Festival de
cine: sin penas ni olvidos
Ana Leonor Díaz, Grupo Decoro
LA HABANA, diciembre (www.cubanet.org) - El XXIV Cuarto Festival del Nuevo
Cine Latinoamericano transcurrió con las salas vacías de
espectadores y poco destaque en la prensa. Sólo llamó la atención,
como en otros años, las muestras de España, Gran Bretaña,
Estados Unidos, Noruega, y hasta cine chino hubo. Es la única oportunidad
de los cinéfilos cubanos (10 días al año) de ponerse al día
con lo mínimo del cine extranjero.
Las películas en concurso, cine pobre del continente, compitieron
también por la atención de los espectadores, cansados de una
filmografía que se repite en una estética fuera de moda,
desprovista de lenguaje actual y carente de un mínimo de técnicas
modernas que a muchos hizo recordar el ya fallecido realismo socialista.
Algunos de estos filmes ganaron (además de los premios Coral que
otorga el jurado) el premio anónimo del lunetario. La crítica-acrítica
cubana convocaba a diario a un público indiferente a ver filmes
ininteligibles como "Japón", de México, una historia sórdida
de un perdedor en la vida que termina en el suicidio. Como ya existe una obra
maestra que se llama "Hara Kiri", el director de "Japón",
Carlos Rey Gadas (que increíblemente se alzó con el premio a la Ópera
Prima) no encontró otro nombre más original.
Las cintas "Ciudad de Dios" (Brasil) y "Tan de repente"
(Argentina), compartieron el primer premio, y filmes de esos países se
distribuyeron los Corales de mejor dirección ("Detrás del sol"),
el premio especial ("Un oso rojo"), y el segundo ("Historias mínimas"),
y tercer premios ("El invasor").
El gran ausente entre tanto turismo político (Harry Belafonte, Danny
Glover, Gabriel García Márquez, Fernando Birri, Federico Luppi y
Roman Polanski) fue el cine cubano, un trago amargo que la nomenklatura del
ICAIC debió enfrentar cuando 15 días antes de comenzar el festival
había anunciado a bombo y platillo tres de los nueve títulos en
producción.
Nuevamente la falta de dinero y equipos modernos retrasó "Entre
ciclones", de Enrique Colina, "Roble de olor", de Rigoberto López
y "Suite Habana", de Fernando Pérez, que a toda máquina
se editaba en las viejas moviolas del cuarto piso del edificio de 23 y 10. Por
retrasos en la reparación de la sede de los estudios de animación
(en 25 y 12, donde estaba la distribuidora), se postergó el largometraje
de dibujos animados "Más vampiros en La Habana", de Juan Padrón,
producido con técnicas digitales.
Otros filmes cubanos se prometieron para 2003: "Perfecto amor
equivocado", de Gerardo Chijona, "Bailando el chachachá",
de Manuel Herrera, "Madrigal" (también de Fernando Pérez),
y "Viaje a La Habana", de Orlando Rojas.
Varios escépticos acudieron con reserva a una novedad del festival: ¿cine
chino? ¿taiwanés? Temían, no sin razón, aquellos
bodrios sonrientes del realismo maoísta de los años 60 (recuerdo
un título inefable: "Recogiendo té y cazando mariposas").
Esta vez, "La bicicleta de Pekín" de Xiaoshuai Wang enfrentó
a los cubanos con al menos tres de las cuatro modernizaciones y una China real y
comprensible.
Lenta y desenfocada, la taiwanesa "Millenium mambo" obligó
a la mayoría del público en el cine Riviera a abandonar la sala
antes del fin. Por aburrida, el peor pecado que el cine puede cometer.
La ceremonia de clausura fue típicamente "camp". La cinta "El
pianista", una evocación de la Varsovia castigada por el nazismo,
premiada en el último Cannes, fue exhibida fuera de concurso, con su
entusiasta director Roman Polanski en una dieta de complacencia para tirios y
troyanos, de cómo se hace buen cine.
Sean Penn ganó, de paso, reconocimiento entre los sectores políticamente
correctos (que sorprendentemente no recuerdan en qué películas ha
actuado), porque fue uno de los directores del abigarrado engendro "Nine
Eleven", que se exhibió en función especial en la sala
Chaplin, con invitaciones obligadas para estudiantes de las escuelas especiales
del gobierno.
Otro diciembre vendrá, y ojalá no falte el cine cubano, sin
penas ni olvidos.
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