Los riesgos
del caminante
Lucas Garve, CPI
LA HABANA, agosto (www.cubanet.org) - Existen varios procedimientos para
calmar la sed. Usted los conoce como yo. Treinta y dos grados de temperatura y
el porcentaje de humedad sobre los noventa. ¡Un baño de vapor
colectivo!
Entre las opciones anti-sed la más socorrida es la de ingerir una
bebida refrescante. Esa fue la solución que escogí estando
justamente en la puerta de una cafetería de comidas rápidas de la
cadena Rumbos, instalada en los bajos de la Manzana de Gómez.
Entré en el local climatizado, vigilado por cámaras de
televisión en circuito cerrado, para pedir a la chica del mostrador dos
Tropicolas. Todo parecía tan fácil. Incluso, la sed disminuía.
Pero a la esperanza de la satisfacción le sucedió como a Matías
Pérez (el que se perdió en el globo) cuando choqué con la
reacción de la empleada.
"No tengo billetes de un dólar para darle el vuelto",
expresó con una imperturbabilidad a prueba de armas de destrucción
masiva.
De inmediato, la sed renovó su demanda. Ahora con más fuerza,
libre de la amenaza de la satisfacción.
Acostumbrado a trances similares de sobrevivencia, opté por dirigirme
al mostrador exterior, situado junto al portal. Allí tendrían
billetes para dar el cambio. ¡Y no me equivoqué! Pero "las
familias con cien años de soledad" no tienen una segunda
oportunidad, y la empleada con rostro fatigado para corresponder con la
sentencia garciamarqueana me espetó: "Hijo, ahora estamos en cambio
de turno y no despachamos".
Renuncié a refrescar mi garganta por el momento. Mis neuronas
convocadas a una reunión de emergencia hallaron diligentes una solución:
abrir el paraguas plegable, cruzar el Parque Central, caminar hacia Neptuno y
Consulado, comprar los refrescos en una shopping de comestibles y bebidas. Así
logré calmar la sed aunque obligado a recorrer tres cuadras de ida y
vuelta al lugar de partida bajo la lluvia.
Mas no se extrañe por lo sucedido. El mismo perro me ha mordido
varias veces. En establecimientos de venta en moneda nacional y en los de dólares.
Quizás usted llegue a coincidir conmigo que, aún con dinero en el
bolsillo, resulta difícil escapar a la ineficiencia socialista.
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