Política
de exterminio de la iniciativa privada
LA HABANA, 6 de febrero (Luis Viño Zimerman) - Los trabajadores por
cuenta propia (llamados también cuentapropistas) de Ciudad de la Habana
están acosados cada vez más por los inspectores estatales por lo
que una considerable parte de sus ganancias han tenido que invertirlas en pagar
las multas que injustamente les imponen esos funcionarios.
El argumento más usado por los inspectores para multar a los
cuentapropistas es el de "infracción de las normas sanitarias".
Sin embargo, diferentes tipos de comercio pertenecientes al Estado funcionan
en condiciones de insalubridad sin que esos funcionarios procedan a la imposición
de multas o a cerrar dichos locales hasta que impongan orden en los mismos.
A los trabajadores por cuenta propia se les exige que usen bata, delantal,
gorro y tapaboca blancos. Además, que no tengan las uñas largas ni
pintadas en el caso de las mujeres; que no usen joyas; que calcen zapatos de
piel; que frieguen los utensilios con esponja y detergente, no con jabón,
y que usen agua corriente para ello; se les prohíbe que fumen durante el
desempeño de sus funciones. También se les exige que mantengan los
alimentos dentro de recipientes de cristal con tapa; que los vasos y tazas para
servir diferentes bebidas se guarden en lugares limpios y cerrados y que no
acepten pagos en divisas, o sea en dólares estadounidenses.
Otras regulaciones exigidas a los cuentapropistas es que mantengan
actualizada una pizarra donde expresen los productos que venden y sus precios;
que el área de trabajo esté completamente limpia y que despachen
los alimentos con pinzas o cogiéndolos con tenedores.
Durante el año 2000 al menos más de 200 particulares se
retiraron de la actividad a causa del acoso constante de los inspectores.
Uno de ellos, Julio Pestonit Almaguer, residente del municipio Habana del
Este, declaró: "En un mes me impusieron tres multas de 200 pesos
cada una. Me exigían el uso de bata blanca, pero ¿dónde la
podemos comprar o dónde venden la tela para confeccionarla?"
Otro caso es el de Clara Luz Alpízar, vecina del municipio 10 de
Octubre. Ella desistió del trabajo particular. Explica las causas: "Yo
trabajaba sola, porque no permiten por ley que contrates a nadie, y siempre tenía
varios vasos sin fregar en los momentos de mucha afluencia de clientes, no me
daba tiempo a fregarlos porque atendía rápidamente a los que
llegaban, entonces, en esos espacios de tiempo llegaban los inspectores y me
multaban por tener vasos sucios". Fue multada en varias ocasiones por ese
motivo con 150 y 200 pesos.
Por su parte, Elena Triana Arencibia, del municipio Guanabacoa, también
fue víctima de numerosas multas de 150 y 200 pesos porque, según
los inspectores, la pizarra no se leía con claridad, aunque estaba
actualizada.
Un trabajador de la Empresa de Comercio y Gastronomía, que pidió
no ser identificado por miedo a que lo echen a la calle por "no confiable",
refiriéndose a la cafetería donde labora, reveló: "Despachamos
los comestibles con las manos porque no hay pinzas, se fuma dentro del inmueble,
se sirve en vasos sucios y se friegan los mismos con agua estancada".
¿Acaso no son estas infracciones las que persiguen los inspectores
estatales? ¿Por qué se multa a los particulares y no a las
instalaciones del Estado?
La dicotomía existente en el tratamiento que los inspectores dan a
los cuentapropistas con respecto a como tratan a los dirigentes de los comercios
estatales no está contemplada en ninguna ley vigente, por lo que más
bien indica que es parte de una política diseñada para erradicar
las iniciativas privadas luego que fueran autorizadas por el gobierno de Cuba
hace algún tiempo.
"Hay un doble rasero en el trabajo de los inspectores estatales"
-concluyó una fuente consultada.
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