CUBANET... INTERNACIONAL

Diciembre 18, 2002



El equipo de Bush para asuntos hemisféricos

El Nuevo Herald, diciembre 15, 2002.

El gobierno de George W. Bush está considerando cambiar su equipo encargado de asuntos latinoamericanos, en lo que se ha convertido en una dura batalla interna cuyo resultado seguramente afectará las relaciones de Washington con la región.

Bush tiene que decidir en estos días si vuelve a nominar a Otto Reich, el funcionario cubanoamericano que hasta hace poco dirigía la oficina de asuntos hemisféricos del Departamento de Estado, o si realiza otro nombramiento político, o si permite que el secretario de Estado Colin Powell nombre un funcionario de carrera.

Reich fue elegido para el cargo por la Casa Blanca, con fuerte apoyo del gobernador de la Florida, Jeb Bush, y políticos cubanoamericanos de Miami. Tras ocupar su cargo por un año sin ser confirmado por el Senado, donde el senador demócrata Christopher Dodd --un opositor del embargo norteamericano a Cuba-- había bloqueado su nominación, Reich tuvo que abandonar su cargo el mes pasado, tal como lo exigía la ley.

En estos días, Reich fue nombrado ''enviado especial'' de Powell a Latinoamérica, un puesto sin empleados ni presupuesto que --aunque el Departamento de Estado oficialmente lo niegue-- no existe.

La Casa Blanca dice que todavía no ha tomado una decisión sobre si vuelve a nominar a Reich en enero, cuando se vuelva a reunir el Senado. Pero altos funcionarios del gobierno de Bush me dicen que Reich ya ha sido consultado sobre la posibilidad de se nombrado ''enviado especial'' de Bush para América Latina, o embajador ante las Naciones Unidas en Ginebra. En otras palabras, los días de Reich en el Departamento de Estado parecen estar contados.

Según algunas especulaciones periodísticas, la batalla en torno a Reich es un conflicto entre ''duros'' y ''blandos'' sobre el tema de Cuba. Pero a juzgar por lo que he oído de más de media docena de altos funcionarios norteamericanos, ésa es una visión simplista de los hechos.

En rigor, Reich tuvo que luchar desde su primer día en el cargo contra su imagen de funcionario obsesionado con el tema de Cuba, e hizo todo lo posible por desvirtuar ese estereotipo, dicen los funcionarios. Gran parte de la política de Bush hacia Cuba no salió de la oficina de Reich en el Departamento del Estado, sino de la oficina del especialista en Cuba del Consejo Nacional de Seguridad de la Casa Blanca, Emilio González, señalan.

El motivo por el que Powell quiere deshacerse de Reich no tiene tanto que ver con Cuba, sino con sus relaciones con el Congreso. Powell necesita todo el apoyo posible del Congreso para los temas que realmente le importan --Irak y el Medio Oriente-- y considera que Reich es una fuente innecesaria de conflicto con los senadores demócratas. Por lo tanto, Powell quiere un funcionario de carrera para el puesto, como la actual embajadora en Colombia, Anne W. Patterson. Los partidarios de Reich, a su vez, quieren que su hombre sea renominado, o en su defecto reemplazar Reich por su colega conservador Roger Noriega, el actual embajador ante la Organización de Estados Americanos, y promover a Reich al cargo de enviado especial de Bush para América Latina.

¿Por qué es importante todo esto? Porque nadie está a cargo de la principal oficina de asuntos latinoamericanos en el gobierno de Bush, en un momento en que la región está pasando por una de las peores crisis de su historia, y en que la atención de la Casa Blanca está centrada en la guerra contra el terrorismo en otro rincón del mundo.

De hecho, no ha habido ningún jefe del Departamento de Estado para América Latina confirmado por el Senado en los últimos cuatro años. Desde 1998, republicanos y demócratas han vetado mutuamente a los candidatos de sus rivales, reduciendo la influencia política de los últimos dos funcionarios interinos que ocuparon la cartera.

En las cancillerías de América Latina, el tema está causando alarma. Tras el 11 de septiembre del 2001, los gobiernos latinoamericanos tienen gran dificultad en lograr la atención de los miembros del gabinete de Bush, y su acceso se hace aún más difícil por la ausencia de un funcionario a cargo de la región con peso político propio.

Varios cancilleres latinoamericanos me señalaron en entrevistas recientes que Bush no debería permitir que el puesto de Reich sea ocupado por un diplomático de carrera. Sólo un nombramiento político, de alguien con acceso directo al Presidente, podrá pasar por encima de la burocracia del Departamento de Estado, centrada en el Medio Oriente.

Estoy de acuerdo. Los motivos de Powell son comprensibles en el nuevo contexto mundial. Pero varios países de América Latina están al borde del colapso. El gobierno de Bush necesita un funcionario con peso político para su oficina de asuntos latinoamericanos, hoy más que nunca.

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