CUBANET... INTERNACIONAL

Diciembre 5, 2002



Del exilio y la diáspora

Benigno Nieto. El Nuevo Herald, diciembre 5, 2002.

La palabra es la primera víctima en la lucha contra el olvido. El tiempo y los hombres la desgastan, la mutilan y la anulan. La palabra que somos está adherida a las zonas profundas del alma, integrada a nuestro destino. Entonces surge un falso sinónimo que la desplaza. Esta nueva palabra crea un conflicto, porque degrada y socava nuestra identidad, y nuestro recuerdo.

Tenía razón Elías Canetti cuando escribió que ''el recuerdo debería permanecer intacto para el bien de la libertad del hombre. Cambien y manipulen todo, pero por favor dejen en paz el recuerdo''. Y de esto se trata, del recuerdo y la palabra: del exilio y la diáspora, su analogía y su diferencia.

El diccionario explica que ''diáspora'' procede del griego y significa dispersión. El término se aplicó a los judíos diseminados por el mundo a partir del siglo III a.C., y por extensión a la dispersión de pueblos que anteriormente vivían juntos o formaban una etnia.

El derrumbe de la utopía, a principios de la década de los 90, produjo un impacto traumático en Cuba. Miles de profesionales abandonaron el país, más por razones económicas y funcionales que por políticas o ideológicas. Salieron por la puerta franca, con becas generosas, o invitados a congresos y universidades. Eran representantes de un mito en bancarrota y una ideología ya indefendible, y se quedaban discretamente en el extranjero, conscientes de no ser perseguidos políticos.

Los cubanos, que cultivan la ironía y el choteo, los apodaron ''los quedaditos, o el exilio de terciopelo''. Con el tiempo ellos respondieron con el invento de ''la diáspora'', palabra que primero acuñó el régimen cubano. Un término conveniente, por muchas razones. Evitaban el estigma que pesa sobre el exilio de Miami, y, sin cortar sus lazos con Cuba, se transformaron en ''disidentes externos''. Una obra maestra del oportunismo.

El vocablo ''exilio'' guarda cierta analogía con ''diáspora'', pero no significa lo mismo. Exilio es una separación de una persona de la tierra en que vive. El exiliado es, por excelencia, el desterrado por motivos ''políticos''. Un perseguido.

El cubano conoce el infierno del exilio. Nos robaron la tierra donde nacimos, el patrimonio y el recuerdo. Por décadas sufrimos las humillaciones, las injurias y el oprobio. En Miami, y otros exilios, hemos enterrado nuestra sangre: padres, madres, hermanos, poetas, escritores y artistas. Fuimos gusanos en los sesenta, y escoria en los ochenta a partir del Mariel (éstos, los marielitos, sí fueron auténticos exiliados: desafiaron al comunismo cuando aún parecía invencible, salieron bajo los escupitajos y las pedradas, víctimas de horrendos "actos de repudio'').

Salir al exilio fue siempre una experiencia trágica, no importa la fecha. Pero ahora el exilio cede su progenitura a la diáspora. Los que salieron después del fracaso del comunismo, incapaces de cambiar la semántica de ''exilio'' (la ética y la mácula), decidieron llamar ''diáspora'' a los cubanos exiliados, un término dentro de lo políticamente correcto. El uso de diáspora se generaliza y consolida.

Salvo excepciones, elegían países neutrales, lejos del exilio retrógrado. Luego de consolidar posiciones, algunos se decidieron a venir a Miami. Aquí se comportaron con mesura y condescendencia. Alguno tuvo el valor de confesar sus errores. Por supuesto, estaban contra el embargo (''casualmente'' coincidían con la estrategia económica de la Unión Europea y las transnacionales norteamericanas).

No admiten que sin el exilio de Miami, sin su terca y solitaria pelea contra el mundo entero, corremos el peligro de legitimar un régimen fascista en Cuba, al estilo chino, esa tiranía asiática que, para sobrevivir, se ha aliado al capitalismo caníbal.

¡Nada tengo contra la diáspora! Entiendo su pragmatismo, apoyo la idea de olvidar los conflictos, propiciar los entendimientos y encuentros. Siempre que no impliquen la complicidad con el castrismo y sus títeres. En la diáspora tengo amigos. He leído a escritores, filósofos y poetas admirables. Gente inteligente, culta y valiosa sin la cual no sería posible imaginar una Cuba democrática y pluralista.

Pero, por favor, llámennos "exilio''.

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