfrutan por
igual y comparten el común orgullo de ser cubanos. De tal palo, tal
astilla.
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