Pablo Alfonso.
El
Nuevo Herald. Nov. 27, 2002.
Para la comunidad internacional el vicepresidente cubano, Raúl
Castro, parece ser un hombre invisible.
Este hombre, que ostenta también el grado de general de Ejército
y los cargos de Ministro de las Fuerzas Armadas Revolucionarias y segundo
secretario del Partido Comunista de Cuba, no parece que ejerce sus funciones de
segundo al mando, en la arena internacional.
Esa fue la observación que en días pasados me hizo un diplomático
latinoamericano durante la Cumbre Iberoamericana celebrada en República
Dominicana.
El diplomático en cuestión me comentaba el asunto, a propósito
de la presencia en la cumbre de Carlos Lage en representación del
gobierno cubano.
Lage es secretario del Consejo de Estado, vicepresidente del Consejo de
Ministros y miembro del Buró Político del Partido; sin duda hombre
de confianza del régimen, pero no ocupa el segundo lugar en la jerarquía
institucional de la dictadura cubana.
A pesar de ello, Lage ha sido quien ha representado al régimen en las
dos cumbres iberoamericanas de las que se ausentó Castro: en Perú
el pasado año y ahora en Dominicana. Lage ocupó también la
jefatura de la delegación de Cuba en la II Cumbre de la Unión
Europea, América Latina y el Caribe celebrada este año en Madrid y
es el suplente designado a los actos de toma de posesión de los
presidentes de la región, a los que Castro no asiste.
¿Por qué siempre es Lage y no Raúl quien asiste a todos
los eventos oficiales en el exterior en representación de Castro?, me
preguntaba intrigado, el diplomático.
Creo que la pregunta es interesante y pudiera tener más de una
posible interpretación.
Desde hace algunos años Lage se ha instalado en la tercera posición
en la jerarquía del régimen. Una posición que comparte,
aparentemente, con Ricardo Alarcón, presidente de la Asamblea Nacional
del Poder Popular. Calificado como un funcionario austero, con clara conciencia
de sus límites, Lage ha visto caer de sus posiciones a figuras tan
fugazmente importantes como Carlos Aldana, ideólogo del Partido y el ex
canciller Robaina.
En ese sentido Lage ha consolidado con eficiencia su papel en el aparato
administrativo del gobierno, aportando una imagen civilista, en medio de un
universo de ex guerrilleros nostálgicos y militares desprovistos de
guerras que pelear.
Raúl es todo lo contrario. El ejercicio de su papel como segundo al
mando, descansa en el aparato político del Partido y en las Fuerzas
Armadas, los dos baluartes que sostienen a la dictadura castrista.
Por ahora Raúl no parece que ejerce, públicamente al menos,
como la segunda figura en la administración del Estado y el gobierno
cubano.
Enfundado siempre en su uniforme militar, del que aparentemente le cuesta
desprenderse, su presencia en los foros internacionales pudiera resultar
incongruente en estos tiempos en que hasta los jefes militares devenidos en
presidentes electos, visten de civil.
Algunos incluso se atreven a especular que a Raúl no le gusta su
papel de segundo. Por eso no quiere ejercer como tal. Prefiere esperar su
momento cuando pueda hacerlo en plenitud de facultades. Claro que en esa espera,
el tiempo transcurre y cuenta también para él. Quizas por eso, en
una reflexiva entrevista publicada en el pasado año en la revista Verde
Olivo, órgano oficial de las Fuerzas Armadas, afirmó:
"Muchos en el extranjero especulan acerca de qué ocurrirá
cuando ya no estén los dirigentes históricos de la Revolución.
Sencillamente ésta seguirá adelante. Los hombres y mujeres que en
los años futuros ocuparán las principales responsabilidades en la
defensa, al igual que en el resto de las esferas del país, incluida la máxima
dirección de la nación, no están por llegar, ya se
encuentran entre nosotros''.
E-mail: palfonso@herald.com |