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Agosto 14, 2002



Elián y la corrupción política

Oscar Haza / El Nuevo Herald, agosto 15, 2002.

El caso de la ex comisionada del condado Miriam Alonso es el más reciente capítulo de una vorágine de corrupción que nos ha tocado vivir en esta comunidad. Independientemente de que salga o no condenada de los cargos que se le imputan, la mancha sobre la credibilidad en los políticos sigue aumentando, como lo muestran las encuestas que se llevan a cabo en este país.

El peculado y las otras formas de corrupción administrativas no son nada nuevo y bajo ninguna circunstancia son temas inherentes a determinadas nacionalidades. Los casos más recientes de Argentina, los de Enron y WorldCom y el ejemplo de Arnoldo Alemán en Nicaragua dan fe, mas bien mala fe, de que estamos ante un cáncer universal. Es la praxis política para acumular poder económico que sirve para ampliar la base de sustentación de ese poder. Es el negocio redondo, la ecuación perfecta sin incógnita. Si alcanzo el poder político necesito enriquecerme de inmediato para seguir en el poder sin depender de quienes en un principio me apoyaron económicamente; esto a la vez me ofrece una independencia total y puedo llevar a cabo mis proyectos de perpetuidad y de expansión. Así de sencillo, es la práctica, el ejercicio de hoy. Pero hay una pequeña observación para los nuevos gurúes de la política. En países como éste existe la cultura del check and balance, prevalecen las cortes, la separación de los poderes.

En el caso específico de nuestros dirigentes políticos y quienes aspiran a serlo, existe un caldo de cultivo, la lenidad con que ciertos sectores de la comunidad tratan a quienes cometen actos de corrupción. Por más que pregunto y pienso en ello no encuentro una clara respuesta.

¿A qué se debe que un candidato acusado, muchas veces juzgado y condenado, gracias a un tecnicismo legal se postule nuevamente y gane los comicios? ¿Qué mecanismo sicosocial perdona a estos señores y, peor aún, los reivindica de tal manera que les lleva al poder como premio a sus desmanes?

Realmente no lo sé y quizá nunca jamás encuentre una respuesta convincente.

El traumático caso de Elián González agregó un nuevo ingrediente a la manera de hacer política en nuestra comunidad. He llegado a escuchar en boca de varios políticos y de botafumeiros a través de determinados medios que las imputaciones contra algunos de ellos se deben a que asumieron una posición en favor de la permanencia en Miami del sufrido niño. Es la mayor prueba de vesania y de aberración política de la cual se tenga memoria. Desde un principio, y ahí están las pruebas de mis programas de radio, fijé la posición de que no debíamos caer en la trampa de politizar el caso de Elián. Muchos cayeron en ese gancho tendido por La Habana; otros, la gran mayoría, actuaron guiados por los dictados de su corazón y de su buena fe.

Desgraciadamente, todavía hoy los mercaderes de la tragedia continúan tratando de sacar provecho, a través de campañas políticas sin imaginación, del nombre de la pequeña víctima de Cárdenas.

El caso de la doctora Miriam Alonso podría ser la punta de un iceberg donde una caravana de nombres y personajes públicos aparezcan en los memoriales del juicio que se avecina. La decisión de la antigua asistenta de Alonso de cooperar con la fiscalía para evitar ir a la cárcel junto a su hija, si ha sido ésa la verdadera causa, tiene explicación. Sirve, además, para enviar el mensaje de que este sistema posee y utiliza mecanismos persuasivos de gran efectividad.

Bajo el principio de que todo el mundo es inocente hasta que se pruebe lo contrario, la fiscalía y la defensa de la ex comisionada tienen por delante una labor dura y exigente.

Sin embargo, como un beneficio a priori debemos aspirar a que por lo menos este caso, específicamente, nos sirva para enviar el mensaje de que la política no es el mecanismo para practicar la concupiscencia, de que los argumentos para explicar y justificar este mal comportamiento cívico no deben ser derivados hacia otras causales totalmente divorciadas de aquella realidad obscura, como sería volver a utilizar el nombre de Elián y señalar que es otra prueba de que todo esto no es más que una conspiración para hacerle daño a nuestra comunidad.

© El Nuevo Herald

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