La vagina
todavía fálica
Jorge Alberto Aguiar Díaz, Grupo Decoro
LA HABANA, diciembre (www.cubanet.org) - Desde hace varios meses la obra
teatral "Monólogos de la vagina", de la norteamericana Eve
Ensler, en adaptación y puesta en escena de Jorge Ferrera, recorre el
circuito capitalino con rotundo éxito de público y crítica.
Para nadie es un secreto que el teatro cubano actual goza de una prolongada
crisis creativa, tanto en la dramaturgia como en la representación escénica.
Contadísimos son los grupos que logran llevar al público un espectáculo
de calidad y llenar la sala aunque sea durante un fin de semana.
La obra que por estos días el Consejo Nacional de las Artes Escénicas
presentó una vez más en el Teatro Nacional, y que ha generado
criterios encontrados entre sus espectadores, y también una asistencia
contundente a pesar de la poca publicidad, merece un comentario más allá
del júbilo y los aplausos.
"Monólogos de la vagina" es una adaptación de una
investigación sociológica en la que, según palabras del
programa, "Jorge Ferrera ha conseguido donar al texto de la estructura y
esencia teatral de la que carecía". Y aquí surge la primera
acotación. ¿Cómo darle valor estético a una
investigación que se llevó a término sin pretensiones artísticas?
El equipo de creación, conformado por una veintena de artistas, con
su director al frente, asumió un osado proyecto para terminar con un
resultado favorable, con un espectáculo de indiscutible calidad.
Sin embargo, la obra se resiente por la concepción de sus personajes
y en la propuesta ideotemática.
Para usar la terminología de Milan Kundera referente a los personajes
que se constituyen como vehículos ideológicos más que como
actuantes propiamente dichos, la obra "Monólogos de la vagina"
es justo un replanteo de lo que el escritor checo llamó "egos
experimentales".
Una perspectiva más sociológica que dramatúrgica domina
la construcción de los personajes, reduciéndolos de manera muy
plana y fácil a la condición de "egos experimentales",
sin mayores pretensiones que convertirlos en portavoces de sentencias, frases e
ideas generalizadas acerca de determinados asuntos sobre el mundo femenino.
Hay aciertos dentro del texto dramático. Uno de ellos es su
tratamiento como texto espectacular con la incorporación en la escena de
video, músicos en vivo, danza, artes plásticas, y la siempre
tentadora supresión de la cuarta pared, es decir, de contactar con el público
subvirtiendo así el poder de ilusión que se supone debe
sugestivamente crear una obra.
La puesta en escena es altamente creativa, plena de recursos expresivos y de
un rigor no común en el teatro cubano actual.
La música -original de Roberto Carcacés- en su excelencia
compositiva y ejecutiva es otro de los logros que avalan el espectáculo,
transformándose en todo momento en letra y espíritu de la obra en
general.
Todo lo anterior rebaja y oculta el trabajo no muy convincente que apuntábamos
más arriba sobre la creación de los personajes. Es decir, permite
suplir una carencia y disfrutar de un montaje dinámico y exquisito.
Otro punto que debemos sumar, y que salva el desliz dramatúrgico, es
el referente a las actuaciones. En general son muy buenas, con momentos
magistrales, tanto las consagradas Paula Alí y Alina Rodríguez,
como las menos experimentadas Maribel Reyes y Carmen Daysi Rodríguez. No
obstante, el nivel no se mantiene y en algunas ocasiones incurren en
atropellamientos, en una dicción incorrecta o no consiguen proyectar la
voz con la fuerza requerida.
De todas formas, la profesionalidad del trabajo no logra, por esta vez,
salvar el gran "desliz", el punto más controvertido y menos sólido
de ese conjunto armonioso que lograron crear todos los artistas. Nos referimos
al nivel ideotemático que habíamos señalado como el eslabón
menos conseguido, en profundidad, junto al de la creación de los
personajes.
La propuesta conceptual de la obra se pierde en una exagerada apropiación
del humor que relativiza demasiado el conflicto (o los conflictos) que se
intenta mostrar y desarrollar: una búsqueda del placer y una reconquista
de la sexualidad femenina.
Tal parece que la obra quiere ser recibida como una comedia para pasarla
bien y punto. No hay espesor suficiente en el tratamiento dramatúrgico de
los asuntos, muy anquilosados al mismo tiempo por un maniqueísmo que,
aunque huye del feminismo más facilista, no escapa del discurso y la visión
masculina por instantes convertida en neomachismo ilustrado. El mejor ejemplo de
lo anterior es el monólogo de la supuesta lesbiana.
La obra quiere salirse de la ideología patriarcal, pero termina en un
positivismo de aséptica propuesta sensualista. El placer femenino, tan
escamoteado por la cultura del macho, se convierte en el texto en un valor
trascendentalista, y la liberación femenina no va más allá
de la subversión de unos estereotipos por otros.
¿Dónde queda el papel de la mujer dentro de una tradición
filosófica utilitarista y una política de sutil exclusión
que primero que todo se plantea a nivel de un lenguaje sexista?
Las reflexiones, dudas y conflictos de esas cuatro mujeres que presenta la
obra "Monólogos de la vagina" son víctima de sus propias
contradicciones. La concepción ideotemática es demasiado
esencialista, y a veces escandalosamente biologista; como si la discriminación
de la mujer se redujera solamente al consabido tópico del sexo débil
o al tratamiento como objeto sexual.
En una cultura machista, y propiamente en un país ultramachista,
donde la violencia familiar es alarmante, una obra como la presente no debía
malgastar su material narrativo. Más que complacernos por haber visto una
representación, que a veces deja de ser comedia para transformarse en
texto meramente cómico, debía invitarnos a la reflexión más
profunda, a una especie de catarsis intelectual y moral.
La comedia sigue siendo un género muy serio. Por esa razón son
poquísimos los grandes autores dedicados a él. El sentido del
humor cubano sigue relativizando lo dramático o lo trágico con su
arma preferida: el choteo.
Muchos de nuestros artistas, en cualquier manifestación, no logran
desprenderse de su pereza intelectual y enmascaran la falta de profundidad en el
criollísimo y castrante choteo. Por esta razón, el Virgilio Piñera
que ha sido llevado a escena en los últimos tiempos, le ha resultado a
muchos espectadores, que sí han leído las obras del padre del
teatro cubano, insulso y hasta superficial.
"Monólogos de la vagina" recurre al choteo como golpe de
efecto y cierra el camino a una valoración más honda, a una
reflexión más aguda, y a una expectativa más exigente.
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