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vale a pie
Manuel Vázquez Portal, Grupo Decoro
LA HABANA, agosto (www.cubanet.org) - Uno de los tormentos que padece el
cubano de hoy es la falta de transporte público. La escasez de ómnibus,
de trenes, de taxis hace que la población viva martirizada a la hora de
trasladarse.
Las grandes ciudades donde se acumula la mayor densidad poblacional sufren
los peores embates por la falta de vehículos que permitan una movilidad rápida
y segura.
Las calles y carreteras del país se ven plagadas de personas que
viajan sin un mínimo de confort y garantías, aún cuando
pagan elevadísimos precios.
Los ya famosos "camellos" son camiones de carga adaptados rústicamente
para el transporte de pasajeros. En ellos se hacinan cientos de personas que, en
su mayoría y por largas distancias, viajan de pie.
Los trenes son verdaderamente piezas de museos sin las mínimas
condiciones sanitarias. Los aviones, un raro privilegio hacia las provincias más
alejadas de la capital y para los cuales obtener un boleto se torna punto menos
que imposible.
La capital del país, con algo más de dos millones de
habitantes, sin tener en cuenta la población flotante, es la más
castigada en este sentido. Carece La Habana de metro, de trenes suburbanos, la
empresa de transporte estatal no cuenta con la suficiente cantidad de ómnibus
y de combustible necesarios para satisfacer la demanda. Si a ello se añade
que no existen empresas privadas de transporte y que el 90 por ciento de la
población carece de medios propios para su transportación, se
comprenderá el nivel de sufrimiento que supone viajar.
Si de transporte interlocalidades se trata, ya sea entre municipios o
provincias, el panorama se torna más agobiador. Las agencias de viaje
donde pueden efectuarse las reservaciones son verdaderos emporios de disgustos y
manejos turbios. Para obtener un boleto hacia cualquier ciudad del país
la población ha de someterse a largas "colas" que pueden
extenderse por varios días o debe sobornar, con grandes sumas, a
empleados o "coleros profesionales".
La insuficiencia de trenes, ómnibus, aviones crea verdaderos
embotellamientos de viajeros que padecen largas jornadas de incertidumbre
mientras aspiran a viajar por las ya tradicionales "listas de espera":
esto significa nominarse en una especie de lotería y esperar que algún
tren, ómnibus, avión viaje hacia nuestro destino con algunas
localidades vacías y tener derecho a la dicha de obtenerlas después
de tres o cuatro días de vigilia y hambre, sin apartarse un instante de
la "cola".
Con el objetivo de evitar tan deprimente espectáculo en la Terminal
Nacional de Ómnibus y en la Estación Central de Ferrocarriles se
creó una estación destinada únicamente a la "lista de
espera". La llamada Estación La Coubre, allá por frente a los
viejos muelles del puerto de La Habana.
Asistir a la Estación La Coubre con la intención de viajar por
esa vía es como adentrarse en un mundo de alucinaciones. No hay un solo
ventanillo habilitado para brindar información coherente, certera,
confiable. Las listas hacia todos los destinos alcanzan cifras desalentadoras
para cualquier viajero. El servicio gastronómico en moneda nacional es de
pésima calidad y no muy superado por el servicio brindado en divisas. El
tráfago de boletos a precios exorbitantes deja sin aliento a los
bolsillos mejores dotados. Las butacas son insuficientes. El edificio, una larga
nave de techo de fibrocemento y sin paredes, carece de las condiciones mínimas
para tan larga espera.
Las aglomeraciones de niños llorosos, mujeres desesperadas, hombres
impacientes hace de La Coubre una especie de delirio goyesco donde todo parece
un grito de horror: rostros famélicos, huraños, espejeantes de
sudores e insomnios, semejan prisioneros de un fantasmal campo de concentración.
Asistir a La Coubre con la intención de viajar es someterse
voluntariamente a una cámara de torturas. Más vale ir a pie, y así
se disfruta de vacaciones ecológicas.
Manuel Vázquez Portal es el autor del poemario "Celda número
cero", publicado por CubaNet.
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